Me quedan pocos días en Chiloé y no quiero marcharme sin transcribir
aquí alguna de las bonitas historias que sobre las mitologías de Chiloé me
cuenta mi buen amigo Nelson Ampuero. Pero esta vez le he pedido que hablemos no
de héroes, sino de brujos, los grandes ignorados cuando se escribe acerca de
este mundo chilote de tradiciones y creencias antiguas. ¿Por qué ignorados?
Quizá porque creyendo muchos que los brujos siguen existiendo y manteniendo en
secreto su identidad, se enfrentan a la cuestión con una mezcla de respeto y
miedo.
Pero Nelson decide contarme una historia acerca de don José
Domingo Onancoante, brujo de Quicaví y amigo de su difunto padre Ricardo
Ampuero Coronado, que fue quien se la contó a él. Sigue esta historia tal y
como Nelson me la ha narrado:
<< Antonio Ampuero Barría fue un chilote de
Quetalmahue que allá por los años 1890 se fue a vivir a Valdivia. Era un amante
de los caballos y llegó a ser un huaso importante, al que apodaban “Espuelas de
Plata” porque de plata eran las que usaba para azuzar a los caballos que
constantemente montaba. Casó en Valdivia con Encarnación Maldonado, pero fuera
del matrimonio tuvo un hijo con Petronila Coronado, Ricardo Ampuero Coronado,
héroe de esta historia y padre del Nelson Ampuero que me la ha contado.
Siendo Ricardo todavía pequeño, su madre Petronila contrajo
matrimonio. Su padre Antonio no estaba contento del modo en que Ricardo era
tratado en casa de Petronila, de modo que decidió mandarlo a Chiloé,
concretamente a Tehuaco Bajo, muy próximo a lo que hoy son las pingüineras de
Puñihuil. Allí lo acogieron como hijo sus padres de crianza, Juan Santana y
Anita Barría y allí pasó Ricardo su infancia y juventud.
Teniendo Ricardo diecisiete años se casó con su primera
mujer, Rosa Herminia Ampuero Saldivia y con este motivo decidió viajar a
Valdivia para ver a su madre Petronila, aquélla de la que lo habían apartado
siendo muy niño.
Estando un día Ricardo paseando por la plaza principal de
Valdivia, apareció por allí otro chilote, José Domingo Onancoante, vecino de
Quicaví pero que trabajaba accidentalmente en Valdivia como peón caminero.
Onancoante blandía un cheque en la mano con el que lo había mandado su jefe a
la ciudad para que lo cambiara en dinero. Buscaba a gritos alguien que tuviera
plata para ese cambio. Ante su ingenuidad, se le acercó un individuo y diciéndole
que él se lo podría cambiar le arrebató el cheque de entre las manos y salió
corriendo, a la vez que animaba a Onancoante a seguirlo para proceder al
cambio. Ricardo alcanzó al ladrón, le arrancó el cheque de entre las manos y lo
hizo huir, devolviéndole el cheque a Onancoante y acompañándolo al banco para
que lo cambiara debidamente en plata.
Con este motivo Ricardo y José Domingo Onancoante, que le
estaba muy agradecido, llegaron a hacer amistad. Y desde esta confianza
Onancoante le confesó un día a Ricardo su condición de brujo, diciéndole que en
deuda como estaba con él, lo protegería si algún día lo necesitaba.
Muchos años después Ricardo era
un campesino en Puchilcán y le iban muy bien las cosas, lo que inevitablemente
suscitaba la envidia de sus vecinos. Uno de ellos, un tal Juanillo, no podía
soportar el no tener una buena vertiente para dar de beber a su ganado durante
el verano, mientras que las tierras de Ricardo eran surcadas por el río
Puchilcan, que nunca se agotaba. Comido por la envidia Juanillo ordenaba a sus
hijos que cuando una vaca de Ricardo pariera dos terneros, robaran uno por la
noche y lo tiraran al río.
Como los éxitos de Ricardo nunca
se acababan, la envidia fue yendo poco a poco a más. Con más y más vecinos roídos
por ella, un grupo tramó un complot contra Ricardo: lo llevarían ante las
autoridades acusándolo de ladrón de ganado.
Así lo cumplieron. Una tarde unos
cuarenta de sus vecinos lo prendieron con violencia, bajándolo hacia Ancud
camino de la Justicia. Cuando llegaron a Tehuaco Bajo, más o menos a mitad de
camino, se hizo de noche, quedándose la partida a dormir en un galpón. En un
rincón tenían atado a Ricardo y a su lado a cinco corderos que iban a presentar
como prueba de su delito. En el centro encendieron un fuego para calentarse y
en el resto del espacio hasta la puerta se fueron acomodando los cuarenta
acusadores de Ricardo, de modo que éste no pudiera de ninguna manera escaparse.
A lo largo de este tremendo
atropello Ricardo se acordó de su amigo Onancoante y como a un ángel guardián le
pidió ayuda. De una manera misteriosa el brujo lo escuchó, y desde Quicaví voló
hasta la casa de Ricardo. Allí se enteró por su mujer de lo que había pasado y
voló enseguida hasta Tehuaco donde, después de hacer que los captores de
Ricardo se quedaran adormilados, desató a su amigo y lo sacó de allí,
liberándolo.
Ricardo caminó junto al brujo
toda la noche hasta llegar a su casa de Puchilcan al alba, encontrándose a su
mujer ya levantada y lecheando a las vacas. Estaba salvado. Mientras que sus captores quedaron asustados
por los poderes misteriosos que habían librado a Ricardo y no volvieron a
intentar capturarlo. Muchos de ellos incluso sospecharon que era el propio
Ricardo quien tenía poderes de brujería >>.
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He relatado toda la historia
porque tiene un fuerte sabor campesino y chilote, además de que Nelson es un
gran narrador. Pero temo que pudo ser un invento total que Ricardo imaginó para
entretener al benjamín de sus diecisiete hijos de dos matrimonios, que ese es
Nelson. Que también me ha contado otras historias muy bellas no de brujería,
sino de mitología chilota, que he transcrito ya en este blog.
Las diferencias entre mitología y
brujería están muy claras para mí. Lo
mitológico puede parecerle incomprensible a una mente racional, pero está
cargado de poesía y simbolismo, contiene siempre mensajes alegóricos con un
contenido moral y se transmite de generación a generación. Lo hechiceril es
simple narración de hechos prodigiosos que lo único que intenta poner de
manifiesto es el poder mágico del brujo, usado por él para modificar, casi
siempre con malas intenciones aunque no en este cuento, el orden natural de las
cosas.
La mitología chilota es bellísima
y única. La brujería chilota no se diferencia gran cosa en su fenomenología de
la que se practica en otras partes del mundo, España incluida. Toda brujería
tiene raíces profundas que se hunden en el folklore de una
cultura, pero eso es todo, en sí misma la brujería no tiene un gran contenido
cultural.
Aun así, como también he venido
haciendo desde hace tiempo una indagación del tema de los brujos en Chiloé,
habida cuenta de que toda manifestación cultural, folklórica o social de Chiloé
me parece interesante, voy a exponer a continuación lo más significativo o curioso
que yo he oído sobre el tema de los brujos.
1).- Para empezar hay que hacer
constar que los brujos como un movimiento social y emancipador existieron en el
Chiloé del siglo XIX, donde sus dirigentes, pues de una organización se
trataba, fueron sometidos a un famoso proceso en Ancud.
2).- En el Chiloé actual muchos
creen en la existencia real de los brujos, al igual que en España. Pero es
porque muy probablemente los brujos, es decir, los practicantes de la
hechicería, siguen existiendo aquí como allí como en casi todo el resto del
mundo, se trate o no de países avanzados. Oí un verbo en Chiloé que me encantó
como construcción gramatical y que pone de manifiesto la existencia real de
este fenómeno: malagüerear, que es
echarte el mal agüero, el maleficio. Y también oí que hay agentes, que no calificaré
de machis, que por 300.000 pesos pueden
librarte de la mayoría de estos maleficios.
3).- En cuanto al brujo chilote
como figura legendaria, es decir, en cuanto a la idea que mucha gente común
puede tener del brujo chilote, diré que se le ve como juguetón y curioso. Bastante
gente los define por su capacidad de volar, que lo hacen por la noche y se pone
de manifiesto por la presencia de una luz marcadora. Es fácil encontrar
personas que creen haber visto alguna vez en su vida estas luces. Los vuelos
nocturnos lo son sin justificación, quizá por el simple placer de volar. De un
brujo me contaron que lo vieron muchos volar porque le gustaba hacerlo, incluso
se reunía con otros brujos en las alturas de Cocotué para tirarse desde allí y
practicar una suerte de parapente mágico. Al brujo le gusta también curiosear en las casas de otros y es
antojadizo, pide cosas que si no se le dan hará luego en venganza su cachín, alguna suerte de maleficio o
sortilegio más o menos grave.
4).- Además de volar, la otra
propiedad universal de los brujos chilotes es su capacidad de trocarse en
animales. Hay multitud de anécdotas en este sentido. Aquella bruja (porque hay
brujos de ambos géneros) que se convertía en yegua para hacer diabluras en los
campos de los vecinos (comerse la cebadilla o la hierba, etc), yegua a la que
un día apalearon aunque consiguió escaparse. Con la consecuencia de que a los
pocos días una anciana de la vecindad con fama de bruja murió con señales de
golpes. O aquellos dos pavos enormes que irrumpieron en un asado tirando al
suelo el cordero y, después de ser echados a palos, aparecieron a los pocos
días cojeando dos sospechosos de ser brujos en la vecindad. O esa capacidad que
tienen los brujos de convertirse en pájaros para curiosear por las ventanas. O
su transformación en perros que atacan. Todo eso y mucho más, hay multitud de
dichos y anécdotas en este sentido.
5).- También hay toda una
colección de recetas caseras para evitar la entrada en tu casa o los maleficios
de los brujos. Así, si siembras una mata de ruda en la puerta de tu casa ningún
brujo entrará. Tampoco si clavas dos agujas en cruz por detrás de la puerta. Si
esto lo haces en la parte de debajo de un asiento, a un brujo le costará muchos
esfuerzos levantarse, y se delatará por esto.
Cosas así. Interesantes, porque
todo en Chiloé tiene un encanto especial, pero que ni de lejos llegan en
riqueza cultural y psicológica a las andanzas y personalidades de héroes como
el Trauco, la Fiura, el Caleuche, la Pincoya y otros.
Dicho queda.