Fuera llueve con
fuerza, desde la oscuridad tranquila de tu dormitorio sientes los gemidos
lejanos de tu casa y el crepitar de las gotas sobre el tejado. Te despertaste
hace ya mucho tiempo y no consigues volver a dormirte. Has desistido, encendido
la luz de tu mesilla de noche y ahora escribes palabras de agua en tu tableta.
Hasta hace unos minutos, cuando todavía permanecías en la oscuridad
esperando al sueño, notabas el cansancio de tus ojos a pesar de
tenerlos cerrados. Y la sensación de que tu cuerpo, por dentro, estaba vacío, hueco, recorrido desordenadamente por
un viento misterioso, ya frío, ya caliente, que
traía con él, quizá de ninguna parte, una aguda sensación de soledad. Sólo te acompañaban tus personajes y algunos recuerdos
entrañables, esos que no
te dejan nunca. En cuanto a los primeros, aprovechaban el tenerte todo entero
para ellos intentando venderte proyectos de vida. Pero tú no te dejabas sorprender y los
escuchabas con suspicacia, peor todavía, con escepticismo. Eso sí, comprendías que lo que ellos
estaban sintiendo era pura angustia de vivir, por eso te compadecías a la vez que te dabas cuenta de que
eran tus únicos compañeros de camino.
A medida que ibas
dejando atrás, escritas para
siempre, estas reflexiones, te sentías ligeramente más relajado, como si
hubieras aliviado algo la presión de ese viento misterioso que ululaba en tu vacío interior.
Y cuando
decidiste apagar de nuevo la luz, por ver si el sueño llegaba, notaste cómo tus personajes, que se habían escondido en los rincones de tu morada interior, asomaban tímidamente, dispuestos a aprovechar la
oscuridad para continuar con su acoso. No te dejarían dormir. Les iba en ello la vida, lo comprendiste y lo aceptaste
con una mezcla de resignación y cansancio. También de satisfacción y agradecimiento.
Tus fantasmas,
ellos, tú mismo. El sueño, el tiempo, la oscuridad, la lluvia.
La vigilia y el
desvelo bailan sin ningún respeto sobre tu
vientre un baile de enamorados algo más bebidos de la cuenta, casi borrachos, diría yo.
Pronto amanecerá.
El desvelo y la vigilia bailando un poco borrachos sobre mi vientre insomne. |
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