jueves, 30 de enero de 2014

Tiuques y jotes

Dejé hace unos días a mis tiuques negándose a comer un durísimo y correoso durazno seco. Pero poco después llegaron los jotes de cabeza negra y dieron buena cuenta de él.


Yo tenía una cuenta pendiente con mis tiuques, pero seguía sin pan. Eché mano de una de esas barritas que equivalen a una comida y que mucha gente usa para adelgazar y yo para llevarlas en la maleta cuando emprendo un viaje largo o incierto, por lo que pueda pasar. Era de sabor
chocolate, agradable para un urbanita como yo pero sin duda exótico para un tiuque de campo.  Corté dos trozos y los puse en el barandal de mi terraza. Los dos tiuques llegaron al rato, picotearon la golosina pero también la rechazaron. A poco llegaron a su vez los jotes de cabeza negra. Estos comen de todo, es frecuente verlos en los roquedos donde habitan los lobos marinos porque también se alimentan de sus cacas, comen lo que buenamente pillan, comerían hasta piedras si no hay otra cosa. Se posaron
en mi terraza y engulleron los pedacitos de barra de chocolate, a pesar de que me apostaría el cuello a que no habían probado un sabor intenso de chocolate en su vida.


Pero es que luego decidieron quedarse en mi terraza a pasar la tarde, quizá por si caía alguna otra golosina. Esto fue demasiado para mí, salí a la terraza y los eché a volar, tuve que acercarme mucho porque no se asustaban de mí. A la vez les saqué algunas fotos. Poderoso planeador el jote, con aires del cóndor. Su planeo es majestuoso, potente, preciso. Toda la fealdad del jote parado se transforma en belleza cuando vuela. Les pasa como a algunas personas, que solo cuando por fin se atreven a decir “aquí estoy yo” ponen de manifiesto el valor (o los valores) que esconden.
Esta belleza de los jotes me recuerda a la segunda categoría de belleza descrita por Plotino. Si la primera es la belleza de las formas, una belleza estática, escultural, la segunda es la belleza de los movimientos, de la acción con dirección, una belleza dinámica, proyectiva. Si la primera pide ser admirada, la segunda atrae, inspira, estimula a imitarla.











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