sábado, 3 de febrero de 2007

(1).- El pozo metafísico.




¿Existe lo espiritual? Y si existe, ¿tiene una importancia práctica en nuestras vidas? Este tema, tan absurdo y heterodoxo en el mundo occidental en que vivimos, donde adoramos a la diosa Razón, me parece interesantísimo. Por eso me lo voy a proponer como el primero a considerar en mi blog.
Para introducirlo copio un texto que escribí hace tiempo.

EL POZO METAFÍSICO.

Estoy convencido de que los seres humanos tenemos una arquitectura muy singular, a la vez que extraordinariamente sencilla. Lo más hondo de cada uno de nosotros, lo más entrañable e íntimo, a la vez que lo más universal y abierto, es de naturaleza espiritual. Este espíritu humano es, a su vez, como la interfase entre el alma, racional y espaciotemporal, y un misterio inefable que existe fuera del espacio-tiempo. Voy a intentar profundizar en la naturaleza de este misterio y de nuestras relaciones con él a través del espíritu. Para ello, y en aras de la eficacia pedagógica, no me queda otro remedio que acudir a una imagen. Intentemos ver al individuo humano como una esfera con tres capas: la exterior es el cuerpo, la intermedia el alma, la interior el espíritu. Pero lo sorprendente es que en el centro de esta esfera, rodeado totalmente por el espíritu humano, es decir, el mío, el tuyo, el suyo, el de cada persona, se abre un inmenso pozo metafísico, profundo y oscuro hasta extremos que se nos hacen inimaginables. De manera que un ser humano tiene hacia fuera límites perfectamente discernibles: el contorno de su piel, la precisión de su vista, la sensibilidad de su oído, la longitud de sus miembros, el alcance de su memoria, la agudeza de su inteligencia. Pero hacia dentro es ilimitado, está relleno de un abismo insondable, cuya naturaleza califico de metafísica porque nos es completamente desconocida.

El caso es que la mayoría de los humanos son totalmente ignorantes de esta su estructura interior. Solamente algunos, a través de duros y continuados ejercicios de introspección, han sido capaces de llegar hasta el brocal de su pozo metafísico. La mayoría de los que lo han conseguido, cuando se han asomado al pozo han retrocedido aterrorizados, poseídos por un vértigo indescriptible. Algunos, más valientes o tozudos, han persistido en su disposición de mirar hacia el fondo, y lo que han llegado a percibir ha sido un inmenso silencio, una hondísima nada. Poquísimos locos, sintiendo una atracción invencible, se han subido al brocal del pozo y se han arrojado a esta nada inabarcable. Han caído, y caído, y caído, crecientemente aterrorizados, verificando que la más absoluta oscuridad puede llegar a ser todavía más oscura. Han perdido todas las referencias, han constatado que esa nada en la que se van introduciendo tiene la capacidad de aniquilarlos. Y cuando, finalmente, se sentían a punto de desaparecer, bing, han desaparecido, para, bang, reencontrarse inmediatamente en el seno de Dios o, para los ateos que lo han intentado, de la Absoluta Trascendencia. Allí no han tenido miedo, aunque es mucho más complicado: allí ya no eran ellos, siéndolo, allí no existían ni el tiempo ni el espacio, solo Dios o la trascendencia más absoluta, pero desde allí ellos mantenían la capacidad de ver con absoluta lucidez la extensión, la razón y el significado de su presencia en el mundo. Luego se han despertado, como si fuera una mañana cotidiana más, como si vinieran de un sueño largo, profundo y relajante. Y ya no han podido volver a vivir su vida como antes, ni tampoco se han atrevido, en la mayor parte de los casos, a contar su extraordinaria aventura, por miedo a no ser creídos.

Este pozo metafísico es la pieza central de nuestra condición humana y a la vez su misterio más profundo. La inmensa mayoría de las personas pasa por la vida sin ser consciente de su existencia, lo que no significa que no juegue, para cada uno de ellos, un papel determinante. Porque el pozo es, además de un abismo central, una ventana inmensa abierta a esa totalidad en la que no existe el espacio-tiempo.

Ahora tengo que introducir una hipótesis, que a algunos les parecerá una locura y a otros la puerta que les abre un mundo nuevo. En cualquier caso, se trata de una hipótesis difícilmente sometible a prueba en el estado actual de nuestros conocimientos. Pero a la que hay que mantener como hipótesis, es decir, no podemos permitir que se convierta en creencia, tenemos que mantener la aspiración a que algún día pueda someterse a prueba.
La hipótesis es que el pozo metafísico no es sino un ámbito de encuentro. Su oscuridad, su vaciedad, son solo aparentes, la consecuencia de que, estando más allá del espacio-tiempo, el pozo es inconcebible para nuestra razón. La hipótesis afirma que es a través de este pozo como mantenemos todo tipo de relaciones espirituales, con los otros individuos, humanos o no, dotados de espíritu, con los grandes espíritus, con otros espíritus angélicos o demoníacos, y con Dios o la Absoluta Trascendencia.

Me gustaría terminar esta nota sobre el pozo metafísico con una consideración histórica. La visión de esa tercera dimensión espiritual del ser humano estaba en los primeros filósofos griegos, hasta Platón, aunque no en Aristóteles. También estuvo en las religiones primitivas, y sigue estando en las grandes religiones orientales. Está en el judaísmo. Estuvo en el cristianismo y en sus herejías durante los primeros siglos, en Orígenes, en San Agustín, en los Gnósticos, estuvo sobre todo en el gran Plotino y en otros neoplatónicos. Dejó de estar presente en la tradición escolástica que inició Tomás de Aquino. Desapareció de la tradición filosófica occidental desde Descartes, aunque luego los grandes filósofos alemanes, Hegel es un ejemplo, se debatieron, en vano, en su búsqueda. Intentó estar en la psicología profunda, a través de Jung. Ha estado siempre presente en los místicos, nunca en los científicos. Pero la lucha continúa, y lo hará hasta el fin de los tiempos. Esta es la condición humana.
Ludwig Wittgenstein testimoniaba con claridad sobre esta realidad espiritual en su Tractatus logico-philosophicus, donde dice:


6.522 Existe en efecto lo inexpresable. Tal cosa resulta ella
misma manifiesta; es lo místico.

2 comentarios:

Daniela dijo...

una sambullida fresca...un viaje hasta el fondo que guarda todo.

Voy a empezar con los descubrimientos.

Anónimo dijo...

Acabo de añadir a su página web a mis favoritos. Me gusta leer sus mensajes. Gracias!