lunes, 29 de agosto de 2011

Imperio de las Máquinas (2).- El problema.

X? podría haber sido hombre o mujer, su sexo es irrelevante en esta historia. Empezó como un niño que vivió todas las maravillas y tormentos de la infancia, con un padre severo y una madre tierna. Luego fue un adolescente apasionado e insumiso. Cuando entró en la Universidad era un humano joven y ambicioso, de corazón puro y dispuesto a comerse el mundo. Al terminar sus estudios, ansiaba conseguir todo lo que era capaz de percibir como deseable. Tenía tres objetivos generales: ganar el dinero suficiente para vivir confortablemente e incluso gozar del lujo, llegar a tener una cultura refinada, y vivir una vida afectiva llena de amor.

Empezó a pelear duramente para alcanzarlos. Se movía ágilmente en el mundo de los negocios y ganaba dinero. Leía mucha buena literatura, también escribía. Se arrimaba a algunos filósofos que le transmitían su modo cauto, aunque atormentado, de ver la vida, y a algunos poetas y pintores que le mostraban lo que es la creación artística, ese frenesí. Encontró, por último, un amor, su primer amor de verdad, mutuo y consumado, que le dio pasión, afecto, complicidad y compañía. Durante unos años, los primeros de su carrera fulgurante, X? se sintió feliz. Constató cómo estaba consiguiendo sus tres objetivos y se lanzó adelante todavía con más brío. Pero la vida no era tan sencilla como creía.

(Tomado de
Wikipedia)
¡Ese maldito dinero!... Conseguirlo y no perderlo llevaba mucho tiempo, esfuerzo y técnica, sobre todo técnica. X? aprendió casi desde el principio que el dinero fácil estaba en el comercio, más concretamente en el puro comercio de dinero, ese prestar y pedir prestado para rebañar un interés. Verificó que se ganaba tanto más dinero cuanto más vertiginosamente se lo cambiaba de manos, como un malabarista sus pelotas. Pero esto requería técnicas muy sofisticadas. Sin darse cuenta, se vio metido de lleno en el mundo de la creación artificial y especulativa de dinero. Aprendió modelos matemáticos muy complejos, se rodeó de sistemas de comunicaciones que lo mantenían permanentemente en contacto, incluso cuando dormía o soñaba, con las Bolsas de todo el mundo, hizo amigos superficiales con los que intercambiaba confidencias, los cuales habían desarrollado la misma avaricia que X? veía en el espejo de su alma cómo lo había invadido a él. Pero ya no podía pararse, le era imposible bajarse de aquél tren loco. Sabía que si lo hacía perdería todo el dinero que había amasado. Por otra parte, con el dinero que ganaba fue comprándose casi  todo lo que de comprable hay en el mundo. Confort, lujo, placeres efímeros, viajes, sobornos, voluntades. Ahora ya no sabía qué más comprar, todo lo que deseaba lo tenía, pero esto ya no le generaba placer, sino la angustia de no perderlo. Adelante, adelante, adelante. Más, más, más. Sin parar, sin parar, sin parar. Ahora, ahora, ahora. Esos eran sus lemas, ¡malditos ellos!, que se habían convertido en cadenas de las que era incapaz de liberarse. Aunque X?  no llegaba todavía a ser totalmente consciente de su condición de esclavo.

 Este frenesí financiero le impidió pronto seguir cultivando las bellezas del espíritu. Abandonó a los filósofos y en cuanto a los artistas se limitó a invitarlos a sus fiestas. X? seguía leyendo y escribiendo cuando tenía tiempo, pero llegó un momento en que le daba igual el contenido de lo que leía o escribía. Lo que le gustaba era la apariencia, la musiquilla de las palabras, eso que sus nuevos amigos consideraban la máxima sofisticación, gozar de la forma, nunca del fondo. Abandonó la búsqueda de la verdad, convencido de que ésta no existe, de que toda verdad es relativa. Y no reparó en que esta deserción no le produjo desolación, sino alivio.

 En cuanto al amor… ¡ay, el amor, ese límite inalcanzable!...  X? pasó unos años maravillosos con su primer amor, pero pronto éste no pudo seguir su ritmo y lo abandonó, casi me atrevería a decir que salió corriendo. Lo siguieron docenas de amores efímeros. X? no era malo y sabía querer. Cultivaba sus amores con cariño, intentaba profundizar en sus almas, pero antes o después algo fallaba y el maravilloso castillo de naipes que X? había venido construyendo se venía abajo. Vuelta a empezar, porque X? era obstinado y quería creer en la utopía amorosa. Pero ya empezaba a sentirse cansado o aburrido. Sabía, aunque no era capaz de reconocerlo explícitamente, que era esclavo de algo que le impedía amar y ser amado de verdad.

De este modo, siguiendo estos caminos, X? llegó a encontrarse en una situación angustiosa. Percibía que su mundo se acababa, pero como desconocía las causas no era capaz de hacer algo por evitarlo. “Me siento como cuando mi mano se ha dormido”, se decía soñando, “no tengo fuerzas para cerrar mi puño y apretarlo con firmeza”. Porque lo que soñaba era que tenía que dar un puñetazo en la mesa de su vida y romper de una vez con todos sus idolillos.

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X? alegoriza a la Humanidad, a la que llamaré en adelante Hs (por Homo sapiens), el conjunto de individuos humanos viejos o jóvenes, sanos o enfermos, pobres o ricos, dominadores o dominados, inteligentes o torpes, que ha venido poblando la Tierra. Empezaré resumiendo la historia de Hs, que es larga y complicada.

Hace unos 200.000 años, Hs emergió evolutivamente de entre otros homínidos al amparo de algunos cambios anatómicos. El desarrollo del neocortex cerebral aumentó espectacularmente sus capacidades intelectuales, haciéndole perder definitivamente su inocencia animal; el gran Arthur Koestler imaginaba en sus pesadillas que el neocortex humano era, en realidad, un tumor cerebral, la maldición que nos expulsó del Paraíso. Los cambios en la estructura de la laringe le permitieron articular sonidos de una riqueza y sutileza que ningún otro animal tenía. La oposición del dedo pulgar a los otros cuatro de la mano, ese cambio tan simple, tuvo consecuencias enormes, porque hizo posible para Hs el manejo de herramientas. Gracias al bipedalismo pudo caminar erguido y mirar con soltura al cielo, lo que también hizo la inserción del cráneo en el cuello menos forzada, facilitando el desarrollo del cerebro.


Gracias a todo esto, Hs se posicionó muy pronto como alguien separado de la naturaleza. Tenía conciencia clara de sí mismo, cuando se miraba en el espejo de una laguna se reconocía en su reflejo, empezando así a reflexionar. Descubrió pronto lo que trasciende a los sentidos, y de aquí llegó enseguida a un encuentro con el reino de los espíritus, lo que le hizo no resignarse frente a la muerte, creer en un “más allá” y, finalmente, encontrarse con Dios

Inicialmente, Hs usó sus manos prensiles para ayudarse con piedras y palos en sus tareas de caza y defensa, como hacen todavía los chimpancés. Pero enseguida fue capaz de idear, fabricar y manipular herramientas. Gracias a ellas se fue haciendo una vida separada de los condicionantes naturales. Del frío, gracias al fuego y a las pieles de los animales que cazaba con sus hachas, jabalinas y flechas. Del calor y la lluvia gracias a sus cabañas y cuevas. De los enemigos, gracias a sus refugios y a sus armas.

Protegido por estas paredes materiales, Hs se fue construyendo un universo inmaterial. Su pensamiento era capaz de abstraer símbolos de las cosas, construyendo así conceptos con los que jugar entre los pliegues de su neocortex. Mediante su laringe fonetizó estos símbolos y conceptos en palabras,  y otra vez con su cerebro conectó estas palabras en un lenguaje. Haciendo uso de  sus memorias cerebrales, usó este lenguaje para resumir sus experiencias vitales: triunfos, tragedias, misticismos, guerras, descubrimientos, todo eso, en  historias, comunicables y transmisibles a las generaciones sucesivas.

De este modo, Hs se iba alejando cada vez más del resto de los animales. Se apartaba así de la Naturaleza porque, además de sus componentes  animales típicos, un cuerpo y una psique, ahora tenía una Cultura, cuyos tres componentes fundamentales eran: 
  • La tecnología, que le permitía inventar, fabricar y utilizar herramientas. 
  • El lenguaje, gracias al cual era capaz de ir edificando todo un mundo interior de símbolos y conceptos. 
  • La historia, que hacía que no olvidara y pudiera enseñar todo lo que había aprendido

¡Cuántos progresos extraordinarios! Desde muy pronto, casi inmediatamente después de encontrarse con el Dios creador, tuvo Hs la impresión de que éste había hecho una excepción con él, distinguiéndolo del resto de la Naturaleza. Llegó a considerarse rey del mundo, dueño absoluto de todo cuanto contiene la Tierra, y aquí empezó el problema.
La concepción de que lo humano tiene un toque directo de Dios, que lo
separa de la Naturaleza (Miguel Angel, Capilla Sixtina)
 Este Hs compuesto de  Naturaleza y Cultura, seguía evolucionando en el tiempo. Pero en contraposición a otros animales, que solo lo hacían biológicamente, Hs evolucionaba también culturalmente. Y he aquí un hecho fundamental:  la evolución cultural es muchísimo más rápida que la biológica. Si comparamos al Hs de hace 200.000 años con el Hs del siglo XXI, nos encontraremos con que siendo en lo biológico prácticamente idénticos, están culturalmente a una distancia enorme.

