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Policías griegos cercados por los cócteles Molotov. |
La situación que atraviesa Grecia en estos momentos es extraordinariamente difícil. Los europeos haríamos bien en observar cuidadosamente lo que está pasando allí. Los ciudadanos griegos están siendo llevados al límite, su situación recuerda a la de los argentinos de los tiempos del corralito (2001-2002), con la diferencia de que los argentinos estaban solos, mientras que los griegos forman parte (!!) de la Unión Europea (??).
Grecia está en quiebra. Es cierto que no solo el pueblo griego está sufriendo un apretón de cinturón, también los mercados que les prestaron dinero van a dejar de cobrar mucho de lo que los griegos les deben. Pero lo que a mí me resulta escandaloso es que todos los dedos acusadores apuntan a los griegos como únicos responsables de lo que ha pasado, cuando esto, muy probablemente, no es cierto.
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Manifestantes griegos enfrentados a la policía |
Recomiendo leer dos artículos (1 y 2) del magnífico blog "The Street Light" sobre las causas de la crisis financiera en que se debaten los llamados países periféricos de la Eurozona (Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia), en oposición a los llamados países centrales (Alemania, Francia y el resto), los cuales se mantienen (por cierto cada día un poco menos) en la estabilidad y la prosperidad.
Kash Mansori, el autor de este blog, analiza dos posibles orígenes desencadenantes de la crisis: el que llama "causas locales", que culpa a los países periféricos por su despilfarro y mala administración, y el que denomina "causas sistémicas", donde la crisis ha sido originada por el corte repentino de un flujo cuantioso de capitales desde los países centrales a los periféricos, abierto durante casi diez años, desde que en 1999 se creó el euro, y cerrado bruscamente a partir del 2009, como consecuencia de la debacle financiera que en 2008 se abatió sobre el mundo entero desde Wall Street.
Pues bien, Mansori prueba con datos macroeconómicos que el origen de la crisis que nos ocupa está en las causas sistémicas. Y no es este el primer caso: la crisis de Mexico en 1994 tuvo, según Mansori, causas parecidas, un flujo de entrada de capitales sostenido durante más de cinco años que se paró bruscamente.
Remitiéndonos al caso español, cuando el flujo de entrada de capitales empieza a pararse en el 2008, el sector inmobiliario, que crecía a un ritmo vertiginoso gracias a los préstamos de los bancos alemanes , se convierte en una burbuja inmobiliaria que estalla, provocando la quiebra de muchas empresas constructoras y promotoras de viviendas, llevando a muchos trabajadores al paro y poniendo en una situación muy difícil a los bancos españoles, que se encuentran con que deben a los bancos alemanes un dinero que no saben cómo pagar.
Pero la Unión Europea, por imposición de una Alemania apoyada abiertamente por Francia y tácitamente por el resto de los países centrales, se niega a que el Banco Central Europeo dé créditos fáciles a los gobiernos de los países periféricos que les ayuden a capear la crisis.
Se llega así a una situación que Mansori describe en los siguientes términos:
1).- La crisis de los países periféricos se produce a consecuencia de un mecanismo macroeconómico bien conocido: un flujo sostenido de capitales desde los países centrales a los periféricos se termina con un parón súbito, que precipita a los periféricos en una crisis de liquidez; sencillamente, de pronto se acaba el dinero. Esta crisis no puede resolverse desde los países periféricos; necesitan el apoyo económico de los países centrales, además de la decisión de ir a una política de austeridad por parte de los periféricos. Los responsables últimos de esta crisis no son los países periféricos, sino los ciclos macroeconómicos, que hacen inevitable una sequía repentina después de una inundación prolongada de capitales.
2).- Durante los años de bonanza económica previos a la crisis, tanto los países centrales como los periféricos se han visto beneficiados. Los centrales han obtenido buenos rendimientos de inversiones hechas en euros, sin riesgo de cambio de divisa, en los países periféricos, mientas que estos se han desarrollado económicamente gracias al dinero invertido por los centrales, con lo que la convergencia social y económica de la Unión Europea ha avanzado mucho.
3).- Pero del mismo modo que centrales y periféricos compartieron los beneficios de la bonanza económica, ahora deben compartir las dificultades de la crisis. Esto quiere decir que los países centrales están obligados a ayudar a los periféricos en la resolución de la crisis económica, así como estos últimos están obligados a practicar políticas de austeridad.
En este forcejeo se está. Las políticas de austeridad se van imponiendo con dolor en los países periféricos. Pero los países centrales están apretando demasiado, y no parecen muy dispuestos a asumir las cargas que a ellos también les corresponden.
Si esta situación no se resuelve pronto, el futuro de la Unión Europea será sombrío. Pero hay que ser optimistas y pensar que lo más probable es que poco a poco se vaya alcanzando un equilibrio entre la obligada generosidad de los países centrales y la obligada austeridad de los periféricos. De hecho, ya está pasando que el Banco Central Europeo ha relajado mucho sus condiciones de crédito a los países periféricos y de apoyo a sus bonos soberanos. También que en los periféricos se van implantando dolorosas políticas de austeridad, con la aceptación de las mismas por sus ciudadanos.
Pero hará falta mucho más.Los países centrales más grandes necesitarán estadistas que vean el largo plazo, antes que políticos condicionados por el electoralismo a una visión demasiado cortoplacista. Los países periféricos tendrán que convertir en una obligación constitucional la austeridad presupuestaria, como ha pedido Alemania y ya ha hecho España. La Unión Europea tendrá que unir a la moneda común, el euro, una política fiscal común. El Banco Central Europeo tendrá que defender con todas sus armas los bonos soberanos de los países periféricos miembros de la Unión Europea.
Además, y quizá más importante, los políticos y los medios de comunicación europeos tendrán que contarle toda la verdad a los ciudadanos, cosa que hasta ahora de ninguna manera se ha hecho. Los creadores europeos tendrán que aplicar toda su imaginación a despertar entre los ciudadanos la ilusión en una Europa unida y la esperanza de conseguirla. Y los ciudadanos europeos tendrán que pensar con mucha más intensidad en el mundo que le van a dejar a sus nietos y en cómo exigirle a sus políticos que peleen por conseguirlo.