Pero ¿es que un miserable ser humano tiene derecho a considerar no ya una tierra, sino cualquier otra cosa, como definitivamente suya?
No, evidentemente no, pero sí, definitivamente sí, a
condición de que la quiera. Es el amor desinteresado, ese misterio, lo único
que puede justificar cualquier pretensión.
¿Acaso es éste tu caso? No lo sabes, desconfías de ti mismo,
temes no conocerte. Como tantísimos semejantes tuyos te mueves por el mundo a
impulsos, yendo a ninguna parte, viniendo de ningún sitio, buscando algo que no
sabes ni qué forma tiene ni lo que esconde. Es la búsqueda en sí misma, por
ella misma, quien te basta. No eres sino un miserable aventurero más, de los
muchos que andan sueltos por tierras y mares, en una locura que quizá esconda una
parte de lo mejor de lo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario