Cuando nos hablan de máquinas o técnicas lo que se nos viene a la cabeza es lo más cercano a nuestra experiencia vital. Para cualquiera de nosotros las máquinas son electrodomésticos, ordenadores, automóviles, celulares, y las técnicas la cirugía, el vuelo transoceánico, la audición de música en alta fidelidad, cosas así. Todas estas máquinas y técnicas facilitan nuestras vidas y hasta llegan a sernos imprescindibles. De manera que entendidas las máquinas como objetos de uso cotidiano, y las técnicas como formas de utilizar las máquinas, técnicas y máquinas son para los humanos motivo de satisfacción, no de descontento. Estamos orgullosos de casi todas ellas, aunque haya algunas, como las armas, cuyo uso tenga consecuencias tristes.
Pero la situación cambia cuando miramos lo técnico desde más lejos, con más perspectiva. Vemos ahora que las máquinas que nosotros manejamos no son autónomas. Se integran en complejos sistemas de máquinas, del mismo modo que lo hacen en complejos sistemas las técnicas correspondientes. Siguiendo la terminología de Lewis Mumford, en megamáquinas y megatécnicas. Aquí es donde está el corazón de la Técnica. La mayoría de nuestras máquinas individuales servirían para bien poco si no estuvieran integradas en megamáquinas.
Todo esto puede ser difícil de ver, quizá porque los humanos hemos venido cometiendo durante los últimos siglos un gravísimo error de perspectiva. Hemos puesto toda nuestra atención en lo individual, hemos considerado al individuo la unidad fundamental sobre la que construir nuestra comprensión de la Cultura.
Y no es así. Al menos en aquella parte de la Cultura que es la Técnica, lo que acontece es casi siempre consecuencia de las actuaciones de sistemas muy grandes y complejos, a los que ni los individuos humanos ni las asociaciones que formamos, como los partidos políticos, las municipalidades, las comunidades religiosas o culturales, somos capaces de controlar.
Se trata de las megamáquinas. Inicialmente, y me refiero a los tiempos de la construcción de las pirámides o las catedrales medievales, pudo estar al mando de aquellas megamáquinas una élite sacerdotal. Pero después las megamáquinas han crecido tanto en tamaño y complejidad que solo obedecen sus propias leyes sistémicas. Se han convertido en grandes sistemas complejos, en gigantescos autómatas, que se atienen a sus propias normas de funcionamiento. No solo son impermeables a las voluntades humanas, sino que ni comprenden ni en consecuencia respetan a la Naturaleza, poniendo de este modo en peligro los fundamentos de la civilización y de la vida humana.
Esto no significa que las megamáquinas sean unas bestias peligrosas que deban ser destruidas. Muy al contrario, constituyen el fundamento de nuestra civilización tecnológica, la base de nuestro bienestar y de nuestras esperanzas de futuro. Seguramente no podremos prescindir de ellas. Pero el problema está en que tenemos que recuperar su control. De no ser así, pueden acabar destruyéndonos.
