domingo, 23 de octubre de 2011

Aguas de Trafalgar

Anteayer mi hijo y yo trasladamos al Kar II desde el que fue su base durante muchos años, El Puerto de Santa María, hasta Barbate, 30 millas naúticas al SE, en la boca NW del estrecho de Gibraltar.

Nuestra ruta está trazada en segmentos azules unidos por rombos
del mismo color. Navegábamos a unas 6 millas naúticas de la costa.
Fue un viaje precioso, quizá el primer día otoñal después de un larguísimo verano, con el cielo entreverado de sol y grandes cúmulos blancos, el mar intensamente azul, casi negro, y la mar surcada por olas medianas que anunciaban los vientos fuertes del SW que llegaron ya por la noche, con mucha lluvia. Tuvimos suerte, la navegación fue impecable y pescamos un bonito, que nos cenamos con una botella de vino blanco.
Este viaje suponía un renacimiento del Kar II, que se había pasado casi tres años amarrado a puerto, sin apenas navegar, y que ahora volvía a la mar, espero que por mucho tiempo. Quizá nos estaba agradeciendo la oportunidad que le dábamos, o era nuestra ilusión que se reflejaba en él, pero el caso es que navegó veloz, toreando con mucho arte una mar que le entraba de través, contento de ser útil de nuevo. Los tres, es decir, él, mi hijo y yo, nos reencontrábamos allí, en una extraña ceremonia iniciática de traspaso de poderes, contentos, libres de esos miedos que tienes cuando vas a navegar pero todavía no has soltado las amarras.


Surcábamos las aguas en las que tuvo lugar una de las batallas navales más grandes y trascendentes de la historia, la de Trafalgar. Fue allí donde se perdió definitivamente el imperio español, porque la marina británica se hizo con el poder absoluto sobre todos los océanos, y la España europea perdió sus enlaces con las Españas americanas. Aquellas son las aguas que más he surcado como navegante, quizá por eso he reflexionado mucho sobre esta batalla. La ganó la combinación de una marina, la británica, muy bien entrenada y diestra, con un héroe, Nelson. 


Es un asunto interesante éste de los héroes. Nelson era un oficial brillante de la Marina británica, que mandaba la flota que se enfrentó con un combinado francés y español en estas aguas de Trafalgar. Cuando ya estaba su flota formada en orden de combate, emitió un mensaje con las banderas de su barco, el Victory, dirigido a todos sus hombres, que decía: “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”. Luego se vistió su uniforme de almirante, con todos sus entorchados y dorados. Sus oficiales le imploraron que vistiera como un oficial de marina más, porque con todas sus galas sería fácilmente identificable por los fusileros que, desde las cofas más altas de los barcos enemigos, disparaban preferentemente sobre los mandos del barco contra el que combatían. Pero Nelson se negó.  No pasó una hora desde que se inició el combate cuando un fusilero francés le destrozó de un balazo la columna vertebral. Nelson murió antes de que terminara el combate, sin llegar a ser consciente de su gran victoria. 

¿Qué hay de heróico en el comportamiento de Nelson? Esta pregunta es complicada y fascinante. Reconociendo que puede haber muchas clases de héroes, me parece que el de Nelson es el comportamiento heróico más típico. El héroe se desplaza en cuerpo y alma a un plano superior al estrictamente humano. Asume plenamente su destino, con un fatalismo que lo llena de un valor temerario, que se ríe de la muerte. Es consciente de que a él le ha llegado el momento del todo o nada. Se siente, por otra parte, más un símbolo que un individuo humano. Quiere ser la primera víctima del sacrificio de miles de vidas que va a tener lugar allí, esas vidas de los marinos británicos, franceses y españoles que él está conduciendo hacia la muerte. Su identificación con el destino es ahora total. “Mando mi flota hacia la muerte y yo soy el primero que la asume como cierta, consciente de que nuestro sacrificio es necesario para la superviviencia de nuestra patria”, quizá sea esto lo que Nelson piensa.

La historia está llena de héroes, más aún, posiblemente sean los héroes quienes han acentuado y puntuado los grandes acontecimientos de la historia. Aunque hoy nos consideramos en un tiempo en el que los héroes ya no existen, yo creo que el heroismo es una característica esencial de lo humano, que nunca desaparecerá. Si la condición humana es una mezcla de Naturaleza y Cultura, yo definiría a un héroe como quien renuncia absolutamente a su naturaleza y se identifica hasta la muerte con su cultura. No es necesario que le llegue esta muerte para completar su heroismo. De manera que los héroes no lo son solamente de guerra. También hay héroes entre los poetas, los santos, los mártires (entiéndanse estas dos últimas acepciones en su sentido más general, no simplemente cristiano), los médicos, los científicos… qué sé yo cuántas categorías más. Como los hay entre la gente sencilla. Me acuerdo de Chiloé, de una madre campesina abandonada por el padre de sus hijos, a los que cría con una entrega total, desde el valor y la esperanza más firmes que uno pueda imaginar.

Es héroe todo el que es capaz de renunciar completamente a sí mismo por entregarse a los demás. Esto no significa que el que no sea un héroe tenga que ser un villano egoísta. Significa, simplemente, que no es un héroe, condición ésta, por cierto, poco frecuente por lo difícil.

Aguas de Trafalgar… Tengo tántos recuerdos asociados a ellas… Como el de la última aventura de Tomás Santos con su padre, apodado Barranco. Los dos eran barbateños y Tomás un buen amigo mío. Gente de mar los dos, casi desde que echaron los dientes. Barranco era un pescador emprendedor y valiente. Como la mar y sus riquezas son impredecibles, se había arruinado y vuelto a flotar varias veces. Ahora, arruinado Barranco una vez más, navegaban desde Barbate a El Puerto para entregar allí su barco a los acreedores, en pago de sus deudas. A la altura de Conil, Tomás tuvo una intuición y le pidió a su padre calar por última vez el palangre (también llamado espinel). Lo hicieron y cobraron una pesca excepcionalmente abundante de cañabotas, una especie de selacio muy apreciada. Llegados a El Puerto, la vendieron a buen precio, no suficiente para pagar sus deudas, pero sí para animarlos, una vez entregado su barco, a intentar, una vez más salir a flote. Así es la vida.

1 comentario:

Miroslav Yurac Romero dijo...

Olo, veo un gran simbolismo en esta navegación, parece un cambio de mando del antiguo Capitán, al nuevo, además recordando la epopeya del gran Nelson en esas aguas.
También te felicito porque has realizado este viaje con tu hijo, una oportunidad especial de compartir, quizás en la próxima navegación será tu hijo el que te invite. Serás capaz de entregarte a él y sus decisiones.
Felicitaciones por una entrada maravillosa
Cariños desde Chiloe, Miroslav