jueves, 27 de enero de 2011

La colonia penitenciaria del Seno Dirección

Fig.1.- Situación del canal Yacaf respecto a Chiloé.
Flecha amarilla, Toto. Flecha roja, seno Dirección.
A unas setenta millas naúticas al Sur de Chiloé, lo que significa menos de un día de navegación, el canal Yacaf comunica el gran canal Moraleda con el seno de Puyuhuapi. Sus aguas solitarias se abren entre tierras salvajes, casi deshabitadas, en las que viven algunas vacas cimarronas que los pescadores que pasan por allí matan a tiros de rifle para carnearlas cuando se quedan sin provisiones. A la entrada del canal Yacaf desde el Moraleda se asienta entre dos peñascos la aldea de Toto (Fig.1, flecha en amarillo), inverosímil, uno de los pocos sitios del mundo donde no hay calles sino escaleras ancladas en la roca. Vida dura la de esta gente de Toto, dedicada a la pesca de una merluza que luego le compran grandes lanchas de Dalcahue, en Chiloé, y termina llegando en avión hasta los mercados de Europa. Toto es una aldea sin raíces. Allí se congrega gente muy diversa con el propósito de salir de la miseria o soñando en labrarse una fortuna, dos ambiciones que vienen a ser lo mismo. Muchos vienen de lo que aquí en el Sur se llama el Norte, y que empieza en Concepción, que para los santiaguinos sigue siendo el Sur. Dicen algunos que a los de Toto hay que tratarlos con cuidado, que no admiten bromas y que resuelven sus problemas con la motosierra o la escopeta. En cualquier caso, las márgenes del canal Yacaf están prácticamente deshabitadas, de modo que los pocos que viven y trabajan por allí tienen que cuidarse a sí mismos.

Fig.2.- El canal Yacaf y sus orillas rocosas de origen glaciar.
Casi en el otro extremo de Toto, muy cerca del punto de encuentro del Yacaf con el seno de Puyuhuapi, se abre en su orilla Norte el seno Dirección (Fig.1, flecha en rojo). Cuando vas navegando hacia el Este por el Yacaf, lo ves aparecer entre enormes peñascos de origen glaciar (Fig.2), y en su fondo destacan algunas casas (Figs 3 y 4), una vista que alivia la soledad que allí suscita la ausencia de otros signos humanos. Estas casas son una colonia penitenciaria dependiente de la comuna de Coyhaique, XI Región. Dicen los marinos que navegan por allí que en la colonia vive veintitantos penados vigilados por cinco o seis gendarmes, sin celdas ni rejas, porque de allí es casi imposible escaparse. Lo es por tierra, porque lo que rodea a la colonia es un bosque impenetrable, y por mar, porque los botes que un fugitivo podría encontrar son de poca autonomía, y no llegarían más que a dos o tres puertos pequeños donde no pasarían desapercibidos. Los penados viven en régimen abierto y trabajan en una granja salmonera que está en la misma boca del seno, donde consiguen algún dinero y una reducción del tiempo de pena, amortizado por el trabajo hecho. Se trata de un sistema establecido por la gendarmería chilena, que gestiona las prisiones, en el que existen diez o doce centros como el del canal Yacaf, que reciben el nombre de CET (Centros de Educación y Trabajo).

Hasta aquí una descripción de los hechos, ahora la interpretación que algunas personas del Sur, soñadoras e imaginativas, les han dado ante mí. Cuando el capitán con el que navegué por aquellas aguas me contaba lo que sabía de esta colonia penitenciaria, y al llegar el momento de describirme a los penados, me hablaba de que era una gente extraña y peligrosa, con grandes barbas y largas melenas, a los que se había internado allí para mantener a otros penados libres de su influencia. Y que sin embargo, puestos ante una situación en la que la escapada era imposible, es decir, en la que no existía la esperanza de volver a empezar, se comportaban como gente pacífica y eran hasta amigos de los pocos gendarmes que los vigilaban. Resultaba así que aquella colonia penitenciaria era una extraña Arcadia en la que las reglas y orientaciones del juego de la vida diferían radicalmente de las habituales entre humanos. Allí no había ninguna posibilidad de acortar por la fuerza el camino hacia una vida mejor, y por eso no había ambiciones entre los penados y se vivía en paz. Como si se tratara de un monasterio extraño y fascinante, caracterizado no por la esperanza, sino por su falta.

Cuando ya en Chiloé le conté toda esta historia a un amigo, un hombre nacido en Cochrane, todavía más al Sur que el seno Dirección, su reacción fue la de compadecer a estos penados. Los sentimientos que puso de manifiesto eran complejos, y no sé si seré capaz de expresarlos. Él imaginaba que se trataba de gente desesperada, peligrosa, que había cometido grandes crímenes y era irrecuperable, por eso había sido aislada allí. Su compasión nacía de que, dada la magnitud de sus culpas, no los consideraba responsables de ellas. No podían ser sino la consecuencia de un destino funesto, el mismo que marca a un loco con el signo de la desgracia. Por eso, para él, aquellos penados  eran gente digna de compasión.

Fig.3.- El seno Dirección en Google Earth.
Esta pequeña historia del canal Yacaf cobra todo su significado cuando se cuenta o se escucha en aquellas latitudes patagónicas, tan alejadas de ruidos urbanos y prisas, donde la gente tiene todavía tiempo para conversar. Su contenido es una mezcla del logos y el mitos, la razón y la imaginación, que para  los griegos eran las dos formas básicas del pensamiento. El logos está en la descripción de lo que acontece allí: tierras salvajes, gente dura, penados castigados a estar lejos de sus familias. El mitos en las interpretaciones imaginativas que los hechos narrados suscitan. Para el capitán del barco en que yo navegaba, la pacificación de los penados es consecuencia de su desesperanza, que procede de que saben que de allí es imposible salir. La colonia penitenciaria sería, según esta interpretación, el peor infierno, ese que describió magistralmente Dino Buzatti, que era el infierno porque nunca jamás, en toda la eternidad, pasaría allí, entre aquellos condenados a la vida eterna, nada que valiera la pena, ni bueno ni malo.
 Para mi amigo el nacido en Cochrane, los grandes criminales, esos que hacen cosas inconcebibles para una mente humana, son símbolos destacados de la tremenda fuerza del destino. Como en el caso de los locos, no han sido dueños de sus actos, es el destino quien a través de ellos ha cometido los crímenes que están penando. El mismo destino ciego, es decir, el mismo azar, que determinará la manera en que vaya conformándose una parte importante de nuestras vidas.


Fig.4.- La colonia penitenciaria del Seno Dirección.

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