martes, 14 de junio de 2011

Antonio López (1976-1982).- Madrid desde Torres Blancas

Lo que significan las fechas en el título de esta entrada es que Antonio López tardó siete años en pintar el cuadro “Madrid desde Torres Blancas”, una vista del Nordeste de Madrid desde un edificio muy alto llamado Torres Blancas, situado al pie de la autovía que lleva al aeropuerto de Barajas.

Siete años a lo largo de los cuales, no todos los días, sino cuando sentía la necesidad de hacerlo, Antonio López subía a lo más alto de las Torres Blancas, contemplaba y pintaba. Un cuadro como el aquí representado es la antítesis de una fotografía. Para apreciar esto hay que examinar el cuadro en su realidad, colgado en un museo. A medida que te acercas a él la imagen precisa, hiperrealista, va descomponiéndose en trazos analógicos que reflejan la inspiración y el genio del artista. No hay píxeles rectangulares al final, sino pinceladas gobernadas por una mano humana, dirigida por un cerebro humano, dentro del cual se van encendiendo fogonazos de sensibilidad artística, inspiración, pasión, y en el fondo de todo, amor. Es imposible emplear siete años en pintar un cuadro como éste si no hay en el fondo mucho amor a lo que se está haciendo y al paisaje que se está pintando.

Yo creo que Antonio López es un místico, que su pintura va mucho más allá del hiperrealismo, que es un ejercicio de contemplación, un “cómo ignorarse, que es recogerse, hacia fuera”, título de la entrada publicada en este blog el 8 de febrero del 2007. El pintor penetra con sus ojos iluminados desde dentro la realidad que tiene ante sí, lo hace con todas sus fuerzas, de manera que poco a poco va vaciándose, a través de su propia luz, de ese sí mismo que lo esclaviza, hasta que totalmente vacío de todos sus egoísmos, es esa realidad exterior la que se apodera de él, lo penetra, llega a su cerebro, desde éste a su mano, convirtiéndose poco a poco en la obra de arte impresionante que, finalmente, este pintor místico nos ofrece. Por eso, un paisaje como el que encabeza esta entrada nos impresiona, nos deja con la boca abierta, capturados por la emoción y el descubrimiento. Lo que en primera instancia parecía una fotografía se nos revela como un pozo profundo lleno de esfuerzo humano, amor y verdad. Nada menos.

Como todos los místicos, Antonio López es a la vez un esforzado hombre de acción. Sus cuadros no son fáciles. Cientos de horas de observación minuciosa, a lo largo de años, entremezcladas con millones de pinceladas, de hacer y rehacer y mezclar y descubrir colores en su paleta de pintor, de avanzar y retroceder y corregir y restaurar. No es el final lo que lleva a Antonio López a meterse en estas aventuras, sino la aventura en sí misma, ese conjunto indisociable de contemplación y acción en el que quizá el pintor, como Plotino, se haya quedado alguna vez transido en la revelación de ese misterio innombrable a cuya búsqueda dedica su vida todo artista de verdad.
Antonio López, pintor de paisajes, utiliza la escultura para representar lo específicamente humano. También en este arte es un maestro. Por eso no he podido resistirme a traer a esta entrada una foto de sus esculturas del hombre y la mujer, que tardó veintiséis años en terminar de componer. Eso no puede hacerse sin mucho amor de por medio.


Técnicamente son una obra prodigiosa. Antonio las ha esculpido con artes de pintor, pues son mosaicos de muchos trozos de madera que se han tallado independientemente, han sido vaciadas por dentro, los modelos humanos sobre las que se han basado se han ido sucediendo a lo largo de un tiempo de ejecución tan dilatado. En fin, lo que es característico de este hombre genial, que la historia de lo que ha hecho es tan apasionante como el resultado final. El cual, por cierto, a la izquierda lo tenemos malamente representado en una tosca foto, sobrecoge por su misterio y su contenido de verdad.











Finalmente, adjunto la URL de un vídeo en el que se entrevista al artista: http://www.cedecom.es/documental/ver_video.asp?idProducto=778&idnoticia=819
Antonio López tiene un rostro tallado a hachazos, de monje cartujo, y un habla sencilla, de campesino. Rebosa autenticidad. 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

fALLECIO EN MARRUECOS EL CONNOTADO PINTOR HIPERRREALISTA CHILENO CLAUDIO BRAVO.
OLO, SOBRE GUSTOS..... PERO DONDE HAY MAS ARTE, EN UNOS TRAZOS IMPRESIONISTAS O EN UNA COMPULSION A COPIAR LA REALIDAD COMO UNA FOTOGRAFÍA, QUE ES LO QUE VALORA UNO, EL TRABAJO INCREIBLE, LA MINUCIOCIDAD, QUE ES EL ARTE FINALMENTE?? PORFA ILUMINAME NUEVAMENTE

olo dijo...

Lo de “ilumíname nuevamente” suena irónico, como mucho aspiro a no resultar aburrido.
La pregunta es interesante.
(1) En cuanto al arte: desde el punto de vista del espectador, hay arte en aquella obra que tiene el propósito de sorprenderme, emocionarme, aportar algo nuevo a mi sensibilidad… ¡y lo consigue! Creo, y su historia lo demuestra, que el arte no está sometido a reglas rígidas. Lo que exige siempre el arte es la existencia de una “obra de arte” entre el artista y el espectador; el primero la crea, el segundo se la apropia, la hace suya, la recrea. Esta capacidad de “volverse a crear” en el espectador es lo más misterioso y profundo que tiene el arte, convierte al artista en un mago poderoso.
(2).- Antonio López no es exactamente un hiperrealista. Él afirma, y yo lo creo, que nunca usa fotografías como modelos para sus pinturas. No sé si a Claudio Bravo le pasa algo parecido; no lo conocía, al leerlo en su comentario lo he mirado en Internet y me ha impresionado. Hay una diferencia curiosa con AL; éste se obsesionó pronto con la representación de su ciudad, Madrid, CB es más pintor de figuras humanas.
(3).- La aparición de la fotografía a finales del XIX fue un seísmo para la pintura. Eso puede verse en museos como el Thyssen Bornemiza, en Madrid, uno ve cómo irrumpe la pintura abstracta, o no figurativa, como una superación de la “crisis fotográfica”. Pintores como AL o CB recuperan para la pintura el derecho de representar la realidad tal y como el ojo la ve, en cuadros no hechos de píxeles, sino de pinceladas. Pero allí no está solo lo que el ojo ve, también hay una interpretación subjetiva por el artista de los colores, las sombras, los volúmenes, etc. Y hay mucho amor por parte del artista, así es, aunque la expresión pueda parecer cursi. Yo creo que, al menos en el caso de AL, es un amor místico, o contemplativo, y eso me llama la atención, porque el fenómeno místico me interesa. ¿Vale la pena el esfuerzo que esto representa? Para mí sí, porque los cuadros de AL me conmueven, y ese es el criterio básico, en mi opinión, que justifica el arte.