Hemos metido el mundo entero, con toda su complejidad, en la pantalla de nuestro ordenador, de modo que ésta puede llegar a ser la única ventana de nuestra casa. El ejemplo más claro de megamáquina es Internet, a la que podría considerarse como la megamáquina de la Información y el Conocimiento. Es en efecto una megamáquina, pues está constituida por un sin fin de equipos de hardware repartidos por todo el mundo, las conexiones físicas que los unen y las energías que los alimentan. También es una megatécnica, integrada por el complejo software que controla la red, los innumerables paquetes particulares de software que hacen uso de ella y los gigantescos flujos de información que circulan por Internet y se almacenan en la red. ¿Quién controla Internet, quien manda en la Red? La respuesta es que nadie y todos. Nadie porque no existe un poder centralizado que pueda tomar decisiones sobre el destino de la Red. Todos porque cada uno de nosotros puede moverse por la Red con enorme autonomía. Esta respuesta, este “nadie y todos”, es insólita y a la vez inquietante. Hace a Internet vulnerable, ya lo estamos viviendo en la multitud de infecciones que circulan por la red amenazando a nuestros sistemas particulares. Pero también está cambiando radicalmente el mundo, es decir, nuestra forma de aprender, comprar, trabajar, distraernos, relacionarlos con los demás, etc. Internet es una megamáquina muy joven. Hasta el momento estamos disfrutando, fundamentalmente, de sus beneficios. Pero antes o después, si no hacemos algo por evitarlo, seguirá exclusivamente su propia lógica interna y perderemos su control. No soy capaz de predecir cuáles pueden ser los males que a partir de ese momento pueda traernos Internet. Como todos los grandes sistemas, su comportamiento como megamáquina es contraintuitivo, insospechado. Pero algo puede especularse. Lo que a mí se me ocurre ahora me limitaré a proponerlo como un ejemplo: Internet, gracias a sus avances tecnológicos, puede llegar a capturar la imaginación y la voluntad de los individuos humanos, convirtiéndolos en adictos de la megamáquina, en esclavos de ella. Ya se ven en nuestros días algunas consecuencias de esta tendencia: proliferamos más y más los adictos a Internet, que empleamos muchas horas de nuestra corta y preciosa vida enganchados a la giugantesca megamáquina, simplemente revoloteando a su alrededor como lo haría un insecto en verano con la lámpara que luce en el jardín. Por otra parte, Google es una herramienta maravillosa, está suponiendo, en muchos aspectos, una verdadera revolución cultural; pero a la vez cada día proliferan más, sobre todo entre los muy jóvenes, los “sabios a lo Google”, que lo ignoran casi todo pero encuentran también los datos que necesitan en Google, casi a la velocidad de la luz. Y para qué hablar del efecto, cuyas consecuencias nos son desconocidas, que está teniendo el fácil acceso a la pornografía que nos proporciona Internet en nuestra visión del cuerpo humano y en nuestro entendimiento de lo sexual, y yendo un poco más allá, de lo libidinoso. ¿En qué acabará todo esto? No lo sabemos, pero convendría que anduviéramos prevenidos y que intentáramos hacer algo, como colectividad de humanos, por mantener Internet bajo un control democrático y humanista. -----oooOooo----- Pueden definirse otras muchas megamáquinas y megatécnicas. En casi todas podemos constatar la existencia de una situación similiar a la de Internet: los humanos no las controlamos en su totalidad, en algunos casos ni siquiera apenas; pero a la vez casi todos los humanos tenemos acceso fácil a ellas y podemos usarlas. Aunque como sistemas muy complejos que son, pueden llegar a comportarse de manera contraintuitiva, sorprendiéndonos a veces desagradablemente, poniendo así en riesgo a nosotros los humanos, a otras megamáquinas y a la naturaleza que nos rodea. Describiré con la mayor concisión posible algunas de las megamáquinas más potentes e influyentes. Megamáquina de la Energía. Su moneda de cambio es el Watio. Partiendo de las distintas fuentes naturales de energía, las convierte en formas de energía utilizables por los humanos y sus máquinas, y las distribuye a los puntos donde es consumida. Así tenemos: .- Combustibles fósiles (carbón, petroleo, gas). Se extraen de grandes yacimientos subterráneos. Se transforman en energía utilizable en centrales térmicas y refinerias, donde se convierten en electricidad y en combustibles líquidos, usado estos últimos principalmente para el transporte. .- Campo gravitatorio. Se acumula su energía potencial en grandes represas, que al caer el agua desde ellas produce electricidad en grandes centrales hidroeléctricas. .- Turbulencias de la atmósfera. La energía del aire en movimiento se convierte en electricidad en grandes parques eólicos. .