sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad 2016

Una madre siria refugiada y su hijo descansan tras cruzar la frontera con Jordania (ACNUR)

Yo creo en la magia de la Navidad, que a pesar de todos los años y decepciones pasados desde que hace ya más de dos mil Jesús nació en Belén, sigue siendo la fiesta más entrañable y hermosa de todo el mundo occidental, cristiano en su día. Me gusta felicitar a mis amigos con este motivo, pero de verdad, deseándoles que sean felices.

El sentimiento respecto a lo religioso (a favor o en contra) se ha ido interiorizando con el paso del tiempo. En nuestro mundo las proclamaciones públicas de ser algo o estar a favor o en contra de algo no tienen sentido salvo en circunstancias muy graves. No en balde la votación, corazón de nuestros sistemas democráticos, es secreta.

Las religiones, también la cristiana,  son todas una cuestión de fe. La Navidad es uno de los dos grandes misterios del cristianismo, que no tiene ni podrá tener nunca una explicación razonable. Solo puede llegarse a entenderla a través de la fe.

Por eso una forma de hablar de la Navidad, que es lo que yo querría hacer, es hablando de la fe, que es a lo que me dispongo.

¿Es la fe algo más que un acto de obediencia, ciegas ambas?

¿Tiene sentido hablar de la fe en nuestro mundo, tan alejado de lo sagrado?

¿Es la fe una forma de la confianza? Yo confío en mi madre, en mi mujer, mis hijos, mis amigos, ¿pero creo de verdad en ellos?

¿En qué creo yo? Esta es probablemente la gran pregunta que todos tendríamos que hacernos de vez en cuando. Y para los cristianos, por cierto, una de esas veces debería ser la Navidad.

¿Qué es tener fe? Confiar, esperar… sí, pero de una forma desinteresada. La generosidad, el altruismo, son características de la fe más importantes que sus contenidos concretos. Si yo tengo fe en algo, es que estoy dispuesto a empeñar mi vida en ello.

¿Daría yo mi vida por un hijo, o por mi mujer, empeñaría mi vida en la salvación de uno de esos niños de Alepo que ya han olvidado lo que es la sonrisa? Hay tantos Alepos, muchos tan cerca de uno...

Esa es la pregunta. Que podría plantearse en sentido inverso, de forma mucho más abierta, ¿por qué causa o persona o esperanza estaría yo dispuesto a entregar mi vida?

Vivimos en un mundo en el que muchos de nosotros no hemos sentido nunca la necesidad de hacernos esa clase de preguntas. No ha hecho falta. Los días han ido pasando, simplemente, sin nada definitivo que recordar.

Pues esta es la pregunta que yo quiero plantearme hoy junto a los que de vosotros queráis hacerlo. Tú y yo, ¿a qué causa o cosa o persona o esperanza estaríamos dispuestos a entregar nuestra vida, arriesgando nuestra seguridad, nuestro bienestar, nuestra confortable indiferencia?

Feliz Navidad y un fuerte abrazo.




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