Nuestros sentidos sienten, nuestro cerebro percibe esas sensaciones. Estas percepciones, imágenes, olores, sabores, sonidos, tactos, combinaciones de todos ellos y de quién sabe cuántos sentidos más todavía no tipificados, se organizan en nuestra conciencia como vivencias y a la vez se almacenan en nuestras memorias como recuerdos.
Una parte de este mecanismo es reversible: nuestro cerebro puede extraer de las memorias algunos recuerdos para convertirlos en percepciones que no tienen una contrapartida real, porque no hay sensaciones que las respalden. Luego organiza estas percepciones virtuales en vivencias. Este complejo mecanismo por el que somos capaces de crear vivencias nuevas se corresponde bastante estrechamente con lo que llamamos imaginación. Pero en este camino hacia lo irreal se puede llegar todavía más lejos: es cuando no nos limitamos a recordar percepciones pasadas, sino que creamos percepciones nuevas, que no tienen una base real, integrándolas en extrañas vivencias, como la de un centauro, un dragón alado o cualquier otra rareza mitológica, entre otras muchísimas más, innumerables. Creamos así mundos nuevos, que solo existen en nuestros cerebros, entrando de lleno en el reino de la fantasía.
Si la percepción sensorial es esencial para vivir con normalidad, no lo son menos la imaginación y la fantasía. En esto, como en casi todo lo que se refiere a lo humano, hay grados, desde la imaginación más desbordante hasta su casi ausencia, desde la fantasía más arrebatadora hasta un realismo que puede llegar a trocarse en aburrimiento angustioso para el que lo padece.
A mí me parece que todo esto es maravilloso, y que la condición humana, con todas sus complejidades, es una selva virgen en la que siempre nos esperan sorpresas. Pero no solo en lo extraordinario, también en lo cotidiano, la imaginación y la fantasía están a nuestra disposición para ser usadas en tareas prácticas, y es a ellas a las que quiero referirme. Daré dos recetas:
1).- La imaginación geométrica, contra el insomnio.
Hay noches en que nos es imposible dormir. Para situaciones así suele proponerse el remedio de contar ovejas, que en mi experiencia es el camino más eficaz para que el insomnio se refuerce y llegue uno, simultáneamente, a aborrecer las ovejas. Con la imaginación geométrica lo que se hace es intentar ver la intersección de parejas de figuras geométricas progresivamente más complejas. Empezamos, por ejemplo, con un cuadrado y una recta, ambos sobre un mismo plano. La recta es mucho más larga que los lados del cuadrado. Situamos la recta en una posición que divida al cuadrado en dos rectángulos iguales. La giramos 45º y lo divide en dos triángulos iguales. Todo esto es claro. Pero ¿qué figuras vamos obteniendo cuando giramos ahora la recta ángulos comprendidos entre 0 y 45º? ¿Podemos imaginarlas, es decir, verlas?
El siguiente paso es, si todavía no nos hemos dormido, pasar al espacio tridimensional. Empezamos imaginando un cilindro vertical y un plano horizontal que lo corta. ¿Qué forma tiene la intersección de ambos? Un círculo, claro. Giramos el conjunto del cilindro con el plano, sin cambiar sus posiciones relativas, en distintas direcciones. La intersección seguirá siendo siempre un círculo. Pero ¿cómo la vemos nosotros? En el caso de que el cilindro esté horizontal y orientado hacia nosotros, como un círculo perfecto. En todos los demás casos, como elipses, hasta que el cilindro esté vertical y el plano coincida con el de nuestros ojos, en que la veremos como un segmento recto.
Volvemos a la situación de partida; si manteniendo ahora el cilindro vertical, inclinamos el plano horizontal un cierto ángulo, la intersección real de ambos ya no será un plano, sino una elipse. Intentamos ver en el espacio las distintas elipses que se forman cuando el ángulo de giro del plano horizontal varía.
Aún más complicado es el caso de las distintas intersecciones de un doble cono invertido, vertical (ver figura), con un plano que empieza siendo horizontal pero se va inclinando. Aquí lo que se genera, según el ángulo de inclinación del plano, son las distintas curvas cónicas: círculo. elipse, parábola e hipérbola. Juguemos con estas estructuras, intentemos verlas en el espacio, y cómo van produciéndose las transformaciones de unas en otras.
