Jetlag (tomado del blog "Diario del Viajero") |
De vuelta en España, vengo padeciendo desde que llegué una
cierta crisis de insomnio. Estoy seguro de que no es una consecuencia del jet lag. En cuanto a éste, un compañero
de trabajo que tenía que viajar dos veces al mes de Escocia a Usa y vuelta, me
dio hace años una receta eficaz para combatirlo: ayuno absoluto excepto de agua
antes de y durante el vuelo. Yo la he venido aplicando con éxito en los
larguísimos vuelos transoceánicos y transhemisféricos que he tenido que hacer
entre España y Chile. Mi receta completa es:
1).- Nada más montarme en el avión, pongo mi reloj en la
hora de destino e intento mentalizarme de que ya estoy allí.
2).- No como nada y solo bebo un poco de agua durante la
mayor parte del vuelo y desde unas horas antes de éste. Lo hago así para
pacificar mis tripas, ya que la actividad digestiva es uno de los factores que
más potencia el jet lag.
3).- En cuanto el avión ha alcanzado la altura de vuelo, me
tomo una pastilla de un somnífero suave y me echo a dormir. Como el vuelo
Madrid-Santiago dura trece horas, cuando todavía quedan cuatro para
llegar ya estoy harto de dormir. Enciendo la pantalla personal de mi asiento
de clase turista y veo una película o escucho música.
4).- Así hasta que una hora antes de aterrizar, sirven un
desayuno que sí tomo. De este modo, cuando me incorporo a la vida local en
Santiago o Madrid estoy, aunque algo cansado,
totalmente operativo, sin indicio alguno de un jet lag que, sencillamente, no existe para mí.
Pero vuelvo a mi insomnio actual. Me despierto a las tres y
media de la madrugada y ya no puedo volver a dormirme. De momento sobrevivo, manteniéndome firme en
no tomar somníferos, que reservo para los viajes. Hoy me compraré una almohada
nueva, lo más flojita, elástica y fresca posible. Pero sé, sí, lo sé, que las
raíces de mi insomnio se nutren de una inevitable inquietud interior, resultado de la conjunción de causas muy distintas: intelectuales, afectivas, operativas…
todo un pandemónium imposible de curar con nada más que ayuno y agua.
Entre esas causas está, aunque parezca una cursilería, mi
inquietud por la marcha del mundo. Intuyo que las cosas se están poniendo
realmente feas, como el ciervo que pastando como está en la fresca y
bucólica pradera, siente más que olfatea, súbitamente, el acercamiento de
un predador feroz. Es lo de Ucrania, lo del Oriente Medio, lo del virus Ebola,
todo ello aderezado con cucharaditas de
cambio climático, crisis económica global, decadencia europea, desmadre
español, etc.
Quizá esté también influido por la lectura de “Black Swan”, un ensayo de Nasim Taleb
sobre el impacto de los acontecimientos altamente improbables, libro que acabo
de comprarme en USA. La tesis de Taleb es que muchos de los grandes
acontecimientos históricos o personales irrumpen de manera imprevisible, de modo
que nos sorprenden mirando para otro lado u ocupados en asuntos banales.
¡Diablos!, cuando pienso en cómo pueden complicarse las cosas en Oriente Medio
con la simple interacción del Ejército Islámico con el conflicto
Israelopalestino, o cómo puede abrirse en Ucrania una nueva guerra fría, o las
sorpresas que puede darnos la expansión sin control del virus de Ebola, o el
efecto letal que tendría sobre Europa un rebrote de una crisis económica global
a la que todavía no se le ha puesto ningún remedio curativo… cuando pienso en todo
esto pueden llegar a quitárseme las ganas de dormir.
Pronto estaré de nuevo en Chiloé, más todavía, en la soledad
pacífica de Duhatao. Pero presiento que ni siquiera allí podré librarme de los
efectos del siniestro vuelo de los cisnes negros sobre los cielos del mundo.
Menos todavía se librarán muchos a los que quiero, así como los numerosísimos
inocentes que pueblan los lugares conflictivos de la Tierra.
Y esto me parece tan injusto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario