Cuando te levantaste esta mañana no lo esperabas. Al principio te sorprendió ver despejado el ventanuco de tu celda, ese que da al patio interior de tu prisión y que siempre había estado cubierto por unos tablones. El cielo azul estaba allí, al otro lado. Tú te animaste, pegaste un salto y agarrándote a las rejas estiraste el pescuezo para escudriñar lo que pudiera haber abajo.
Pero no había nada. Solo un patio lleno de soledad y silencio. Tierra suelta, muros grises, decenas de ventanucos como el tuyo, sin señales de vida, negros. Enseguida te dejaste caer hacia atrás, pensando cuánto mejor habría sido para ti que los tablones hubieran seguido tapando la vista.
Ya por la noche, mientras que intentas dormirte, no dejas de preguntarte quién puede haberlos quitado.
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