martes, 19 de abril de 2011

Canal de Chacao



Cruzando hoy el canal de Chacao hacia el Chile continental, camino de España, yo miraba sus aguas azules y profundas, atormentadas por los remolinos y afloramientos de multitud de corrientes misteriosas, pensando que esta es una verdadera puerta de Chiloé. Hay que llamar a ella, cruzarla y cerrarla: eso es lo que hace el barco, tanto cuando entras en Chiloé como cuando sales. En el trayecto te encuentras con toda una fauna que, si es la primera vez que viajas tan hacia el Sur, te sorprende y fascina: los cormoranes en sus vuelos horizontales, rasantes y potentes, las golondrinas de mar cayendo en picado sobre cardúmenes de peces pequeños que tú desde el barco no ves; los sesudos y calmosos pelicanos, esperando casi siempre algo que tú desconoces; los lobos marinos, con sus cabecitas de sirena asomando sobre las aguas.


Para mí esta tarde, la puerta del canal de Chacao se abría hacia fuera. Dejaba atrás Chiloé, en momentos así es cuando llegas a darte cuenta de lo que pierdes. 
Ante todo, pierdes un misterio que estabas empezando trabajosamente a comprender: Chiloé no es convencional, sus claves son distintas a  las de las ciudades en que viven más del 80% de los occidentales.
Luego pierdes un sentido del transcurrir del tiempo muy próximo a los ciclos de la naturaleza, en contraposición a ese tiempo urbano gobernado por los horarios televisivos y las horas punta. 
Finalmente, pierdes el silencio y la paz que con él viene. 
No, finalmente no. Pierdes más cosas, pero no es este el espacio para enumerarlas todas.

No sé cuánto durará este Chiloé tan especial, tan distinto. Con un poco de suerte en lo económico, puede ser mucho. Siempre que los poderes de todo tipo que vuelan sobre el mundo no se fijen demasiado en él, no lo elijan como campo de batalla donde ganar medallas en la lucha interminable por el progreso, quiero decir, por su progreso, el de ellos.

¿Soy retrógrado? No lo creo. Soy capaz de ver un Chiloé fiel a sí mismo que gestione su propio progreso, donde no haya sillones de dentista en que le quiten hasta las raíces de sus dientes. Para eso necesita ayuda, claro que sí, como cualquiera. Pero la merece.


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