lunes, 31 de enero de 2011

No solo lo real es verdadero

Anteayer hizo en Chiloé un espléndido día de verano, y el Sol se puso como casi nunca lo hace, sin rastros de nubes sobre la línea de horizonte, amarilleando el cielo. Decían los marinos antiguos, los de las carabelas y las naos, que los cielos que amarilleaban en el crepúsculo eran señal cierta de tormenta en los días que seguían. Confirmándolos, ayer tuvimos en Chiloé una tormenta del NW, con mucho viento y lluvia. Hoy ha salido el Sol a mediodía, pero se mantiene hasta ahora, próximo ya el crepúsculo, una mar de fondo del SW muy  brava y bellísima.





Hay una parte del mundo que nunca nos engaña, la Naturaleza. En todo caso, a veces nos sorprende, pero lo que vemos de ella es lo que es, con certeza. La parte del mundo que es más traicionera, o impredecible, es nuestro reflejo humano en él. No en balde hemos sido los humanos los inventores de los espejos. Por eso somos también los creadores de las fantasías, sin las cuales no podríamos vivir. Cualquier humano es capaz de proyectar sobre las costas rocosas de las fotos de esta entrada un montón de sueños y de cuentos .No están hechos de piedra, ni de agua ni de viento. Pero son de verdad, tan ciertos como la piedra, el agua y el viento. Aunque sean más efímeros.


sábado, 29 de enero de 2011

Solidaridad campesina en Chiloé


En el NW de Chiloé,  sector Pumillahue, comuna de Ancud, he encontrado un bello ejemplo de cómo funciona la solidaridad entre los campesinos chilotes. Este sector, junto con el colindante de Duhatao, estuvieron muy mal comunicados con el resto del mundo hasta hace relativamente poco tiempo. Mucha gente se desplaza todavía por sus caminos a caballo, y es raro ver por allí instrumentos de labranza mecanizados, siendo las yuntas de bueyes las que ejecutan la mayoría de las faenas agrícolas. El hábitat es disperso, como muestra la foto que encabeza esta entrada, del lado Norte de la ensenada de Pumillahue.

Hace pocas semanas un hombre que cortaba leña en el bosque tuvo un accidente desgraciado, que por otra parte es relativamente frecuente entre los leñadores chilotes. Al tratarse de bosques muy espesos y cerrados, las ramas gruesas de algunos árboles crecen sometidas a la tensión de otras ramas de árboles contiguos que les oponen resistencia. Cuando el leñador corta con la motosierra una rama que está empujando a otra, y no ha podido verlo por la espesura del bosque, la rama ahora liberada se mueve empujada por su elasticidad y alcanza con un trallazo tremendo a cualquier objeto que se le ponga por delante. Esto fue lo que le pasó a un hombre de Duhatao: el golpe le produjo fracturas múltiples en una pierna, que hubo que someter a intervención quirúrgica y  lo mantendrán imposibilitado de trabajar durante algunos meses.

Pero resulta que este hombre, considerado buena persona y trabajador por sus vecinos, también ha sido bohemio y algo más soñador de lo que conviene en la práctica. Es soltero y quizá como consecuencia de ello nunca pensó en ahorrar. De manera que el accidente lo dejó sin ropa y sin un solo peso con el que poder mantenerse. Inmediatamente la solidaridad de sus vecinos se ha puesto en marcha. Un hombre para el que trabajaba con frecuencia lo ha alojado en su casa y le dará de comer hasta que se recupere; también le ha conseguido una silla de ruedas. Y una asociación de mujeres de Pumillahue, que tiene el sugestivo nombre de “La Hormiga”, quizá queriendo contraponerse a la Cigarra de la fábula de La Fontaine, le ha conseguido una buena cantidad de ropa usada y ha vendido papeletas entre los convecinos para un curanto guisado por ellas, que se han comido todos juntos en celebración y por el que han recaudado para el leñador accidentado más de 200.000 pesos. De este modo rápido y sencillo, el problema ha quedado encauzado y definitivamente arreglado. Solidaridad campesina y chilota.

Habría mucho que hablar de esta solidaridad que constituye uno de los valores fundamentales de las pequeñas comunidades campesinas dispersas por el territorio de Chiloé. Yo he visto aquí, en estos días tan individualistas y apresurados como son los de la época que vivimos, las mingas en acción durante la recogida de las papas. Para los que sean foráneos, una minga es cualquier acción emprendida en común por los convecinos de una comunidad sin que medie ninguna remuneración. Aquello del “hoy por ti, mañana por mí”. En la región que estoy describiendo, el espíritu de la minga sigue vivo, puedo atestiguarlo. El resultado de una minga particularmente admirable puede verse en el patio del museo de Ancud. En el año 2005, una ballena azul vino a morir en la ensenada de Pumillahue, y los vecinos, animados por las impulsoras entusiastas de CCC, una ONG dedicada a la protección de la ballena azul en Chile, organizaron una minga para sacar del mar y trasladar hasta el museo, hueso por hueso, el gigantesco esqueleto de este animal.

¿Cuáles pueden ser las raíces culturales de este espíritu solidario?  Quizá habría que buscarlas en la cultura amerindia ancestral, la de los Williches, en sus modos de vida tradicionales.  Quizá también en una de las  características más importantes de las comunidades campesinas chilotas, su autosuficiencia, esa que dice que tus problemas, los generales y los particulares, te los tienes que resolver tú mismo con la ayuda de tu comunidad, o tu comunidad con tu ayuda. Unas comunidades que, por cierto, nunca tuvieron amos protectores y opresores; en esto también pudo influir la presencia prolongada de los jesuitas en las islas. 

