viernes, 16 de diciembre de 2016

En la tempestad, atentos al viento

1851.- Aivazovski.- Tempestad.

Aquí en Duhatao el NW ha soplado con fuerza esta madrugada. Mi cabaña se conmovía, la lluvia crepitaba furiosa sobre el tejado de zinc, innumerables ruidos entrechocaban y se mezclaban de mil maneras distintas generando todo tipo de rumores, desde aullidos hasta cantos. Yo, entre sueño y sueño, he ido viviendo la confusión cósmica de esta tempestad, una más de las muchas que se abaten sobre Chiloé a causa de la pelea inacabable que mantienen, sobre el Pacífico cercano, los vientos helados que desprende la Antártida con los más cálidos de nuestras latitudes medias.

Suelo levantarme muy temprano, entre las 5 y 6 de la madrugada cuando todavía, en este verano austral, es de noche pero ya se inicia un suave clarear por el Este. Hoy lo hice así, enseguida me calenté un café, subí con él a mi estudio, encendí el ordenador y empecé a repasar las noticias que ofrecía mi prensa favorita.

Me sorprendió una extraña iluminación que poco a poco me iba poseyendo. Yo, que suelo ser un ferviente y crédulo lector de la prensa Internet, percibía ahora la inmensa superficialidad de las noticias que iban apareciendo en mi pantalla, su profunda falsedad, la inconsistencia de casi todas ellas. ”¡Diablos!” iba yo pensando, “¿cómo es posible que pierda mi tiempo todas las madrugadas con esta basura?”

No es que estuviera tomando por mentirosos a los periodistas que habían escrito aquellas noticias, la información era casi siempre veraz, de eso estaba yo convencido. La falsedad y la irrelevancia las veía en ellas mismas, sus protagonistas y sus contenidos. La mayoría solo deberían leerse cuando reflejadas en un espejo mágico que las despojara de su condición embustera, algo parecido a esos espejos descubridores de fantasmas porque éstos no pueden reflejarse en ellos.

Entonces comprendí que lo que necesitamos hoy de los periodistas no es que nos transmitan las noticias que les llegan, sino que salgan a buscar, con un espíritu investigador y crítico, también con mucha fuerza y esperanza, las noticias que de verdad y con urgencia pueden informarnos sobre los caminos que está siguiendo nuestro mundo a través del tiempo y hacia dónde se dirige.

Me asomé a la ventana. Empezaba a hacerse fuera una luz que era todavía muy gris. La enorme confusión impresionaba, árboles y arbustos se abatían unos sobre otros golpeados por un viento feroz que los castigaba desde muchas direcciones distintas. El entrechocar violento de sus ramas y hojas, además del propio ulular del viento a medida que ascendía por los barrancos que me rodean, se fundían en un gigantesco grito.

¡Que grandeza! Y sin embargo lo urgente, lo verdaderamente decisivo en aquellas circunstancias, sobre todo para el que estuviera sin refugio en mitad de aquella triste amanecida, sería conocer la dirección desde la que verdaderamente estaba soplando aquel vendaval.


Los mil vientos distintos que lo abatían todo desde muchas direcciones cambiantes no eran sino el resultado del régimen turbulento de la tempestad. Tenía que haber un viento general que soplara desde una misma dirección, no cambiante, del mar. Ese es el que sería importante, quizá decisivo, conocer.

1868.- Aivazovski.- Tempestad.

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