viernes, 18 de marzo de 2011

Del Japón a Chile: la singladura de un Tsunami

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Casi veinticuatro horas, una singladura en términos naúticos, es lo que ha tardado el Tsunami provocado por el seísmo del día 11 de marzo del 2011 en Japón en alcanzar las costas de Chile. Casi 17.000 km recorridos a una velocidad constante de unos 700 km/h. Todas estas cifras son impresionantes por sus dimensiones absolutamente suprahumanas, como lo es el que un fenómeno telúrico, que eso es en definitiva un Tsunami, pueda extender sus efectos a toda la inmensidad del Océano Pacífico. Ante estos hechos la Tierra se nos queda pequeña, y el ánimo sobrecogido.

El gráfico de la entrada recoge claramente la dinámica del suceso. En él se ve cómo ha ido extendiéndose el tren de olas del Tsunami por todo el Pacífico, y el tiempo que ha tardado en llegar a cada punto.
El terremoto, con un Richter de 9,0, ha sido devastador en sus efectos en tierra firme, pero si no fuera  por algunos de sus efectos colaterales, como el accidente nuclear (ver Nota al final), el Tsunami lo habría sido más todavía, como suele suceder.Porque la tecnología ha luchado eficazmente a lo largo de los años contra las ondas de choque sísmicas, pero contra la arrolladora muralla de agua de un Tsunami poco se puede hacer, como no sea salir corriendo.

En esto del salir corriendo vale la pena detenerse un momento. Cuando un Tsunami avanza paralelo a una costa, porque el epicentro del terremoto que lo ha producido está cerca de ella, como ha sucedido ahora en Japón y pasó en Chile en el gran terremoto del 2.010, la velocidad de desplazamiento de la ola es algo más lenta que en las aguas libres del océano, pero puede alcanzar fácilmente los 500 km/h. En términos prácticos esto significa que en la costa situada bajo la influencia de un Tsunami que se desplaza a lo largo de un litoral, la ola destructora llega a las playas afectadas en menos de 2 horas. No hay sistema de alarma en el mundo que sea capaz de prevenir a tiempo el desastre inevitable, por muy perfeccionado que esté. La única salida para salvar vidas es que la gente que está en la playa salga corriendo,por su propio impulso, lo antes posible después de sentir el seísmo,  hasta subir a una altura por encima de los 40 ms sobre el nivel del mar. Esto lo sabe muy bien los que viven en las costas de Chile, un país que es afortunado desde este punto de vista porque en casi todo su litoral las orillas del mar están festoneadas por cerros. En cuanto que sienten el seísmo, los chilenos de la costa trepan a los cerros, porque está encarnado en su cultura el hacerlo. 

Pero hoy  bastante más del 50% de la población de Chile vive en ciudades del interior (el 40% en Santiago), y se han educado en una cultura urbana, alejada del mar. Muchos bajan desde estas ciudades a las playas en verano. De donde puede concluirse que el mejor método de prevenir los desastres en pérdidas de vidas humanas provocados por un Tsunami es la mentalización y la instrucción de los niños y los jóvenes a lo largo de todo su ciclo de aprendizaje, desde la Escuela hasta la Universidad.

Todo el que duerma en la costa durante una plácida noche de verano, debe tener claro el trazado de su camino de huida en la oscuridad hasta una altura segura por encima de los 40 metros sobre el nivel del mar. 

Nota: Pero parece que el accidente nuclear fue también un efecto directo del Tsunami, en cuanto a que fue éste el que destrozó el sistema de refrigeración de los reactores nucleares, mientras que los reactores en sí mismos resistieron las ondas sísmicas, y solo se incendiaron y fundieron después, como consecuencia de la falta de refrigeración.


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