- Luz solar. La energía de la luz se transfoma en energía térmica y luego en electricidad en parques fototérmicos, y directamente en energía eléctrica en parques fotovoltáicos. .- Fisión nuclear. La energía de enlace del átomo de Uranio se desintegra en energía térmica que luego se convierte en electricidad en grandes centrales nucleares. .- Biomasa. La energía química almacenada en moléculas de azúcar componentes de cosechas vegetales, se reorganiza por acción enzimática en moléculas más pequeñas de hidrocarburos o etanol que pueden usarse como combustibles líquidos. Todos los elementos mencionados están interconectados en un sistema gigantesco, de alcance planetario, que incluso tiene una regulación global, la Agencia Internacional de la Energía. Pero se trata de una regulación muy laxa. El sistema está integrado por una multitud de grupos empresariales, gobiernos, grandes áreas urbanas consumidoras, políticas y técnicas, cada uno de los cuales intenta optimizar su situación en función de sus intereses, necesariamente limitados. Hace ya muchos años pudimos pensar que cada estado tenía su propia megamáquina energética, controlada directamente por su gobierno en función de los intereses de los ciudadanos de ese estado soberano. Pero ya no es así. Todo se ha internacionalizado y multinacionalizado. Hay muchos ejemplos de cómo, en una megamáquina así, los humanos podemos perder su control. Mencionaré solamente el complejo hidroeléctrico de Aysen. Lo han proyectado y promovido grandes grupos empresariales cuyo interés no puede ser otro que el de fomentar al máximo la hidroelectricidad. No se ha tenido en cuenta el impacto que un proyecto de esta envergadura puede tener en una zona prístina como todavía lo es el Sur de Chile. Y el estado chileno no tiene (quizá no puede tener) ni argumentos, ni fuerza, ni convicciones para controlar una iniciativa así. Mencionaré también a Chiloé, como una región en la que la megamáquina de la Energía no ha penetrado todavía con fuerza, debido a la singularidad de que una buena parte de las necesidades energéticas de Chiloe las provee la leña producida localmente. Pero ya están llegando los Parques Eólicos, que como en el caso del de Mar Brava, ocupan el territorio sin ninguna justificación ambiental seria, privando así a los chilotes de la gestión de sus propios recursos naturales. Iniciativas como ésta se esconden detrás de la bandera sacrosanta de las energías verdes, pero en realidad representan intereses económicios cortoplacistas. También en este caso el estado chileno intenta volver la cara hacia otro lado. Podría (y debería) escribirse todo un grueso libro describiendo las megamáquinas más importantes, para que los individuos humanos las estudiaran y pudieran así prepararse para evitar ser esclavizados por ellas. No es este el lugar de extenderse mucho en el asunto. Me limitaré a dejar algún comentario sobre las megamáquinas más siginificativas. La megamáquina del Dinero ha conseguido, al globalizarse, liberarse de todo tipo de controles eficaces. Así metastatiza y pierde las funciones útiles que desempeñaba en la economía de las naciones. La megamáquina militar tiene como cometido fundamental preservar la paz en el mundo. Pero al menos desde la II Guerra Mundial hasta la caída de la URSS lo que ha venido haciendo es preparándose para la guerra definitiva, el apocalipsis que terminará destruyendo el mundo. Y lo ha hecho con un enorme secretismo, sin que los pueblos y los políticos que los representan hayan podido influir en sus grandes decisiones estratégicas. La megamáquina urbana ha acumulado a los humanos en megaciudades donde llevan una vida totalmente artificial. Si hoy el 50% de la población mundial es urbana, se calcula que en mitad del siglo XXI lo será el 75%. La megamáquina Urbana aleja a los humanos de la naturaleza. Esto tiene aspectos positivos y negativos. En lo negativo, es una amenaza para la naturaleza, a la que ignora y pisotea. En lo positivo, puede proteger a lo que queda de naturaleza de la amenaza de la superpoblación. Lo que será fundamental en el futuro es que las relaciones entre esta megamáquina Urbana y la Naturaleza cambien profundamente, para bien de ambas. Termino ya. Quisiera concluir afirmando que la Técnica ha llegado a ser un peligro para la humanidad y el resto de la naturaleza, al proliferar megamáquinas tecnológicas que están fuera del control humano. La tarea más urgente que tenemos por delante no es reequilibrar los tres pilares en que se apoya la Cultura: Técnica, Humanismo e Historia. Sino controlar las megamáquinas. Claro que no tendremos éxito en esta tarea urgente si no procedemos al reequilibrio arriba mencionado. En una entrada próxima haré un análisis más detenido de la megamáquina del dinero. |
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