Los humanos, más que cualquier
otro animal, hemos sido creadores de fronteras. Esto es consecuencia de nuestro desarrollo cerebral, del que se deriva lo que en
nosotros ha llegado a ser una obsesión por segmentar, clasificar, reducir.
Las fronteras naturales también
existen: la orilla del mar, un río, un bosque impenetrable, la cordillera. Pero
nosotros hemos inventado las fronteras artificiales entre países, líneas
trazadas sobre los mapas por los caprichos de la historia, y hemos llenado
nuestras ciudades de puertas y barreras que nos está prohibido cruzar.
Hay dos grandes clases de
fronteras, las del espacio y las del tiempo. Las primeras, si son naturales siempre se
pueden cruzar, aunque ello exija grandes esfuerzos y medios extraordinarios. Y
si son barreras artificiales, impuestas por nosotros, también son permeables a
nuestra voluntad, ahí están para demostrarlo las inmigraciones ilegales que
mueven cada día a miles de personas.
Pero las fronteras del tiempo son
dramáticamente diferentes a las del espacio. Solo se atraviesan en una
dirección, y no es que podamos cruzarlas, sino que estamos obligados a hacerlo.
Algunas son naturales, como la madurez sexual, la menopausia, la vista cansada,
la vejez. Otras son artificiales, impuestas por nosotros mismos, como la
mayoría de edad, el retiro del trabajo, los días feriados. Estas fronteras
artificiales en el tiempo están ahí para ir marcando los caminos de nuestras
vidas, pero no nos dejan ninguna libertad de elección y, por supuesto, una vez
que las hemos atravesado en una dirección, nos es imposible volver atrás.
Pues esto de lo temporal es lo
que tiene precisamente la Nochevieja. La celebramos porque no tenemos otro
remedio. Lo hacemos con ruido para intentar olvidarnos de que está ahí.
Sentimos el vértigo del que va en un vagón de una montaña rusa, subiendo y
bajando aceleradamente pero no por el parque de atracciones, sino a través del
tiempo, ese tiempo de vida que tiene no un final, sino toda una serie de
finales parciales.
Afortunadamente, enseguida nos
olvidamos de la Nochevieja. Empieza Enero y con él los esfuerzos y las
esperanzas de otro largo año por delante.
Tiempo de vida. Una vida que es
inmensamente hermosa. Feliz 2017 para todos.
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