(Tomado de IES Fuentenueva) |
Siguiendo este método, más antes que después caeremos en un profundo sueño. Imaginar es, en definitiva, ver sin los ojos (también oler sin la nariz, escuchar sin las orejas, etc). El viaje espacial que emprendemos en esta receta equivale a que una madre inexistente nos duerma meciéndonos en sus brazos.
2).- La asociación imaginativa, contra el olvido.
Podemos extraer recuerdos de nuestras memorias para reconstruir vivencias que en su día fueron importantes para nosotros, pero que tenemos ya casi olvidadas. El tiempo las ha erosionado, del sinfín de recuerdos que las formaban solo podemos encontrar unos cuantos, con los que podemos componer solo la parte mínima de un rompecabezas. De lo que se trata aquí es de ir utilizando los recuerdos fragmentarios que vamos encontrando, para atraer otros recuerdos relacionados, hasta componer un cuadro que se aproxime mucho más a la vivencia original, completando casi el rompecabezas.
Pondré como ejemplo de lo que quiero decir uno de mis primeros amores platónicos. Yo no tendría más de ocho años y esta vivencia maravillosa tuvo lugar durante el verano, estando de vacaciones en la playa. Ella era una niña de mi edad, quizá algo mayor que yo, porque mientras más joven eres mayores son las mujeres de las que te enamoras, empezando, cuando no eres casi nadie, por tu madre. Solo la vi durante Julio y Agosto, en misa los domingos, y solo en la parroquia de Nª Sª del Carmen, porque cuando íbamos a misa al convento de los Capuchinos nunca la encontré. Es decir, no la vi más de cuatro o cinco veces, suficiente para haberme dejado una huella imborrable, aunque erosionable por el tiempo. Jamás hablé con ella, nos limitamos a mirarnos. De todo ello puede deducirse que las vivencias que tuve con ella fueron principalmente imaginativas y hasta fantásticas, aunque tuvieron una base real.
El ejercicio de reconstrucción empieza por ir componiendo cuidadosamente los recuerdos que pueden recuperarse de las memorias, hasta reconstruir una vivencia esquemática, muy lejos todavía de la plenitud emocional que tuvo.
Empiezo teniendo sus ojos, los rasgos generales de su rostro, su altura, algo mayor que la mía. Su pelo se me aparece como una melena recogida por un lazo celeste. Este arrastra a su vestido, blanco, sin mangas, elegante, recogido por un cinturón que no consigo recordar. Ahora recuerdo el ángulo desde el que yo la observaba, siempre algo detrás de ella, porque a su madre le gustaba ponerse en las primeras filas del templo. Y este recuerdo me trae su belleza aplastante. Ahora veo que su rostro se vuelve y me mira, fijamente, como si ya supiera que yo la observaba. Se me reconstruye como por un milagro la intensidad de la mirada, su profundidad. Salta aquí, como un geiser tranquilo, o como un manantial, la complicidad que compartimos. Dos personas, dos mocosos, en el seno de una multitud, mirándose intensamente. Un milagro. A pesar de todos los años que han pasado, me siento unido a ella por esa mirada.
Ya está aquí la vivencia con toda su carga emocional. Desde ella puedo continuar reconstruyendo todo el paisaje humano. La iglesia, el cura diciendo el sermón o consagrando, la luz específica de aquél templo, el calor, el ruido de los abanicos de las mujeres, la salida del templo al final de la misa, la última mirada intercambiada antes de no vernos nunca más. Todo eso.
Las dos recetillas que acabo de dar se refieren a la imaginación. En cuanto a la fantasía, el asunto es mucho más difícil. Siguiendo con la analogía culinaria, la fantasía es como el merkén, el curry, la sal o la pimienta, cada vivencia exige la cantidad justa para ella, a veces mucha, otras muy poca. En cualquier caso, la fantasía es un componente esencial de la creatividad, indispensable para los científicos, también para los novelistas, todavía más para los poetas, necesaria para todo artista. La fantasía es la partera de los mundos nuevos que van tejiéndose en el enorme tapiz de la historia. Nada menos.
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