(1).- Bosque donde los árboles son campos de fútbol.
Cada uno de los aerogeneradores que se proyecta instalar en el Parque Eólico de Mar Brava (en adelante PEMB) consta de una torre de 80 m de altura que soporta en su extremo superior un rotor de 90 m de diámetro. La altura efectiva del aerogenerador es de 80+90/2 = 125 m, y su anchura (el espacio horizontal cubierto por el giro de las aspas) de 90 m. Como comparación, un campo de fútbol reglamentario tiene 105 m de largo y 65 m de ancho. Lo que significa que cada aerogenerador, cuando sus aspas están girando por efecto del viento, equivale aproximadamente a un campo de fútbol puesto de pie, en el sentido de portería a portería. Como son 56 los aerogeneradores proyectados, lo que se formará frente a la playa de Mar Brava y los humedales de Quilo es un bosque monstruoso, tanto por sus dimensiones como por su aspecto. Hasta tal punto este bosque metálico y de fibra de carbono es extraño al paisaje actual que resulta difícil hacerse una idea de cuál será su efecto estético, si positivo o negativo. En cualquier caso, la modificación será profunda, el paisaje no será ya chilote, campesino y marinero. Es como si en un paisaje bucólico se apareciera de pronto un dragón, ocupándolo. Puede que a alguien le guste ese dragón, pero la belleza natural y tranquila de ese paisaje se habrá roto en pedazos.
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Fig.1.- Una imagen orientada hacia el Este (el Norte queda a la izquierda) de la zona geográfica, coloreada en marrón, desde la que será visible el PEMB. En primer plano, la playa de Mar Brava y el parque eólico. La ciudad de Ancud queda en la parte superior y central de la imagen. |
Claro que no es lo mismo tener un dragón lejos, en los montes que apenas vemos ni visitamos, que ocupando nuestro jardín. En la Declaración de Impacto Ambiental presentado por Ecopower ante la Comisión Regional de Medio Ambiente (ver la referencia, consultable por Internet, al final de esta entrada), figura una imagen del PEMB y la región circundante, que reproduzco en la Fig. 1. Coloreadas de marrón están todas las zonas desde las que el bosque de aerogeneradores será visible: prácticamente la totalidad de la bellísima bahía de Quetalmahue, la parte antigua de la ciudad de Ancud, la caleta de Puñihuil y las alturas de Guabún, entre otras zonas. Todo ello representa una buena parte de los mejores atractivos turísticos de la comuna de Ancud.
Este es el problema fundamental. No el PEMB en sí mismo, sino su localización. La presencia del PEMB en Mar Brava distorsionará gravemente y de modo prácticamente irreversible, pues un parque eólico tiene una vida media de más de 25 años, el paisaje natural de Chiloé, en una zona muy sensible desde el punto de vista turístico. Lo que podría estar justificado si no hubiera otras alternativas para la localización de este parque eólico. Pero ¿es que acaso no las hay?
(2).- Tradición frente a progreso en las islas Chauques.
Daré ahora un rodeo en mis argumentos, para comentar un caso de colisión entre el progreso técnico y los modos de vida tradicionales de Chiloé. Las islas Chauques forman parte del extenso archipiélago de islas pequeñas que ciñe a la isla grande de Chiloé por el Este (Fig.2). Los chauquinos fueron siempre gente aislada y apegada a sus tradiciones, al igual que una mayoría de la población chilota. Hasta que se implantó en sus aguas la industria salmonera.
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Fig. 2.- Situación de las islas Chauques, bordeadas por una línea roja, en
el mar interiosr de Chiloé |
En el año 2006 Manuela Badilla publicó su tesis para obtener el título de Psicóloga por la Universidad de Chile, que está disponible en Internet (ver referencia al final de esta entrada). En ella exploró mediante encuestas las reacciones de los chauquinos ante los cambios económicos y sociales sobrevenidos tras la presencia de las salmoneras. La autora resume el dilema con el que los chauquinos se enfrentaron mediante un eslogan, "papas frente a salmones", es decir, un modo de vida tradicional que gira alrededor del cultivo de la papa, la cría del ganado, la pesca y el marisqueo, frente a un modo de vida asalariado en las industrias salmoneras. Estas se implantaron intensivamente en los canales de las Chauques, muy adecuados para la piscicultura. Los campesinos chauquinos, como en general todos los campesinos chilotes, han sido tradicionalmente pobres pero autosuficientes, y nunca han tenido un amo; predomina en su cultura un espíritu de solidaridad con la gente próxima y de respeto a las tradiciones ancestrales. El empleo en las salmoneras los transforma en un proletariado industrial, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes: disponen ahora del dinero de un salario fijo, un dinero que para el campesino tradicional fue siempre muy escaso, y que les abre las puertas del consumo de masas, paradigma de nuestra época; pero se sitúan en un marco de profunda inseguridad vital, pues no saben cuál será el devenir de las empresas para las que trabajan y cuánto podrá durarles este modo de vida asalariado. De hecho, poco después de realizarse el trabajo que estoy citando, en 2007, el virus Isa devastó la industria salmonera chilena y la mayoría de los chilotes empleados en ella perdieron sus trabajos.
Poco a poco, la industria salmonera va recuperándose de esta crisis, y el empleo en ella volverá a ser una oportunidad para los chauquinos. ¿Qué deberán hacer entonces, permanecer fieles a su cultura campesina tradicional o "salmonerizarse" de nuevo? Esta es la encrucijada psicológica, y la conclusión a la que llegaba la tesis que comento es que los chauquinos en su conjunto no renuncian a ninguna de las dos alternativas: querrían conservar lo mejor de sus tradiciones, base de su autosuficiencia, pero liberándose a la vez de su aislamiento y consiguiendo la capacidad de compra y la libertad de acción que puede dar un trabajo industrial.
Se produce así en las islas Chauques la misma confrontación entre tradición y progreso que ha venido dándose desde el siglo XIX en todas las regiones en desarrollo. Este trae consigo, aunque no siempre, un progreso social, pero llega de la mano de un capitalismo que muchas veces solo busca la obtención de un beneficio rápido. O si se quiere, de unas empresas que si no obtienen beneficios no tienen la menor probabilidad de sobrevivir, y por lo tanto lo subordinan todo a este objetivo. Los chauquinos solo interesan como fuerza de trabajo, a la que se remunera. Aunque en justicia, no es ésta la única aportación que los chauquinos hacen a las salmoneras; también les aportan sus aguas, pues suyas son en cuanto a que de ellas han obtenido ancestralmente una parte importante de lo necesario para su supervivencia, aunque no les pertenezcan legalmente. Y en ellas han sufrido pérdidas considerables de pesca y marisqueo, como consecuencia de la contaminación producida por las plantas productoras de salmón
(3).- El conflicto entre sociedades urbanas y campesinas.
El problema de las islas Chauques es el mismo que tienen la mayoría de las sociedades campesinas en su enfrentamiento inevitable con las urbanas. Por muy amante de sus tradiciones que sea el campesino, si quiere luchar de frente contra lo que se le echa encima, tiene perdida la batalla. El mundo urbano, materializado en las grandes ciudades, se considera dueño de todo el territorio nacional, al que necesita explotar para satisfacer la expansión continua de sus necesidades. Que son inacabables, porque la sociedad urbana, con su economía de mercado, solo puede sobrevivir bajo una cinética de crecimiento continuo de la demanda, y con ella de la innovación tecnológica y comercial. Esta cultura del crecimiento sin límites está condenada a la extinción, aunque no sea más que porque nuestro pobre y exprimido planeta tiene un tamaño y unos recursos limitados. La cual extinción, si no cambiamos radicalmente, tendrá lugar por la vía tradicional de la guerra y el desastre.
La pregunta fundamental a la que quiero llegar es la siguiente: ¿qué pueden hacer las sociedades campesinas para salvarse de este desastre, salvando con ellas, en la medida de lo posible, a sus conciudadanos del mundo urbano?
Chiloé, ese Chiloé que conocemos y queremos, difícilmente dejará de ser una sociedad básicamente campesina. Por eso, no ya las islas Chauques, sino Chiloé en su integridad, se enfrenta con este problema ¿Cómo aceptar y digerir lo mejor de la cultura urbana sin ser despedazado por lo peor de ella?
Lo primero es que una sociedad campesina no puede consentir el ser expropiada de sus recursos y su cultura por una sociedad urbana que solo ve en ella los datos deshumanizados de lo tecnológico y lo económico.
Lo segundo que, no consintiéndolo, ayudará además a la sociedad urbana a salvarse de lo peor de sí misma.
Y lo tercero que la propia sociedad urbana, al menos en sus sectores más lúcidos, debe entender lo importante que es para ella que se mantenga la integridad de los valores campesinos, tan próximos a la naturaleza y que representan, para la existencia permanentemente estresada de los urbanitas, prisioneros de sus megalópolis, una bocanada de aire fresco indispensable para seguir viviendo
(4).-Los taxistas de Santiago y la validez de los valores campesinos.
No hace mucho tuve que estar unos días en Santiago haciendo diversas gestiones. Cuando llego a una ciudad que no conozco me gusta hablar con los taxistas, verdaderos filósofos de la calle y su gente. Tomé seis taxis en Santiago, todos sus taxistas me reconocieron enseguida como español, uno no paró de hablarme de sus cosas, pero los otros cinco me preguntaron enseguida qué hacía yo en Chile. Cuando les dije que vivía en Chiloé, los cinco abrieron la boca con sana envidia. "Chiloé, ¡qué maravilla!", decían, "¡qué tranquilidad! Suerte que tiene usted". Sin embargo, de los cinco, solo dos habían estado en Chiloé, los otros tres no conocían sino su fama, o su mito. Y de aquí arranca la primera consideración que quiero hacer: en el imaginario chileno, Chiloé ocupa un sitio especial, juega un papel especial, aporta la belleza natural, la paz, la tranquilidad, todas esas cosas valiosísimas que cada día escasean más.
En cuanto a los dos que sí habían estado en Chiloé, uno había sido conductor de buses de larga distancia durante muchos años. Conocía muy bien todo el país, pero ahora, ya retirado de las carreteras, viajaba en sus vacaciones con su esposa siempre hacia el Sur, y particularmente hacia Chiloé. Empezó a contarme de los platos de erizos que se comía en "El Cangrejo" de Ancud, y sus ojos brillaban sonrientes. El otro, el más joven del grupo, no llegaba a los treinta años. Me contó que viajó a Chiloé cuando tenía venticinco. Lo hizo a consecuencia de un desengaño amoroso que lo afectó profundamente. "Mi novia me dejó sin darme explicaciones", me dijo, "y yo huí a Chiloé para intentar curarme". Estuvo vagabundeando por los caminos, las playas y los bosques chilotes durante un mes. Estas soledades le devolvieron la paz que había perdido, y por eso nunca podría olvidarlas. Lo más curioso del caso es que este joven taxista era santiaguino y jamás, hasta que se fué a Chiloé, había salido de Santiago. Camino del aeropuerto me indicó la población en la que había nacido y crecido. A Chiloé lo arrastró la fama que estas islas mágicas tienen, casi como si se hubiera tratado de un hechizo a distancia.
Ahora viene la segunda consideración que quiero hacer: esos valores chilotes, tan apreciados y tan necesarios fuera de Chiloé, no se preservan dejando hacer lo que quiera a todo el que llegue. No. Y es responsabilidad de los chilotes y de los que, siendo afuerinos, incluso como en mi caso extranjeros, hemos sido acogidos generosamente por ellos, luchar en su defensa. Eso es lo que intento hacer escribiendo estas líneas.
En estas batallas, Chiloé es además la vanguardia de todo el Sur de Chile, hasta Magallanes, uno de los pocos territorios del mundo que mantiene todavía un nivel aceptable de virginidad. Está amenazado como lo han estado desde hace muchos años todos los territorios vírgenes, y por lo tanto también necesitado de defensa.
Tras este necesario rodeo, vuelvo al PEMB. Lo que pido es una reconsideración del proyecto que lleve a su relocalización en un área donde haga menos daño al paisaje y a la naturaleza chilotes.
El PEMB no representa ventaja alguna para Chiloé. Apenas genera empleo aquí, ni aumenta la autosuficiencia eléctrica de la isla, ni disminuye los costes de la electricidad. Un Chiloé solidario con todo Chile aporta su tierra y sus vientos para la construcción de un parque eólico que inyecte la energía eléctrica producida en el Sistema Interconectado Central, contribuyendo así a la autosuficiencia energética del país y al aumento de la fracción de la energía total consumida que es verde, o limpia, o renovable, como quiera llamársele. Eso es todo.
Pero el encanto de Chiloé, su naturaleza, sus paisajes, su playa de Mar Brava y su humedal de Quilo, deben ser preservados. Eso, además de la energía, también lo necesitan todos los chilenos. Y en el caso que nos ocupa, no es difícil conseguirlo.
Hace unos meses conducía yo por una carretera próxima a Mar Brava. En una pared adyacente a la ruta, alguien había escrito en grandes letras negras: "Ahora quieren robarnos el viento". Una frase bella y contundente.
Hay que luchar para que eso no llegue a suceder.En el caso que nos ocupa, el camino pasa por la relocalización del parque eólico en una zona donde el daño al paisaje, entendido éste como lo que ven los ciudadanos, sea mucho menor que en Mar Brava.
(6).- Referencias.
https://www.e-seia.cl/archivos/DIA_Parque_Eolico_Chiloe.pdf Documentación del Estudio de Impacto Ambiental presentado por Ecopower a la COREMA de la X Región.
http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2006/badilla_m/sources/badilla_m.pdf El trabajo de Manuela Badilla sobre las islas Chauques.