En cualquier caso, lo que cuento es una lección bonita para los que están encerrados en una cultura urbana, donde la multitud te aplasta. Aquí, donde ni siquiera hay alcaldes o alguaciles en las aldeas, y las únicas instituciones permanentes son la escuela con maestro, la capilla sin cura y el cementerio,  tu comunidad te protege.

jueves, 27 de enero de 2011

La colonia penitenciaria del Seno Dirección

Fig.1.- Situación del canal Yacaf respecto a Chiloé.
Flecha amarilla, Toto. Flecha roja, seno Dirección.
A unas setenta millas naúticas al Sur de Chiloé, lo que significa menos de un día de navegación, el canal Yacaf comunica el gran canal Moraleda con el seno de Puyuhuapi. Sus aguas solitarias se abren entre tierras salvajes, casi deshabitadas, en las que viven algunas vacas cimarronas que los pescadores que pasan por allí matan a tiros de rifle para carnearlas cuando se quedan sin provisiones. A la entrada del canal Yacaf desde el Moraleda se asienta entre dos peñascos la aldea de Toto (Fig.1, flecha en amarillo), inverosímil, uno de los pocos sitios del mundo donde no hay calles sino escaleras ancladas en la roca. Vida dura la de esta gente de Toto, dedicada a la pesca de una merluza que luego le compran grandes lanchas de Dalcahue, en Chiloé, y termina llegando en avión hasta los mercados de Europa. Toto es una aldea sin raíces. Allí se congrega gente muy diversa con el propósito de salir de la miseria o soñando en labrarse una fortuna, dos ambiciones que vienen a ser lo mismo. Muchos vienen de lo que aquí en el Sur se llama el Norte, y que empieza en Concepción, que para los santiaguinos sigue siendo el Sur. Dicen algunos que a los de Toto hay que tratarlos con cuidado, que no admiten bromas y que resuelven sus problemas con la motosierra o la escopeta. En cualquier caso, las márgenes del canal Yacaf están prácticamente deshabitadas, de modo que los pocos que viven y trabajan por allí tienen que cuidarse a sí mismos.

Fig.2.- El canal Yacaf y sus orillas rocosas de origen glaciar.
Casi en el otro extremo de Toto, muy cerca del punto de encuentro del Yacaf con el seno de Puyuhuapi, se abre en su orilla Norte el seno Dirección (Fig.1, flecha en rojo). Cuando vas navegando hacia el Este por el Yacaf, lo ves aparecer entre enormes peñascos de origen glaciar (Fig.2), y en su fondo destacan algunas casas (Figs 3 y 4), una vista que alivia la soledad que allí suscita la ausencia de otros signos humanos. Estas casas son una colonia penitenciaria dependiente de la comuna de Coyhaique, XI Región. Dicen los marinos que navegan por allí que en la colonia vive veintitantos penados vigilados por cinco o seis gendarmes, sin celdas ni rejas, porque de allí es casi imposible escaparse. Lo es por tierra, porque lo que rodea a la colonia es un bosque impenetrable, y por mar, porque los botes que un fugitivo podría encontrar son de poca autonomía, y no llegarían más que a dos o tres puertos pequeños donde no pasarían desapercibidos. Los penados viven en régimen abierto y trabajan en una granja salmonera que está en la misma boca del seno, donde consiguen algún dinero y una reducción del tiempo de pena, amortizado por el trabajo hecho. Se trata de un sistema establecido por la gendarmería chilena, que gestiona las prisiones, en el que existen diez o doce centros como el del canal Yacaf, que reciben el nombre de CET (Centros de Educación y Trabajo).

Hasta aquí una descripción de los hechos, ahora la interpretación que algunas personas del Sur, soñadoras e imaginativas, les han dado ante mí. Cuando el capitán con el que navegué por aquellas aguas me contaba lo que sabía de esta colonia penitenciaria, y al llegar el momento de describirme a los penados, me hablaba de que era una gente extraña y peligrosa, con grandes barbas y largas melenas, a los que se había internado allí para mantener a otros penados libres de su influencia. Y que sin embargo, puestos ante una situación en la que la escapada era imposible, es decir, en la que no existía la esperanza de volver a empezar, se comportaban como gente pacífica y eran hasta amigos de los pocos gendarmes que los vigilaban. Resultaba así que aquella colonia penitenciaria era una extraña Arcadia en la que las reglas y orientaciones del juego de la vida diferían radicalmente de las habituales entre humanos. Allí no había ninguna posibilidad de acortar por la fuerza el camino hacia una vida mejor, y por eso no había ambiciones entre los penados y se vivía en paz. Como si se tratara de un monasterio extraño y fascinante, caracterizado no por la esperanza, sino por su falta.

Cuando ya en Chiloé le conté toda esta historia a un amigo, un hombre nacido en Cochrane, todavía más al Sur que el seno Dirección, su reacción fue la de compadecer a estos penados. Los sentimientos que puso de manifiesto eran complejos, y no sé si seré capaz de expresarlos. Él imaginaba que se trataba de gente desesperada, peligrosa, que había cometido grandes crímenes y era irrecuperable, por eso había sido aislada allí. Su compasión nacía de que, dada la magnitud de sus culpas, no los consideraba responsables de ellas. No podían ser sino la consecuencia de un destino funesto, el mismo que marca a un loco con el signo de la desgracia. Por eso, para él, aquellos penados  eran gente digna de compasión.

Fig.3.- El seno Dirección en Google Earth.
Esta pequeña historia del canal Yacaf cobra todo su significado cuando se cuenta o se escucha en aquellas latitudes patagónicas, tan alejadas de ruidos urbanos y prisas, donde la gente tiene todavía tiempo para conversar. Su contenido es una mezcla del logos y el mitos, la razón y la imaginación, que para  los griegos eran las dos formas básicas del pensamiento. El logos está en la descripción de lo que acontece allí: tierras salvajes, gente dura, penados castigados a estar lejos de sus familias. El mitos en las interpretaciones imaginativas que los hechos narrados suscitan. Para el capitán del barco en que yo navegaba, la pacificación de los penados es consecuencia de su desesperanza, que procede de que saben que de allí es imposible salir. La colonia penitenciaria sería, según esta interpretación, el peor infierno, ese que describió magistralmente Dino Buzatti, que era el infierno porque nunca jamás, en toda la eternidad, pasaría allí, entre aquellos condenados a la vida eterna, nada que valiera la pena, ni bueno ni malo.
 Para mi amigo el nacido en Cochrane, los grandes criminales, esos que hacen cosas inconcebibles para una mente humana, son símbolos destacados de la tremenda fuerza del destino. Como en el caso de los locos, no han sido dueños de sus actos, es el destino quien a través de ellos ha cometido los crímenes que están penando. El mismo destino ciego, es decir, el mismo azar, que determinará la manera en que vaya conformándose una parte importante de nuestras vidas.


Fig.4.- La colonia penitenciaria del Seno Dirección.

domingo, 23 de enero de 2011

Un parque eólico en Mar Brava (II).- Los efectos sobre el paisaje.

(1).- Bosque donde los árboles son campos de fútbol.

Cada uno de los aerogeneradores que se proyecta instalar en el Parque Eólico de Mar Brava (en adelante PEMB) consta de una torre de 80 m de altura que soporta en su extremo superior un rotor de 90 m de diámetro. La altura efectiva del aerogenerador es de 80+90/2 = 125 m, y su anchura (el espacio horizontal cubierto por el giro de las aspas) de 90 m. Como comparación, un campo de fútbol reglamentario tiene 105 m de largo y 65 m de ancho. Lo que significa que cada aerogenerador, cuando sus aspas están girando por efecto del viento, equivale aproximadamente a un campo de fútbol puesto de pie, en el sentido de portería a portería. Como son 56 los aerogeneradores proyectados, lo que se formará frente a la playa de Mar Brava y los humedales de Quilo es un bosque monstruoso, tanto por sus dimensiones como por su aspecto. Hasta tal punto este bosque metálico y de fibra de carbono es extraño al paisaje actual que resulta difícil hacerse una idea de cuál será su efecto estético, si positivo o negativo. En cualquier caso, la modificación será profunda, el paisaje no será ya chilote, campesino y marinero. Es como si en un paisaje bucólico se apareciera de pronto un dragón, ocupándolo. Puede que a alguien le guste ese dragón, pero la belleza natural y tranquila de ese paisaje se habrá roto en pedazos.

Fig.1.- Una imagen orientada hacia el Este (el Norte queda a la izquierda) de la zona geográfica, coloreada en marrón, desde la que será visible el PEMB. En primer plano, la playa de Mar Brava y el parque eólico. La ciudad de Ancud queda en la parte superior y central de la imagen.


Claro que no es lo mismo tener un dragón lejos, en los montes que apenas vemos ni visitamos, que ocupando nuestro jardín. En la Declaración de Impacto Ambiental presentado por Ecopower ante la Comisión Regional de Medio Ambiente (ver la referencia, consultable por Internet, al final de esta entrada), figura una imagen del PEMB y la región circundante, que reproduzco en la Fig. 1. Coloreadas de marrón están todas las zonas desde las que el bosque de aerogeneradores será visible: prácticamente la totalidad de la bellísima bahía de Quetalmahue, la parte antigua de la ciudad de Ancud, la caleta de Puñihuil y las alturas de Guabún, entre otras zonas. Todo ello representa una buena parte de los mejores atractivos turísticos de la comuna de Ancud.

Este es el problema fundamental. No el PEMB en sí mismo, sino su localización. La presencia del PEMB en Mar Brava distorsionará gravemente y de modo prácticamente irreversible, pues un parque eólico tiene una vida media de más de 25 años, el paisaje natural de Chiloé, en una zona muy sensible desde el punto de vista turístico. Lo que podría estar justificado si no hubiera otras alternativas para la localización de este parque eólico. Pero ¿es que acaso no las hay?


(2).- Tradición frente a progreso en las islas Chauques.

Daré ahora un rodeo en mis argumentos, para comentar un caso de colisión entre el progreso técnico y los modos de vida tradicionales de Chiloé. Las islas Chauques forman parte del extenso archipiélago de islas pequeñas que ciñe a la isla grande de Chiloé por el Este (Fig.2). Los chauquinos fueron siempre gente aislada y apegada a sus tradiciones, al igual que una mayoría de la población chilota. Hasta que se implantó en sus aguas la industria salmonera.

    Fig. 2.- Situación de las islas Chauques, bordeadas por una línea roja, en
 el mar interiosr de Chiloé
En el año 2006 Manuela Badilla publicó su tesis para obtener el título de Psicóloga por la Universidad de Chile, que está disponible en Internet (ver referencia al final de esta entrada). En ella exploró mediante encuestas las reacciones de los chauquinos ante los cambios económicos y sociales sobrevenidos tras la presencia de las salmoneras. La autora resume el dilema con el que los chauquinos se enfrentaron mediante un eslogan, "papas frente a salmones", es decir, un modo de vida tradicional que gira alrededor del cultivo de la papa, la cría del ganado, la pesca y el marisqueo, frente a un modo de vida asalariado en las industrias salmoneras. Estas se implantaron intensivamente en los canales de las Chauques, muy adecuados para la piscicultura. Los campesinos chauquinos, como en general todos los campesinos chilotes, han sido tradicionalmente pobres pero autosuficientes, y nunca han tenido un amo; predomina en su cultura un espíritu de solidaridad con la gente próxima y de respeto a las tradiciones ancestrales. El empleo en las salmoneras los transforma en un proletariado industrial, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes: disponen ahora del dinero de un salario fijo, un dinero que para el campesino tradicional fue siempre muy escaso, y que les abre las puertas del consumo de masas, paradigma de nuestra época; pero se sitúan en un marco de profunda inseguridad vital, pues no saben cuál será el devenir de las empresas para las que trabajan y cuánto podrá durarles este modo de vida asalariado. De hecho, poco después de realizarse el trabajo que estoy citando, en 2007, el virus Isa devastó la industria salmonera chilena y la mayoría de los chilotes empleados en ella perdieron sus trabajos.

Poco a poco, la industria salmonera va recuperándose de esta crisis, y el empleo en ella volverá a ser una oportunidad para los chauquinos.  ¿Qué deberán hacer entonces, permanecer fieles a su cultura campesina tradicional o "salmonerizarse" de nuevo? Esta es la encrucijada psicológica, y la conclusión a la que llegaba la tesis que comento es que los chauquinos en su conjunto no renuncian a ninguna de las dos alternativas: querrían conservar lo mejor de sus tradiciones, base de su autosuficiencia, pero liberándose a la vez de su aislamiento y consiguiendo la capacidad de compra y la libertad de acción que puede dar un trabajo industrial.

Se produce así en las islas Chauques la misma confrontación entre tradición y progreso que ha venido dándose desde el siglo XIX en todas las regiones en desarrollo. Este trae consigo, aunque no siempre, un progreso social, pero llega de la mano de un capitalismo que muchas veces solo busca la obtención de un beneficio rápido. O si se quiere, de unas empresas que si no obtienen beneficios no tienen la menor probabilidad de sobrevivir, y por lo tanto lo subordinan todo a este objetivo. Los chauquinos solo interesan como fuerza de trabajo, a la que se remunera. Aunque en justicia, no es ésta la única aportación que los chauquinos hacen a las salmoneras; también les aportan sus aguas, pues suyas son en cuanto a que de ellas han obtenido ancestralmente una parte importante de lo necesario para su supervivencia, aunque no les pertenezcan legalmente. Y en ellas han sufrido pérdidas considerables de pesca y marisqueo, como consecuencia de la contaminación producida por las plantas productoras de salmón


(3).- El conflicto entre sociedades urbanas y campesinas.

El problema de las islas Chauques es el mismo que tienen la mayoría de las sociedades campesinas en su enfrentamiento inevitable con las urbanas. Por muy amante de sus tradiciones que sea el campesino, si quiere luchar de frente contra lo que se le echa encima, tiene perdida la batalla. El mundo urbano, materializado en las grandes ciudades, se considera dueño de todo el territorio nacional, al que necesita explotar para satisfacer la expansión continua de sus necesidades. Que son inacabables, porque la sociedad urbana, con su economía de mercado, solo puede sobrevivir bajo una cinética de crecimiento continuo de la demanda, y con ella de la innovación tecnológica y comercial. Esta cultura del crecimiento sin límites está condenada a la extinción, aunque no sea más que porque nuestro pobre y exprimido planeta tiene un tamaño y unos recursos limitados. La cual extinción, si no cambiamos radicalmente, tendrá lugar por la vía tradicional de la guerra y el desastre.

La pregunta fundamental a la que quiero llegar es la siguiente: ¿qué pueden hacer las sociedades campesinas para salvarse de este desastre, salvando con ellas, en la medida de lo posible, a sus conciudadanos del mundo urbano? 
Chiloé, ese Chiloé que conocemos y queremos, difícilmente dejará de ser una sociedad básicamente campesina. Por eso, no ya las islas Chauques, sino Chiloé en su integridad, se enfrenta con este problema ¿Cómo aceptar y digerir lo mejor de la cultura urbana sin ser despedazado por lo peor de ella?

Lo primero es que una sociedad campesina no puede consentir el ser expropiada de sus recursos y su cultura por una sociedad urbana que solo ve en ella los datos deshumanizados de lo tecnológico y lo económico.
Lo segundo que, no consintiéndolo, ayudará además a la sociedad urbana a salvarse de lo peor de sí misma.
Y lo tercero que la propia sociedad urbana, al menos en sus sectores más lúcidos, debe entender lo importante que es para ella que se mantenga la integridad de los valores campesinos, tan próximos a la naturaleza y que representan, para la existencia permanentemente estresada de los urbanitas, prisioneros de sus megalópolis, una bocanada de aire fresco indispensable para seguir viviendo


(4).-Los taxistas de Santiago y la validez de los valores campesinos.

No hace mucho tuve que estar unos días en Santiago haciendo diversas gestiones. Cuando llego a una ciudad que no conozco me gusta hablar con los taxistas, verdaderos filósofos de la calle y su gente. Tomé seis taxis en Santiago, todos sus taxistas me reconocieron enseguida como español, uno no paró de hablarme de sus cosas, pero los otros cinco me preguntaron enseguida qué hacía yo en Chile. Cuando les dije que vivía en Chiloé, los cinco abrieron la boca con sana envidia. "Chiloé, ¡qué maravilla!", decían, "¡qué tranquilidad! Suerte que tiene usted". Sin embargo, de los cinco, solo dos habían estado en Chiloé, los otros tres no conocían sino su fama, o su mito. Y de aquí arranca la primera consideración que quiero hacer: en el imaginario chileno, Chiloé ocupa un sitio especial, juega un papel especial, aporta la belleza natural, la paz, la tranquilidad, todas esas cosas valiosísimas que cada día escasean más.

En cuanto a los dos que sí habían estado en Chiloé, uno había sido conductor de buses de larga distancia durante muchos años. Conocía muy bien todo el país, pero ahora, ya retirado de las carreteras, viajaba en sus vacaciones con su esposa siempre hacia el Sur, y particularmente hacia Chiloé. Empezó a contarme de los platos de erizos que se comía en "El Cangrejo" de Ancud, y sus ojos brillaban sonrientes. El otro, el más joven del grupo, no llegaba a los treinta años. Me contó que viajó a Chiloé cuando tenía venticinco. Lo hizo a consecuencia de un desengaño amoroso que lo afectó profundamente. "Mi novia me dejó sin darme explicaciones", me dijo, "y yo huí a Chiloé para intentar curarme". Estuvo vagabundeando por los caminos, las playas y los bosques chilotes durante un mes. Estas soledades le devolvieron la paz que había perdido, y por eso nunca podría olvidarlas. Lo más curioso del caso es que este joven taxista era santiaguino y jamás, hasta que se fué a Chiloé, había salido de Santiago. Camino del aeropuerto me indicó la población en la que había nacido y crecido. A Chiloé lo arrastró la fama que estas islas mágicas tienen, casi como si se hubiera tratado de un hechizo a distancia.

Ahora viene la segunda consideración que quiero hacer: esos valores chilotes, tan apreciados y tan necesarios fuera de Chiloé, no se preservan dejando hacer lo que quiera a todo el que llegue. No. Y es responsabilidad de los chilotes y de los que, siendo afuerinos, incluso como en mi caso extranjeros, hemos sido acogidos generosamente por ellos, luchar en su defensa. Eso es lo que intento hacer escribiendo estas líneas.
En estas batallas, Chiloé es además la vanguardia de todo el Sur de Chile, hasta Magallanes, uno de los pocos territorios del  mundo que mantiene todavía un nivel aceptable de virginidad. Está amenazado como lo han estado desde hace muchos años todos los territorios vírgenes, y por lo tanto también necesitado de defensa.



(5).- De vuelta al PEMB.

Tras este necesario rodeo, vuelvo al PEMB. Lo que pido es una reconsideración del proyecto que lleve a su relocalización en un área donde haga menos daño al paisaje y a la naturaleza chilotes.
El PEMB no representa ventaja alguna para Chiloé. Apenas genera empleo aquí, ni aumenta la autosuficiencia eléctrica de la isla, ni disminuye los costes de la electricidad. Un Chiloé solidario con todo Chile aporta su tierra y sus vientos para la construcción de un parque eólico que inyecte la energía eléctrica producida en el Sistema Interconectado Central, contribuyendo así a la autosuficiencia energética del país y al aumento de la fracción de la energía total consumida que es verde, o limpia, o renovable, como quiera llamársele. Eso es todo.
Pero el encanto de Chiloé, su naturaleza, sus paisajes, su playa de Mar Brava y su humedal de Quilo, deben ser preservados. Eso, además de la energía, también lo necesitan todos los chilenos. Y en el caso que nos ocupa, no es difícil conseguirlo.

Hace unos meses conducía yo por una carretera próxima a Mar Brava. En una pared adyacente a la ruta, alguien había escrito en grandes letras negras: "Ahora quieren robarnos el viento". Una frase bella y contundente.
Hay que luchar para que eso no llegue a suceder.En el caso que nos ocupa, el camino pasa por la relocalización del parque eólico en una zona donde el daño al paisaje, entendido éste como lo que ven los ciudadanos, sea mucho menor que en Mar Brava.


(6).- Referencias.

https://www.e-seia.cl/archivos/DIA_Parque_Eolico_Chiloe.pdf   Documentación del Estudio de Impacto Ambiental presentado por Ecopower a la COREMA de la X Región.

http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2006/badilla_m/sources/badilla_m.pdf   El trabajo de Manuela Badilla sobre las islas Chauques.







martes, 11 de enero de 2011

Alienígenas al sur de Chiloé

El Sur chileno más profundo se inicia donde termina Chiloé, allí donde empieza a haber mucha naturaleza y muy poca gente. Islas, canales y el turbulento Pacífico de tempestades y naufragios hacia el oeste; cerros, lagos y la tronante Cordillera de ventisqueros y volcanes hacia el este. Tierras, en definitiva, casi vacías de humanos, aptas para ser exploradas y hasta colonizadas por los legendarios alienígenas.
Tengo dos testimonios de la presencia de estos seres extraños en aquellas latitudes. Uno se refiere a extraterrestres, el otro, sorprendentemente, a intraterrestres.

De los extraterrestres me habló un amigo mío, Jaime, que aunque ahora trabaja como carpintero en Chiloé es nacido y crecido en Cochrane, un pueblo situado a 47º de latitud Sur,  la  del Golfo de Penas, aunque bien metido en la cordillera de los Andes. Le pregunté un día  lo que pensaba de los héroes mitológicos chilotes. Él empezó por declararse comunista de convicción. “Naturalmente”, continuó, “como buen comunista soy ateo, lo que significa no solamente que no creo en Dios, sino tampoco en todas esas supersticiones de traucos, brujos, pincoyas o ajos”. Se detuvo un momento, como dudando si continuar hablando.  “Ahora bien”, dijo por fin, “yo he visto un extraterrestre”.
Este arcoiris de Chiloé cae a plomo sobre el Pacífico como
 pudo caer la astronave en la que viajó el alienígena de
Punta Arenas
Fue en Punta Arenas, una tarde fría y ventosa en que la calle por la que Jaime andaba estaba desierta. “Noté los pasos de alguien detrás de mí” siguió contando. “Cuando cambié de acera lo vi con el reojo izquierdo, y me sorprendió apreciar que era muy bajito. Entonces lo miré de pleno. Esto pasó hace ya varios años pero todavía no me he recuperado de la sorpresa. Tenía la altura de un enano, aunque las hechuras de su cuerpo eran normales. El color de su pelo era rojizo, lo tenía peinado hacia atrás, y los cabellos individuales eran gruesos, casi como las cerdas de un puercoespín. Pero lo más asombroso de todo eran sus pupilas amarillas, de un amarillo muy intenso, casi encendido”.  Tras verlo, Jaime aligeró el paso, dobló una esquina en su camino hacia la tienda de abarrotes y ya no volvió a verlo más. “Pero era un extraterrestre”, terminó diciéndome, convencido. “No podía ser ninguna otra cosa”.
Yo lo creí. ¿Por qué no?

