viernes, 17 de febrero de 2012

Catarsis

¿Cuántos “yo” diferentes conviven en una misma persona?

En sentido estricto, cada persona tiene un solo yo, esa combinación de conciencia, memoria y reflexión que se intuye a sí misma como individuo y tiene una continuidad en el espacio y el tiempo.

Pero en sentido amplio pueden ser muchos los “yo” que coexistan en una misma persona.
Algunos ejemplos:
1.- El [“yo” que fue] versus el [“yo” que será]
2.- El [“yo” corporal] versus el [“yo” psíquico]
3.- El [“yo” que tiene] versus el [“yo” que es]

Me interesa considerar en esta entrada la antinomia #3.
Mi inspiración procede de lo que escribió Erich Fromm sobre “tener” o “ser” como modos alternativos de estar una persona en el mundo.

En un extremo quedan las personas que están en el mundo solo en función de “lo que tienen”: una patria, una lengua, una familia, una casa, un automóvil, unos ahorros, una educación, una profesión, un celular, unos vestidos, unos recuerdos, unas ambiciones o esperanzas… todo eso.

Libre del "tener"... una jaula
(Dibujo de JCE)
En el otro extremo, poco frecuentado, las personas que están en el mundo solo en función de “lo que son”: sus valores libremente elegidos, su visión personal del mundo, construída (o reconstruida) por ellos mismos, sus concepciones del bien y el mal, el amor y el odio, la vida y la muerte…, su coraje (o miedo) para enfrentarse con lo inesperado, su capacidad (o incapacidad) de ser generosa… todo eso.

Pero la mayoría de las personas somos, en la práctica, una mezcla casi nunca equilibrada de “tener” y “ser”. El peligro de la vida es que el “tener” suele fagocitar al “ser”, y es peligro porque mientras que el ”ser” implica una realización del proyecto que uno fue al nacer, el “tener” no es más que una forma de alienación, de enajenación de uno mismo, que conformándose  con el “teniendo”  renuncia al “siendo”.

Pues bien, y ahora llego a la consideración final de esta entrada: el ponerse uno en viaje le ofrece la maravillosa oportunidad de dejar atrás el “yo_que_tiene” para encontrarse casi a solas con el “yo_que_es”.

No sirve para esto cualquier viaje, por supuesto. En la medida en que la persona viaja superprotegida (planificada, organizada, dirigida, etc), se mantiene confortablemente dentro del “yo_que_tiene”.


Luz al final del camino (tomada de Ravenography)

Pero si el viaje de esa persona es humilde, si lo que intentas es ver, escuchar, sentir, imaginar… todo lo mucho que desconoces, si precisamente por eso estás abierta a lo inesperado, incluso a lo insospechado…, ese viaje  va a darte la oportunidad de dejar atrás tu “yo_que_tiene” para adentrarte en tu “yo_que_es”. Y es casi seguro que ese ayuno del “tener” te va a liberar de muchísimas toxinas que se te han ido acumulando, de modo que vas a volver renovada. 

Esa es la catarsis del viaje, la purificación en la acción, conseguida paso a paso a lo largo del camino y capaz de justificar todas las incertidumbres nacidas de estar en tierra extraña.

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