domingo, 14 de septiembre de 2014

COLECCIONISTAS DE MARIPOSAS

(Foto de Ghislain Bonneau)

Los humanos tenemos un afán clasificatorio que, siendo en principio aceptable, nos hace cometer a veces errores tremendos. Este afán nos asemeja a  esos coleccionistas de mariposas que van con sus redecillas por el campo en busca de los más hermosos lepidópteros, para terminar clavándolos con grandes alfileres en cajas y cajas de cartón. Cazadores de mariposas, sí, no está mal la imagen, eso es lo que los humanos somos.

Y está justificado por lo más profundo de nuestra condición. No en balde nuestros cerebros son inventores de símbolos y creadores de palabras. Nos puede la pulsión de dar nombre a todo lo que nos rodea. Este obsesivo nombrar, clasificar, aprisionar en definitiva, es el arma más eficaz que hemos inventado para librarnos del peor de los miedos, el de lo desconocido. Creemos que por ponerle nombres al mundo lo convertimos en nuestro jardín, ¡pobres de nosotros!, nos pasa como a nuestros perros, que por ladrarle a la noche oscura suponen que  hacen huir  a los fantasmas que los rodean.

Yo tengo un espíritu científico, no lo puedo evitar. Cuando estoy frente a alguien o algo me puede la tendencia a analizarlo para intentar comprenderlo. Lo malo es que muchas veces me limito a explorarlo para clasificarlo, colocándolo en mi colección de mariposas. Lo hago sin malicia, llevado por mi manera de ser. Pero puedo llegar a cometer errores terribles, que como tales siempre son grandes injusticias. Por eso, a medida que me voy haciendo más viejo, que inevitablemente significa más prudente (o menos necio) estoy más convencido de lo que ya nos decía Heidegger: al mundo nunca podrán salvarlo los sabios, esa tarea les está reservada a los poetas.

Poesía, sí. Aproximarte a lo que te rodea, al mundo entero, con alma de poeta, usando la inteligencia del corazón. No limitarte a nombrar, clasificar, medir, coleccionar. Manejar tus palabras y tus símbolos como si formaran parte de una canción que le tarareas a lo que tienes frente a ti. Acariciar con tus palabras, piropear con ellas, consolar, tranquilizar, animar, iluminar, acompañar. Eso, sí, todo eso, nada menos.

¡Qué difícil para un hombre como yo! Pero todavía estoy a tiempo de cambiar, siempre hay tiempo, el tiempo es lo que no se te acabará nunca, lo que te acompañará como perro fiel hasta el día de tu muerte.


Tira el reloj, olvídate de él, siquiera sea por un instante. Deja que sea el mundo quien te conquiste a ti.

1 comentario:

Paola Arciniegas dijo...

Muchas veces he pensado, que impulsa a alguien a tener una colección de mariposas, por ejemplo... el egoismo de tener esa belleza alli, para cuando los ojos las vieran, o un interés cientifico... Pero sentia que había algo más. Hoy al leer este post, descubrí que es eso si, clasificar... ¿etiquetar? algo así, para conocer mejor... si; así es, quizá para acercarse más a lo que nos parece bello y admirable. En mí también está ese sentimiento, y es así como lo menciona el texto,y además sin malicia. Gracias Olo.