lunes, 7 de marzo de 2011

Una jovencita pudú



Se trata de la misma hembrita que fotografié en mi entrada del 26 de febrero, "Una pudú y la belleza", solo que ahora las fotos tienen mejor resolución, porque se han tomado más de día. La he reconocido como la misma por las marcas blancas inconfundibles que tiene alrededor de la boca. La traigo hoy de nuevo para intentar poner de manifiesto que es no solo una hembrita, sino una jovencita pudú. 

Para empezar, su comportamiento es algo alocado. Aparece en la pradera adyacente a mi cabaña no solo en los crepúsculos, sino también en pleno día, como si todavía no se hubiera llevado ningún susto  en su vida.
Pero además me ha parecido identificar en su espalda restos de las rayas blancas que los bebés pudúes, como los de la mayoría de los cérvidos, tienen. Para mostrarlo presento las dos ampliaciones de la foto principal de la entrada. La primera es simplemente una ampliación. La segunda tiene una corrección forzada de brillo y contraste. En esta segunda creo que puede verse una sucesión de manchas blancas, posibles restos de la raya blanca infantil. He señalado su sitio con un puntuado artificial en rojo por su borde inferior. Espero que se vea, y que sea algo más que una fantasía mía. 

Pero a lo que quiero ir: los pudúes son monógamos, es decir, forman parejas estables durante toda su vida. Tienen una cría al año. Esta jovencita puede haber nacido hace dos meses, y se puede haber emancipado de sus padres hace pocas semanas, o días. Ahora pasta sola, y cuando llegue el otoño machos y hembras entrarán en celo, y es posible que ella encuentre su pareja.

A mí todo esto me parece un poquito romántico. Manifestación de la vida, con sus ciclos y sus esperanzas, y del paso implacable del tiempo.

No hay comentarios: