domingo, 27 de enero de 2013

Acerca del amor



Maternidad

Escribe en su blog una amiga que acaba de tener su primer hijo (traduzco yo al español):

<< No me canso de mirarlo. Para mí es un tesoro cada momento que paso con él. Amo su olor, sus manitas, la forma en que las mueve cuando se siente cómodo, sus gruñiditos!!!... lo amo tanto… tanto… tan de verdad!!!

(…)

Este niño es ahora el centro de mi mundo y precede a todo lo demás.

(…)

Amo sus manos y cómo aprieta mis dedos con fuerza. Si solamente pudiera hacerle saber que no iré a ningún sitio, que estaré siempre aquí para él! …y su sonrisa… tiene la sonrisa más hermosa, una sonrisa tan poderosa que ilumina mis días y da sentido a las cosas importantes de mi vida.

Me cuesta esperar a todas las aventuras que a su vez nos están esperando!!

Felices dos meses!! Te amo chiquito.>>

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Este es un ejemplo bellísimo de ese amor maternal que se derrama todos los días sobre el mundo en una infinidad de nacimientos, quizá la forma de amor más generosa de todas las que existen. Amor maternal que es semejante al amor postulado por Simone Weil (mi entrada anterior) para el Dios creador, pues la madre, trayendo a su hijo al mundo, se retira, renuncia a mucho, retrocede para que su hijo viva.

Comparado con todo el resto de lo que constituye nuestra naturaleza, lo que tiene el amor de único es que no pertenece al individuo humano que somos, no está ligado en exclusiva a nuestra (mi, tu, su) particular línea de vida. Pues el amor es por su propia esencia compartido, los individuos humanos solo podemos vivir el amor si lo estamos compartiendo unos con otros.

Esto es así incluso cuando no hay reciprocidad en el compartir. Un individuo humano puede amar a otro y no ser amado por éste, pero el amor, esa propiedad transitiva, proyectiva, que hace que el individuo humano se salga de sí mismo, ya existe en él.

¿Acaso no nos permite esta presencia inevitable del amor mantener un cierto optimismo sobre el futuro del mundo?



3 comentarios:

Marga dijo...

La Madre Teresa de Calcuta decía "ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal", y "el amor, para que sea auténtico, debe costarnos". El amor es una presencia en el individuo, pero para que el amor se proyecte hay que avivarlo, cuidarlo, sentirlo, y como dice Madre Teresa, tiene que doler... y eso es algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. EL mundo en el que vivimos hoy casi ha olvidado qué es el amor, simplemente porque es incompatible con el ego, algo que, desgraciadamente, se ha impuesto en este mundo tan egoísta. Sentir amor hasta que duela no es difícil, lo realmente complicado es aceptar que el amor implica olvidares del yo para poder proyectarse hacia el otro... Esto es sólo una generalización que, aunque odiosa, es real como la vida misma. Lo más increíble y mágico es que, en medio de este panorama tan desolador, hay individuos proyectando amor tal cual hacia el otro. Yo lo imagino como pequeños puntos de luz en un fondo gris plomizo. Y es que el amor, pese a todo, es una llamita difícil de apagar porque siempre habrá alguien, un punto de luz, dispuesto a sentirlo y proyectarlo con absoluta generosidad.

olo dijo...

"Y es que el amor, pese a todo, es una llamita difícil de apagar."

¡Qué sorpresa! Inmensa y pequeñita, preciosa.

Gracias.

Marga dijo...

No hay nada que agradecer... Hace tiempo que ni escribo ni leo nada porque, de momento, lo tengo bloqueado y congelado... Ni siquiera sé cómo me ha salido escribir esto!
El amor es algo tan simple y complejo! Aceptarlo conlleva multitud de retos, por ejemplo la disposición al cambio constante... y es difícil abandonar la seguridad cómoda... pero creo que el cambio es necesario para que el amor crezca y se proyecte. El amor exige reinventar y cambiar como condición para existir y expandirse. Aceptar estos retos, caminar siempre hacia adelante, con compasión y firmeza, es esencial para proyectar amor. ¡Y qué difícil es eso!