domingo, 25 de diciembre de 2016

El abrazo

Paul Klee (1939).- El abrazo
Esta noche de Navidad que es, siempre lo fue, una noche mágica, sientes el peso de muchos interrogantes. Recuerdas a los que quieres, que están lejos. Te percibes como rodeado, más todavía, empapado por una niebla de trascendencia, entendida esta palabreja como un traspasar, un taladrar, ir más allá. Sin que llegues a ser plenamente consciente de ello, barruntas, intuyes, entrevés, que la inmensa mayoría de los problemas que nos afligen a los humanos tienen solución. Entre ellos están, naturalmente, los que te afligen a ti mismo. Y que esta solución pasa por un abrazo inmenso y a la vez único. Inmenso porque abarca a todo el Universo, cuando lo piensas te parece desmesurado, pero cuando lo sientes te das cuenta de que es así, a todo el Universo, empezando por los que tienes más próximos a ti. Y único, que quiere decir singular, porque no es el abrazo típico entre dos que salen a la vez al mutuo encuentro. No. Eres tú, solo tú, quien lanza al aire, que es el viento, este abrazo solitario que pretende abarcar a todo lo que existe.

Así, desde esta posición de partida, vas encontrándote con todos los que están cerca de ti y con todo lo que te es familiar, y tu abrazo se va convirtiendo, mágicamente, en un abrazo entre dos. Uno tras otro, uno tras otro, sin que le veas el fin, un maravilloso abrazo entre dos.

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