martes, 31 de diciembre de 2013

Nochevieja 2013 / Añonuevo 2014

Alhambra.- Puerta de armas
El Añonuevo es la otra cara de la Nochevieja. Ésta es un final, aquél un comienzo, tan cercanos el uno al otro, tan contiguos, que se funden en una misma cosa. Todo final de algo viejo termina siendo el comienzo de algo nuevo, ese es nuestro sino. Nuestras vidas están delimitadas en el tiempo por numerosísimas parejas de estos opuestos. Hay gente que en estas inevitables transiciones solo ve lo que tienen de final, otra que solo aprecia  lo que de comienzo, los primeros tienden a ser pesimistas, los segundos optimistas. Todos se equivocan.

Lo equilibrado es no perder nunca de vista la doble perspectiva. Si todo final es un comienzo, cada final/comienzo no es sino una sola puerta que atravesamos en el camino de nuestras vidas. Para avanzar un paso nos hacen falta los dos pies, uno lo lanzamos hacia delante, pero si no mantuviéramos retrasado el otro, firmemente apoyado en el suelo, nos caeríamos. Así con nuestras vidas. Al atravesar cada una de nuestras puertas, esas cuyo conjunto terminará componiendo nuestra historia personal, podemos hacerlo porque ya éramos algo antes y porque seguiremos siendo algo después. Pero lo decisivo es la puerta en sí misma. Y es el conjunto de esta puertas innumerables el que le da forma, estructura, a lo que somos, el que compartimenta nuestras vidas.

Parecería en principio que cada una de estas puertas es etérea, puro presente, un instante, un pestañeo insustancial entre lo que éramos y lo que seremos. Pero no es así. Tienen todas ellas consistencia, dimensiones: altura, anchura y espesor. Gastamos un tiempo en atravesarlas y este tiempo de transición tiene algo de mágico, es una suerte de café con leche en el que se mezclan el pasado y el futuro.  En ese tiempo somos como un revuelto de lo que éramos y lo que seremos. Agudamente conscientes tanto de lo que hemos sido como de lo que empezamos a ser. A la vez nostálgicos  de lo que dejamos atrás e ilusionados respecto a lo que nos llega. O alegres por abandonar un infierno pero temerosos de lo que nos pueda venir. O una mezcla confusa de todo eso.

El caso es que cuando estamos atravesando una de estas puertas nos sentimos vivir con más intensidad que antes o después. Como si estuviéramos palpando con los dedos nuestro cuello, sintiendo el palpitar de las dos arterias carótidas. Ese latir de la vida en nosotros que ahora, en medio de la puerta del cambio de año, se aprecia tan agudamente.

El rey ha muerto. ¡Viva el rey!


Con mi deseo de un feliz 2014 para todos.

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