La flecha roja apunta al estrecho canal entre las
islas de Level e Izasa, a no más de 120 km del
extremo suroriental de Chiloé
De los intraterrestres me habló Belfor, un marino chilote nacido en Castro, que se había pasado la vida navegando por los canales y malos pasos de las aguas entre Chiloé y las Malvinas. Belfor era todo un lobo de mar patagónico, a la vez que un hombre amable y tranquilo. Hice un viaje de varios días en un barco mandado por él, a través del canal Moraleda y el archipiélago de los Chonos. Simpatizamos enseguida, y me pasé muchas horas en el puente, junto a él, escuchándole un sinfín de detalles e historias sobre las aguas y costas que íbamos dejando atrás. Lo más increíble me lo contó en voz muy baja. Me dijo, precisamente cuando estábamos muy cerca de ellas, que hay dos islas en los Chonos a las que solo separa un estrechísimo canal, cuyos nombres son Level al norte, e Izasa al sur. En las paredes de este canal se abren unos portones de piedra que dan acceso  a una colonia de intraterrestres, venidos nadie sabía de dónde pero pertenecientes a una civilización mucho más avanzada que la nuestra, porque son capaces de curar enfermedades, como el cáncer, para las que nosotros no tenemos remedio. “Gente muy afamada de Chile, grandes personajes de la televisión y otra gente muy influyente, han venido hasta aquí y han llamado a sus portones y los han curado de enfermedades terribles cuando ya estaban desahuciados por nuestros médicos”, me dijo. Luego, siendo un hombre prudente y realista como Belfor lo era, me precisó que él no tenía ninguna prueba de esto, pero que era el decir común de todos los marinos chilenos que navegaban por aquellas aguas. Finalmente añadió:
El estrecho canal de los intraterrestres visto desde el espacio
“Ahora bien, navegando yo un día a lo largo de la costa oriental de la isla Level, alguien nos hizo señas desde la orilla, y como son esas tierras salvajes, sin ninguna presencia humana, detuvimos el barco y nos llegamos en el bote hasta la playa, no fuera a tratarse de un naúfrago, que no sería el primero. Me encontré con un hombre muy alto, casi un gigante, y muy rubio, con barba muy crecida, que llevaba cogida de la mano a una niña de  tres o cuatro años, con trenzas y todavía más rubia y clara de ojos que él. Este hombre me dijo que venía navegando con su familia en un pequeño velero desde Magallanes , que habían tenido una avería y fondeado allí cerca para repararla, lo que ya había conseguido, de manera que agradecía que hubiéramos desembarcado pero que solo quiso saludarnos, y no necesitaba ayuda. Así que nos despedimos y volvimos a nuestra navegación”
Contado esto, Belfor permaneció en silencio unos instantes, como dándome tiempo para que  asimilara sus datos. Luego me dijo, con una sonrisa cargada de sospecha, que él no vio ningún velero fondeado por allí cerca, ni otro rastro humano. “De manera que yo pienso”, terminó, “que aquel gigante rubio bien puede haber sido uno de los intratrerrestres de la isla Level, y se inventó el cuento del velero para disimular conmigo”.
En eso quedó la cosa.

¿Qué pienso yo de todo esto?
Que allí donde lo urbano y lo hiperurbano no han saturado todavía de ruido las profundidades de las personas, quedan dentro de ellas amplios espacios de libertad en los que soplan los vientos de la fantasía. Esta termina haciéndose cultura, en el más histórico y puro sentido de la palabra.
Y que donde esta cultura de lo misterioso sobrevive, la gente es todavía capaz de admitir  que cualquier noche y en cualquier parte, cualquier planeta escondido a la sombra de cualquier estrella puede dejar caer, sobre esta Tierra nuestra que se cree de vuelta de todo, la más sorprendente de las sorpresas. 

Porque los intraterrestres, de ser algo, no pueden ser sino extraterrestres que llegaron a la Tierra desde algún desdichado planeta cuya atmósfera se hizo algún día irrespirable.    

domingo, 9 de enero de 2011

Chiloé antropomórfico: la Pincoya y el Trauco.

Chiloé se parece muchísimo a la Galicia de mi España natal, no en balde los españoles le dieron nada más conquistarla el nombre de Nueva Galicia. Las dos tienen el bosque y la mar como elementos vertebradores del paisaje, y solo se diferencian en lo telúrico, porque en Chiloé la tierra tiembla con frecuencia mientras que Galicia se asienta sobre firmes rocas de granito paleozoico. Tanto una como otra son supersticiosas, es decir, capaces de descubrir en sus paisajes las muchas maravillas que forman parte del mundo de la fantasía, y de encontrar explicaciones legendarias, también consoladoras,  para las muchas cosas de la vida que son por su naturaleza inexplicables.


Los bosques de ambas tierras están llenos de antropomorfismos, puesto que los árboles tienen muchas veces apariencia humana: troncos como cuerpos, ramas que son sus brazos, ramillas que son sus dedos, cabezas barbudas hechas de hojas de poe, ojillos maliciosos fraguados de cicatrices de ramas perdidas, bocas torcidas en sonrisas pícaras dibujadas por arrugas de las cortezas. Particularmente es así en los frecuentes días de niebla del Chiloé en que vivo, cuando no llego a  ser capaz de diferenciar lo que veo de lo que imagino, o lo que temo. En días así es cuando puedo llegar a encontrarme con un Trauco, ese sátiro de los bosques chilotes, que cruza veloz como una huiña la huella estrecha y perdida por la que voy caminando. Oigo el roce de sus vestidos de quilineja contra  el follaje del sotobosque, pero eso es todo. Intento oler el hedor inconfundible que según mi vecina la señora Marta,  tienen los Traucos, pero solo me llegan los aromas de las hojas del melí, y el dulce olor fermentado de las hojas secas de quila, que van pudriéndose en el suelo que piso.



La mar brava y rocosa del Chiloé que se abre al Pacífico, como la Costa da Morte de la Galicia que lo hace al Atlántico, también es capaz de alimentar las fantasías más marineras. Allí confluyen la piedra más firme con las olas más enormes, que se rompen  en espumas bravías y tronantes. Agarrados a la parte submarina de las rocas, oxigenados por la espuma, crecen muchos animalitos extraños y vegetan las algas, entre las que destaca el larguísimo cochayuyo. Sus tallos tienen pies que se fijan con firmeza a las paredes de piedra,  ellos mismos se cimbrean al compás de las olas que vienen y van, el conjunto forma como la larga y hermosa cabellera de una mujer mitológica, la Pincoya, la reina de la mar chilota, que cuida de todas las criaturas que viven en ella y recoge caritativamente los cuerpos de los marinos ahogados para llevarlos a descansar eternamente en el Caleuche, la nave fantasma.  Yo he visto más de un día asomar el rostro de una bellísima mujer bajo las largas melenas de cochayuyo, a pesar de que las rocas sobre las que éstas se insertan parecen a veces cabezas de demonios. Bellísimo es este rostro en sus ojos, en el color de su piel y en la expresión de su boca. Y al verlo he comprendido por qué la señora Blanca, mi otra vecina, a pesar de que no cree en la mayoría de las supersticiones chilotas, vio un día, siendo  niña, a la Pincoya bañándose desnuda entre las rocas que cierran por el Norte la caleta de Puñihuil, y todavía no ha podido olvidarse de su extraordinaria belleza.

Un parque eólico en Mar Brava

Imagen (Google Earth) del extremo NW de Chiloé, con la bahía de
 Cocotuhé y Mar Brava a la izquierda y la ciudad de Ancud
 a la derecha


 Mar Brava es una playa virgen de 9 km de largo que cubre la mitad central de la bahía de Cocotuhé, dando cara al Pacífico, a 15 kms de Ancud, en el NW de Chiloé. La especial configuración del fondo del océano frente a ella hace que las olas, esas grandes olas de la mar de leva tan frecuentes en aquellas aguas, empiecen a romper a más de 1 milla de la orilla, generando un espectáculo fantástico y bravo, del que procede su nombre. Hoy por hoy es una playa solitaria, en la que se ganan la vida los macheros arrancando las machas de sus finas arenas, y frecuentada solamente por las aves marinas y los cetáceos. Es una de las bellezas de Chiloé, que como muchas otras, está a la espera de su descubrimiento por el turismo. Un recurso natural de la isla, apto para ser explotado juiciosamente por sus habitantes, generando así una riqueza y un trabajo que dependerán de su buena conservación como monumento natural.

La playa de Mar Brava
Ahora pende sobre Mar Brava una amenaza preocupante. Una empresa, Ecopower, ha presentado a las autoridades chilenas responsables de la protección del medio ambiente una solicitud para construir sobre Mar Brava un enorme parque eólico, con vistas a la producción de electricidad utilizando la fuerza del viento. El parque se compone, en su primera fase, de 56 aerogeneradores gigantescos, cada uno de 120 ms de alto y capaz de producir 2 MW de electricidad. Si este parque eólico llega a construirse, la playa de Mar Brava se convertirá en un monstruoso bosque de gigantescos molinos de fibra de carbono, que se verá desde muchos kilómetros a la redonda. Una inmensa fealdad, en absoluta contradicción con los valores de Chiloé, basados en una belleza natural y tranquila. 

Representación sobre una imagen de Google Earth
 (fuente: Ecopower) de cómo quedaría la playa de
Mar Brava tras la implantación del parque eólico
Los términos del problema están llegando a la opinión pública, y la discusión empieza a avivarse. Lo que me gustaría dejar planteados aquí son algunos de los elementos más interesantes de esta discusión, que lo son de  la batalla que puede tener lugar y cuyos componentes estratégicos se están configurando ahora.

En primer lugar está la tremenda fuerza que tienen hoy  los conceptos de  moda, cuyo mensaje,  muchas veces, tiene poco que ver con su contenido de verdad. Vivimos en la época de los medios de comunicación de masas, y como consecuencia de los eslóganes. Energía verde, o renovable, es uno de estos conceptos mágicos, de manera  que todo lo que suene así  tiene que ser bendecido y aceptado. La renovable es una forma de energía que no genera aumento neto del CO2 atmosférico ni necesita petróleo para ser producida. Su implantación forma parte, por lo tanto, del paquete de medidas que se supone pueden salvar al mundo del desastre climático. Como la energía eólica es  verde, cualquier oposición a su implantación se considera herética y rechazable. Pero la realidad no es exactamente así. La energía eólica es hoy por hoy bastante más cara que la de origen térmico (centrales termoeléctricas de carbón o gas), y como la economía no perdona, su implantación no puede ser generalizada y exige una justificación precisa. No hacerlo así puede significar incurrir en errores muy costosos, como es el caso ahora en España, donde en los últimos diez años se procedió a la implantación indiscriminada y cándida de parques de energía eólica y fotovoltaica (España es hoy el tercer país del mundo en implantación de parques eólicos) y ahora el gobierno se ve obligado a subir las tarifas eléctricas en un acumulado que puede llegar al 50% a finales de 2011, y que en buena parte tiene su origen en este aumento indiscriminado de las fuentes verdes de electricidad. De manera que energía eólica sí, pero dentro de un plan cuidadosamente pensado, y desde el convencimiento de que jamás podrá cubrir, no solo por el coste, sino por limitaciones técnicas insalvables, más del 30% de las necesidades de energía eléctrica de un área geográfica determinada. 

El segundo elemento a considerar es que, en las batallas que en estos asuntos se plantean para ganarse a la opinión pública, los mitos vienen acompañados muchas veces por supuestos que son, intencionadamente o no, falsos. Así, se dice que la inversión a realizar en el parque de Mar Brava será de 235 millones de dólares, pero no se compromete quién la va a hacer ni cuándo, ni mucho menos se indica que la mayor parte de este dinero se invertirá fuera de Chiloé, en los aerogeneradores y otros equipos eléctricos necesarios. Mucha gente cree que esta inversión dará trabajo en Chiloé, pero este trabajo será de no más de 80 puestos durante el año de construcción, y de 4 puestos de especialista durante los 20 o 30 años de explotación del proyecto. También creen muchos que esta fuente de energía eléctrica local asegurará el abastecimiento eléctrico de Chiloé, sin saber que, por muy local que sea la fuente, la energía producida alimentará al sistema eléctrico interconectado central, que Chiloé comparte con todo el Chile central, hasta Curicó por el Norte, y circulará por él sin ningún tipo de discriminación geográfica, yendo a parar allí donde haya consumo. Ni conoce la gente que la energía eléctrica que circule por la red que alimenta a Chiloé no podrá contener más de un 30% de energía de origen eólico, y por lo tanto Chiloé seguirá siendo dependiente, en la mayor parte de sus necesidades, de la energía de origen térmico e hidroeléctrico que se produce en el Chile central. Algunos creen, por otra parte, que este parque eólico abaratará la tarifa de la energía eléctrica de consumo, pero eso es sencillamente falso; en todo caso, si toda esta energía eléctrica de origen eólico se destinara íntegramente a Chiloé, y se tuvieran en cuenta sus costes reales de producción, lo que haría probablemente sería encarecer las tarifas.

Aerogeneradores de última generación en un parque eólico
en Nueva Zelanda. Obsérvese su altura en relación
con el arbolado (fuente: Flickr,  Peter Hodge)
Quede pues constancia de que si está justificada, que yo creo que lo está, la implantación de parques eólicos en Chiloé, no es porque estos vayan a aportarle a la isla ventajas comparativas importantes, sino porque la energía eólica, como energía renovable que es, debe  formar parte del portafolio de energías que cubran las necesidades eléctricas de Chile, aunque en un porcentaje que siempre será minoritario,  y porque Chiloé, siendo un territorio sin lugar a dudas ventoso, está obligado a contribuir al esfuerzo colectivo del país por asegurar sus suministros de energía.


Llego así al núcleo central del problema.  No me opongo a la construcción de un parque eólico, pero sí a su localización en una zona, como es la playa de Mar Brava, que constituye un importante recurso natural de Chiloé y que tiene un interés turístico, todo lo cual se vería gravemente amenazado por la implantación de dicho parque. 
Hay muchos sitios en Chiloé donde un parque eólico puede implantarse sin ocasionar daños tan graves a ese recurso natural de Chiloé que es la belleza de sus paisajes y la riqueza de su fauna, claves para un desarrollo turístico que ya está llegando y que es capaz de generar mucho más trabajo y riqueza para Chiloé que los que este parque eólico de Mar Brava va a ser capaz de dar.


Por ello, entiendo que la decisión sobre dónde implantar este parque eólico de Ecopower debe ser estudiada con rigor y sin prisas, mediante lo que en la jerga técnica se llama un Estudio de Impacto Ambiental, que analiza cuidadosamente todos los aspectos del problema y escucha las opiniones de todos los que están interesados en el asunto, muy en particular, en este caso, las de aquellos que representen los intereses más generales y a largo plazo de Chiloé y su sociedad civil.










sábado, 8 de enero de 2011

MI SEGUNDO TEMA: CHILOÉ Y EL FUTURO DEL MUNDO.

Chiloé es una frontera que separa el espacio terrestre dominado por los humanos del que todavía pertenece a la naturaleza. Al norte está el Chile civilizado, al sur  la Patagonia chilena y las soledades magallánicas. Desde esta frontera es fácil ver lo esencial de cada uno de esos dos mundos que luchan entre sí, en una guerra planetaria  donde los contendientes son heterogéneos, los frentes numerosos y las batallas confusas. Pelean humanos contra humanos, pero también contra cielos,  nubes,  glaciares,  volcanes,  placas tectónicas,  océanos. Y contra  virus, microbios, plantas, animales. Todos estos pelean a su vez entre sí. El conjunto enmarañado de luchas diversas es la fuente de la vida y la muerte, como siempre ha sido, pero desde Chiloé, por su condición de tierra todavía de nadie, el significado de esas luchas innumerables puede verse con claridad suficiente como para sacar consecuencias. Por eso vale la pena, más aún, es un privilegio, estar aquí.


Chiloé es también una tierra bellísima, de bosques, lluvias, arcoiris, mares, fantasmas, sueños. Muchos tesoros que en otras partes del mundo ya se perdieron pueden encontrarse todavía en esta isla grande o en el rebaño de islitas que la ciñen por el mar interior, arracimadas éstas tras la larga falda de aquélla, como si fueran sus hijas. Basta con buscar esos tesoros con paciencia y cariño. Se encuentran a veces semienterrados en las playas de arenas grises, otras escondidos en el espeso sotobosque que duerme bajo la gran bóveda del bosque nativo, otras más en los rincones oscuros de las viejas casas de madera. Eso cuando no se escapan con el humo que sale continuamente de las cálidas cocinas de leña, o con la niebla que empapa los campos, o con las espumas de las olas que rompen furiosas sobre las rocas de las orillas.


Finalmente, Chiloé es un país de hombres y mujeres, niños y ancianos, blancos y amerindios, brujos y espíritus,  personajes mitológicos y santos cristianos, supersticiones y creencias. Todavía la gente tiene una personalidad trazada con rasgos robustos y únicos, también mucho que contar, tanto de lo cierto como de lo imaginado. Todavía te encuentras personas irrepetibles, interesantes, autosuficientes, a las que merece la pena escuchar.

De estos asuntos, de batallas, tesoros y héroes, escribiré ahora, en este segundo tema de mi blog.