sábado, 5 de marzo de 2011

Don Serafín Gonzalez y el Museo de Quilo

Ayer falleció a los 82 años don Serafín González Ampuero, fundador y conservador del museo de Quilo, en la comuna de Ancud, Chiloé. Lo conocí muy poco, solo lo vi  en dos ocasiones, pero fueron suficientes para darme cuenta de su talla humana y de lo que Chiloé pierde con él.

Foto tomada de:

Don Serafín era un campesino chilote y un señor, dos cosas que en mi experiencia suelen ir unidas, en el caso de don Serafín en grado máximo. Sucedió que en la casa que don Serafín construyó para formar una familia, es decir, bajo ella, había innumerables restos de asentamientos muy primitivos del poblamiento amerindio de Chiloé, con casi 6.000 años de antigüedad. Para comprender el alcance de estos descubrimientos recomiendo el siguiente blog del Museo de Ancud.

Yo quiero remitirme a lo que don Serafín hizo: fue recogiendo pacientemente, es decir, con un  cariño inmenso, todos los restos arqueológicos que fue encontrando, y muchas cosas más que desde su sensibilidad creía que debían ser recordadas, y con todo ello constituyó al lado de su casa el museo de Quilo. Luego me referiré a éste, ahora quiero terminar diciendo que durante muchos años este esfuerzo de don Serafín no pudo ser financiado ni protegido, sencillamente porque don Serafín era un campesino, sin currículum académico, y los circuitos burocráticos de ayuda no contemplaban su caso. Pero él no cejó, se mantuvo en su brecha, y con el paso de los años  y mucha paciencia chilota fue viendo llegar a gente entendida, arqueólogos, geólogos, zoólogos universitarios, que comprendieron el valor de sus hallazgos, los estudiaron y le ayudaron a ir conformando  su museo.

No sé cuánto va a durar, hacia el futuro, el museo de Quilo tal y como don Serafín lo formó. Sé que su señora y sus hijos quieren seguir la labor del padre con todo entusiasmo, y ojalá se les apoye. También sé que el museo de Quilo es uno de los más bonitos y entrañables que he visto en mi vida. Porque se disponen allí piezas muy variopintas, ordenadas, más que en base a la ciencia, con el corazón, y que todas te dicen (te enseñan) algo. Hay muchos cachivaches procedentes de los yacimientos arqueológicos: cerámicas, puntas de flecha, figuras antropomórficas que podrían ser ídolos, etc. Hay huesos de grandes animales marinos, ballenas o cachalotes, y hay lobos marinos y cetáceos pequeños y pájaros y mamíferos de la zona disecados. Hay posters que han dejado allí los amigos universitarios de don Serafín y su familia explicando el significado geológico y arqueológico de la zona. Hasta hay, y esto quizá fuera lo que más me sorprendió, una enorme máquina de escribir IBM, un cacharro verdaderamente singular, que hoy vemos más antediluviano y paleolítico que todos los demás restos que se exhiben en el museo. Me pareció genial haber puesto esa máquina allí, era aquél, sin lugar a dudas, su sitio, porque nos permitía reflexionar sobre algo estremecedor pero que es el signo de nuestra era tecnológica: la máquina de IBM, que tiene menos de cien años de existencia, se ve tan vetusta, tan perdida en la noche de los tiempos, como los restos amerindios con cerca de seis mil años. Y la moraleja: vamos, sin lugar a dudas, demasiado deprisa, inventamos más de lo que podemos digerir, como nos descuidemos cualquier día de estos nos la vamos a pegar, si es que no nos la hemos pegado ya.

Me gustaría que en todos los pueblos de Chiloé, más aún, en todos los pueblos del mundo, gente sencilla como don Serafín fuera recogiendo con cariño los objetos que han significado algo importante para sus comunidades: piedras extrañas, artesanías bellas, poesías talladas en los troncos de los árboles, historias de viejos que emigraron lejos, cuentos de viejas que fueron medio brujas, leyendas y tradiciones, qué sé yo, todo ese revoltillo interesantísimo, tan parecido en muchos aspectos a los viejos juguetes que la abuela le enseña un día a sus nietos, que marcan las vidas de los pueblos y las van haciendo historia y mito. Para que cuando tú llegaras a cualquiera de esas innumerables aldeas del mundo, pudieras conocer fácilmente lo que han sido en lo entrañable… y darte cuenta de cuánto se parecen a ti.

Don Serafín lo hizo, y a lo grande. Descanse en paz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante lo que escribes sobre este personaje tan importante tanto para la Chiloé como para el mundo científico. Quisiera agregar que gracias al esfuerzo y perseverancia de Don Serafín Gonzalez y su familia, Chiloé tiene un valioso museo que muestra parte de la historia de vida de la isla rescatando entre uno de sus grandes descubrimientos un asentamiento humano el más antiguo que se tiene conocimiento en Chiloé y encontrado por él.
Cada vez que tuve la oportunidad de estar en la isla visitaba el museo y a su familia que con tan agrado nos recibía y nos invitaba a unas ricas ostras, lamentablemente la próxima vez que los visite ya no será en compañia de este gran personaje de la isla pero estoy seguro que la energía y espíritu de Don Serafín permanecerán en ese lugar por siempre.

Sebastián Sepúlveda