viernes, 29 de agosto de 2014

Insomnio

Jetlag (tomado del blog "Diario del Viajero")
De vuelta en España, vengo padeciendo desde que llegué una cierta crisis de insomnio. Estoy seguro de que no es una consecuencia del jet lag. En cuanto a éste, un compañero de trabajo que tenía que viajar dos veces al mes de Escocia a Usa y vuelta, me dio hace años una receta eficaz para combatirlo: ayuno absoluto excepto de agua antes de y durante el vuelo. Yo la he venido aplicando con éxito en los larguísimos vuelos transoceánicos y transhemisféricos que he tenido que hacer entre España y Chile. Mi receta completa es:

1).- Nada más montarme en el avión, pongo mi reloj en la hora de destino e intento mentalizarme de que ya estoy allí.

2).- No como nada y solo bebo un poco de agua durante la mayor parte del vuelo y desde unas horas antes de éste. Lo hago así para pacificar mis tripas, ya que la actividad digestiva es uno de los factores que más potencia el jet lag.

3).- En cuanto el avión ha alcanzado la altura de vuelo, me tomo una pastilla de un somnífero suave y me echo a dormir. Como el vuelo Madrid-Santiago dura trece horas, cuando todavía quedan cuatro para llegar ya estoy harto de dormir. Enciendo la pantalla personal de mi asiento de clase turista y veo una película o escucho música.

4).- Así hasta que una hora antes de aterrizar, sirven un desayuno que sí tomo. De este modo, cuando me incorporo a la vida local en Santiago o Madrid estoy, aunque algo cansado,  totalmente operativo, sin indicio alguno de un jet lag que, sencillamente, no existe para mí.

Pero vuelvo a mi insomnio actual. Me despierto a las tres y media de la madrugada y ya no puedo volver a dormirme.  De momento sobrevivo, manteniéndome firme en no tomar somníferos, que reservo para los viajes. Hoy me compraré una almohada nueva, lo más flojita, elástica y fresca posible. Pero sé, sí, lo sé, que las raíces de mi insomnio se nutren de una inevitable inquietud interior, resultado de la conjunción de causas muy distintas: intelectuales, afectivas, operativas… todo un pandemónium imposible de curar con nada más que ayuno y agua.

Entre esas causas está, aunque parezca una cursilería, mi inquietud por la marcha del mundo. Intuyo que las cosas se están poniendo realmente feas, como el ciervo que pastando como está en la fresca y bucólica pradera, siente más que olfatea, súbitamente, el acercamiento de un predador feroz. Es lo de Ucrania, lo del Oriente Medio, lo del virus Ebola, todo ello aderezado con cucharaditas  de cambio climático, crisis económica global, decadencia europea, desmadre español, etc.

Quizá esté también influido por la lectura de “Black Swan”, un ensayo de Nasim Taleb sobre el impacto de los acontecimientos altamente improbables, libro que acabo de comprarme en USA. La tesis de Taleb es que muchos de los grandes acontecimientos históricos o personales irrumpen de manera imprevisible, de modo que nos sorprenden mirando para otro lado u ocupados en asuntos banales.

¡Diablos!, cuando pienso en cómo pueden complicarse las cosas en Oriente Medio con la simple interacción del Ejército Islámico con el conflicto Israelopalestino, o cómo puede abrirse en Ucrania una nueva guerra fría, o las sorpresas que puede darnos la expansión sin control del virus de Ebola, o el efecto letal que tendría sobre Europa un rebrote de una crisis económica global a la que todavía no se le ha puesto ningún remedio curativo… cuando pienso en todo esto pueden llegar a quitárseme las ganas de dormir.

Pronto estaré de nuevo en Chiloé, más todavía, en la soledad pacífica de Duhatao. Pero presiento que ni siquiera allí podré librarme de los efectos del siniestro vuelo de los cisnes negros sobre los cielos del mundo. Menos todavía se librarán muchos a los que quiero, así como los numerosísimos inocentes que pueblan los lugares conflictivos de la Tierra.


Y esto me parece tan injusto…

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