sábado, 2 de abril de 2011

Jotes de cabeza roja: también ellos nacen inocentes


Helo aquí, mirándome desde la baranda de mi terraza y diciéndome que él no se va, que para eso llegó antes. Cabeza sin plumas, orificios auditivos y nasales bien visibles, ausencia de tabique nasal, pico largo y curvo, enorme boca. Lo que lo caracteriza como juvenil es que no tiene la cabeza roja y que el extremo del pico es negro.


Una vista lateral en el mismo emplazamiento 
de la primera foto. Se aprecia muy bien la ausencia
de tabique nasal y la cuidada disposición de las 
plumas en la espalda.

Anteayer tuve un visitante muy especial: un jote de cabeza roja juvenil, probablemente con un año escaso, se empeñó en considerar que mi tejado y mi terraza eran también suyos, ¿por qué no? Se encontraba a gusto allí y no quería irse. Lo confundí al principio con un jote de cabeza negra adulto, por eso lo eché, porque aunque me gustan todos los animales (excepto los murciélagos) a estas grandes aves carroñeras prefiero mantenerlas a cierta distancia. Solo después de tomarle las fotos pude verificar que era un jote de cabeza roja juvenil, pero ya era tarde para reparar mi falta de hospitalidad.
Presento algunas fotos comentadas que dan idea de la belleza de estas aves, a pesar de sus cabezas desplumadas y su especialización en la carroña. Planean majestuosamente y son capaces de mantenerse todo el día en el aire sin apenas batir las alas, es decir, con un consumo mínimo de energía. Su plumaje es magnífico, sus grandes plumas remeras (las que están en los extremos de las alas) dibujan verdaderas filigranas en el aire. Los jotes de cabeza roja, en contraposición a los de cabeza negra, utilizan además el olfato como sensor principal, así que no solo planean en lo alto de los cielos, sino también a ras del bosque. Es impresionante, dado su tamaño, verlos evolucionar entre los grandes árboles esquivando con elegantes movimientos todos los obstáculos.
Aquí parece que me está suplicando que no lo eche. Se aprecia muy bien una morfología característica del jote de cabeza roja, que las grandes plumas primarias y remeras de las alas son blancas por abajo. También impresiona la envergadura de las alas. No en balde este animal es pariente cercano del cóndor.
Evolucionando en vuelo bajo, al
abandonar mi terraza
Me llamó mucho la atención que este jovencito jote de cabeza roja no se asustaba de mí. Tuve que acercarme hasta casi tocarlo para que levantara el vuelo de mi terraza, tanto que el que empezó a escamarse fui yo. Generalizando, ésta es mi experiencia en Duhatao y en toda mi vida de afición a los animales. Todos los animales, incluyendo el humano, nacen inocentes y se mantienen inocentes en su primera juventud. A lo largo de ésta hay una pérdida progresiva de la inocencia, que en los animales se manifiesta como timidez y recelo hacia los humanos. De manera que en lo que se refiere al comportamiento animal, lo innato es la inocencia, lo adquirido, en parte importante a través de la educación, el recelo y la malicia. Sobre este asunto se podría escribir muchísimo, pero no es éste el tiempo ni el espacio.
Un jote de cabeza roja adulto. Puede verse que el pico
es de color hueso en su totalidad, en contraposición
al del juvenil, cuya punta es negra.
Solo me gustaría añadir una cosa: la inocencia, que cuando se avanza un poco en edad se convierte en ingenuidad, es compañera fiel de la imaginación. A los niños le gustan los cuentos, son capaces de reconstruirlos, creen en ellos. Desde un punto de vista biológico y evolutivo, la imaginación es fundamental para aprender y para extraer todas las potencialidades de la inteligencia. Concluyo que la inocencia no está en los animales jóvenes por casualidad, sino cumpliendo un papel importante para la supervivencia individual y de la especie. Hay que ser inocente para atreverse a cambiar el mundo. En la base de todas las revoluciones siempre han estado y estarán los jóvenes, véase lo que está pasando ahora en Africa del Norte.
Y una anécdota: cuando yo era pequeño se nos decía que a los bebés los traían las cigüeñas desde París, pues se nos intentaba ocultar todo lo referente a la sexualidad humana. Y bien: puedo asegurar, todavía tengo la memoria fotográfica de ello, que yo, con tres o cuatro años, vi un día cruzando el cielo de mi Sevilla natal una cigüeña con un hatillo blanco cogido en el pico, que yo estaba convencido que contenía un bebé. Iba con mi madre, se la señalé emocionado y aunque no negó la evidencia tampoco me hizo mucho caso. Nada más que por eso me quedé con algunas dudas, de esas que poco a poco lo van haciendo a uno mayor.
Algunas tomas de mi joven visitante, que estuvo un rato volando a mi alrededor. Dan idea de la belleza
y la elegancia de su vuelo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

hermosa la fotografía con las alas desplegadas parece decir ¡Así soy yo!

olo dijo...

Ciertamente; este jote casi infantil era inocentón y candoroso, un encanto. Aunque en los jotes esas posturas de alas abiertas o semiabiertas se ven con cierta frecuencia. Muchas veces son previas al despegue, como un calentar de motores. Otras veces quizá cumplan un papel de ventilación del cuerpo, lo que otros pajarillos consiguen abriendo las plumas y haciéndose una pelotita, porque en el jote, que vuela planeando, las plumas de las alas tienen un alto recubrimiento de unas con otras y dejan pocos canales de ventilación.

mm dijo...

Quizá, si no lo ahuyentaras os podríais convertir en compañeros de terraza. Estaría bien, no te parece?

olo dijo...

Sería interesante. Se pondría en marcha un proceso que no sabemos cómo culminaría.