Ahora voy a renombrar como humanismo al componente cultural que algo más arriba he llamado lenguaje. El humanismo engloba todo lo que Hs, gracias a su uso del lenguaje hablado y pensado, es capaz de elaborar acerca de sí mismo y de su relación no utilitaria con lo que lo rodea, ya sea esto material o inmaterial. El humanismo engloba a  todas las ramas de la filosofía y del arte. Pues bien: de las tres evoluciones culturales posibles, la tecnológica, la humanística  y la histórica, la primera ha sido, con diferencia, la más intensa y extensa. A partir de un cierto momento ya muy cercano a nuestro ahora, con Galileo, la evolución tecnológica empezó a apoyarse, más y más, en la ciencia. Y en el curso de los últimos dos siglos (XIX y XX) ha tenido lugar no una evolución, sino una verdadera revolución tecnocientífica, en el curso de la cual se han ido acumulando mutaciones radicales, que han llevado a lo tecnológico a sobrepasar con creces la evolución de todos los restantes componentes de lo humano. Ésta es la raíz de nuestros problemas actuales, éste es nuestro desequilibrio básico.

La ciencia, esa triunfadora, no solo ha resultado en la evolución tecnológica, también ha afectado a las evoluciones humanística e histórica, pero desde una posición de dominio. Por poner un ejemplo: los extraordinarios descubrimientos de Newton en la Física no solo impulsaron la Revolución Industrial, sino que, en lo que se refiere a la evolución humanística, están en el origen, con Kant, de la gran filosofía alemana  y, con los enciclopedistas franceses, de la Ilustración. La filosofía alemana está a su vez en el origen de Marx. Y en lo que se refiere a la evolución histórica, la Ilustración (junto con el mercantilismo tecnológico inglés, derivado a su vez de la Revolución Industrial) está en el origen de las independencias americanas, desde USA hasta el cono Sur, también de la Revolución Francesa y en última instancia de Napoleón. En cuanto a Marx, quiso hacer de la filosofía una ciencia, lo que derivó, en lo histórico, a la utopía comunista, que cambió el mundo, permitiendo a Hs descubrir que una guerra también puede ser fría, es decir, estrictamente tecnológica, sin víctimas humanas aparentes.

De manera que las tres evoluciones culturales, la tecnológica, la humanística y la histórica, están enredadas en una complicadísima maraña de dependencias causales, hilos en cuyos orígenes hay siempre innovaciones tecnológicas, ancladas a su vez, sobre todo en los últimos siglos, en algún gran descubrimiento científico. Es así como hemos llegado a la situación actual, cuya complejidad requeriría cientos de miles de palabras para describirla someramente, y que yo intentaré resumir en las siguientes entradas de esta serie. Expresándolo de momento en titulares: lo tecnológico, ese mundo de los inventos y las herramientas, se ha llenado de metástasis que han crecido desproporcionadamente con respecto a lo humanístico y lo histórico, amenazando la existencia de Hs, su cultura y su inserción en la Naturaleza.

Este es, en mi opinión, el problema. El resultado de la tecnología, las máquinas, se han vuelto tan poderosas que condicionan en todos sus aspectos la existencia de Hs. Las máquinas están haciéndose con el poder, el Imperio de las Máquinas se acerca.

Mi punto de vista podría parecer reaccionario, pero no lo es. La Tecnología ha sido, es y será, componente principal de la evolución cultural humana. La Ciencia es y será indispensable. Pero las cosas están sucediendo como si Hs hubiera desarrollado un tumor en algún órgano vital, por ejemplo el hígado. No se puede vivir sin el hígado, pero tampoco se puede permitir que las metástasis acaben con él y, como consecuencia, con Hs. No se puede renunciar a las Máquinas, pero tampoco se puede permitir que acaben con todo lo demás. Hace falta una intervención.

El trabajo actual, ya sea en contabilidad, leyes, arte, ingeniería,
muchos otros, se reduce a pasarse la vida delante de un
ordenador. ¿Quedaremos los humanos reducidos a una
terminal más del sistema? ¿Llegará un momento en que sean
las máquinas quienes se sirvan de nosotros? Algo de eso quizá 

esté ya pasando, aunque no todavía en todas las profesiones.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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