domingo, 20 de marzo de 2011

La cultura del Chiloé rural (1).- La infancia de una niña humilde en Duhatao

Bosque de olivillos costeros entre Duhatao y Pumillahue

Decía Pitigrilli, el gran humorista italiano, que “la educación consistía en  comportarte cuando estás solo como si estuvieras delante de los demás, y cuando estás delante de los demás como si estuvieras solo". A un nivel más profundo, la cultura es aquello que determina, no solo cómo te comportas cuando estás solo o ante los demás, sino también cómo lo haces cuando te enfrentas con hechos inesperados y te ves ante situaciones difíciles, o cuando estás contento y quieres celebrar con los demás las bondades de la vida. Implica la cultura una visión del transcurrir del tiempo, del por qué y el para qué estás en este mundo, unas creencias, unas fuentes de miedo y otras de esperanza, unos hábitos, unas costumbres, unas reglas de comportamiento, tantas y tantas cosas más. Tu cultura, la tuya, la que has mamado de tu madre y recibido de tu padre, ésa que te ha ido haciendo una persona, es como un árbol grande y viejo. Crees que la conoces porque puedes ver su tronco atormentado, sus ramas y sus hojas. Pero sus raíces, esas que en el caso de la cultura penetran en lo más profundo del misterio humano, en el subconsciente y en el pasado, están siempre bajo tierra, escondidas, ocultas.


Intento en estas líneas aproximarme a la cultura del Chiloé rural, campesino y marinero. Lo hago para dejar un testimonio escrito de ella. Un testimonio,  uno más, humilde, sin pretensiones de totalidad. A pesar de lo limitado de mis objetivos, la tarea es enorme, tanto como la misteriosa complejidad humana. Consciente de la dificultad, inicio mi caminar. Lo hago recogiendo las vivencias de una amiga que pertenece a esa cultura, a la que daré el nombre figurado de María. Escribiré esas vivencias con pluma fiel de amanuense, tal y como ella me las ha contado. Las acompañaré también, cuando sea pertinente, de comentarios y anotaciones mías. Y haré lo imposible por que su lectura sea suficientemente entretenida.

En ello me pongo ya.

-----ooo-----


María nació a mediados de los 1960’s, en el sector rural de Duhatao, comuna de Ancud, provincia de Chiloé. Fue uno de los numerosos hijos de una mujer muy pobre, que no teniendo la capacidad de criarla, la dio en adopción a un matrimonio ya mayor, sin hijos, que vivía en un rincón apartado, en medio de los bosques que se extienden entre la laguna Tuerta y el río Duhatao, cerca de la orilla del mar. Como en muchas otras culturas rurales, esta práctica de la adopción puede haber sido relativamente corriente en Chiloé. El niño adoptado era acogido por unos padres capaces de criarlo pero que no podían tener hijos naturales. Este matrimonio infértil se garantizaba así una sucesión, y sobre todo una protección durante la vejez (Nota 1).

Los padres adoptivos de María tenían una dificultad adicional. Ella era de una región lejana a Duhatao, y él, aunque natural de aquí, procedía  de una familia poco fértil y no tenía hermanos. Esto, en aquellos tiempos, también conducía a la pobreza, pues no disponías de parientes cercanos con los que te fuera fácil hacer mingas,  es decir, compartir un trabajo colectivo, hoy te ayudo yo a tí a recoger las papas y mañana tú a mí, este tipo de cosas. Lo que disminuía mucho tus posibilidades de siembras y otros trabajos agrícolas. Nunca fue un factor limitante en Chiloé la posesión de la tierra, los padres adoptivos de María tenían la suya, el problema era disponer de los recursos humanos necesarios para trabajarla. Si además vivías en un sitio alejado, tus dificultades aumentaban. No pasabas hambre, pero difícilmente podías generar el excedente de ganado o papas que te permitiera, vendiéndolo en el mercado,  conseguir moneda suficiente para comprar otros bienes necesarios que solo podían obtenerse en la ciudad. Vivías entonces en unas condiciones de autosuficiencia, a un nivel de supervivencia. Solamente te abastecías fuera de tu campo de lo estrictamente indispensable, y ya veremos cuán poco era esto.

Bosque nativo al Este deDuhatao. Estos árboles
 alcanzan en su mayoría alturas de 30 a 40 m
En estas circunstancias, la infancia de María fue pobre, pero no infeliz. 

Vivía con sus padres adoptivos en una cabaña muy sencilla, prácticamente reducida a una habitación, en cuyo centro había un fogón de llama viva, hecho en una depresión del suelo, siempre encendido y relleno de piedras y cenizas bajo la leña. Una cadena colgaba del techo sobre el hogar; en sus eslabones se colgaban mediante ganchos más o menos grandes los distintos cacharros de cocina; siempre había allí una tetera con agua caliente lista para hacerse un mate, y allí se disponía la olla para preparar un caldillo o un curanto; la altura del eslabón en que se colgaba el correspondiente cacharro determinaba el calor que recibía. Manejada con habilidad, esta cocina tenía las mismas prestaciones que una más moderna, aunque resultara incómodo su uso (Nota 2). Pero el sentimiento de incomodidad nace de la posibilidad de comparar opciones, y allí esto no existía.

La base de cenizas y piedras sobre la que ardía la leña se utilizaba en ocasiones como horno para cocer el pan; se amasaban piezas grandes que se enterraban para cocer en las cenizas calientes; luego, cuando el pan estaba listo, había que raspar toda su superficie con un cuchillo para dejarlo bien limpio. Pero era un pan muy rico. (Nota 3).

Las paredes de la cabaña eran de tablas  cubiertas por tejuelas de canelo. El techo, comúnmente a dos aguas, estaba hecho de un armazón de varas cubierto de paja ratonera (Nota 4), formada ésta en haces que se colocaban muy apretados unos contra otros.  Inicialmente se colaba algo de agua de lluvia, pero pronto el humo del fogón transportaba hasta el techo partículas muy finas de leña medio chamuscada y breas, que iban rellenando los poros existentes entre la paja y terminaban asegurando una buena impermeabilidad. Claro que esto tenía una contrapartida, que el humo salía fuera cada vez con más dificultad, porque la cabaña no tenía chimenea. María recuerda riéndose que cuando la cabaña era vieja todo terminaba estando bien seco dentro, “pero vivíamos entre el humo, estábamos permanentemente negros como el carbón”.


Las ventanas eran pocas y pequeñas, porque no tenían cristales. Para protegerse del frío y la lluvia se cubrían con trozos del plástico de los sacos de abono, que era semitransparente,  permitiendo que dentro de la cabaña hubiera una luz de penumbra, suficiente para orientarse y moverse. La puerta era una, partida en dos mitades, la de abajo y la de arriba.


El suelo era de tierra apisonada, supongo yo que tendría todo en derredor una zanja exterior para evitar que entrara el agua. Se barría con escobones hechos de ramajos. Cuenta María, riéndose también, que a medida que se iba barriendo se iba sacando poquito a poco tierra del suelo fuera, y que cuando pasaba cierto tiempo el suelo interior de la cabaña llegaba a estar bastante por debajo del exterior. Seguramente eso lo hacía más confortable y hogareño (Continuará).


Notas:
(1).- Lo mismo sucedía hace años en sectores rurales y pueblecitos marineros del Sur de España, cuando todavía no había un sistema de Seguridad Social para campesinos sin tierra y pescadores. Las parejas pobres, que eran la mayoría, no podían permitirse el lujo de llegar a la vejez sin hijos. Lo habitual no era la adopción, sino que la mujer quedara fecundada por su novio antes de que se formalizara la unión, asegurando así la fertilidad de la pareja. A esto se le llamaba “comerse la merienda antes de que llegara la hora”.

(2).- La foto que hace de portada al blog lavidaesbellayencolores.blogspot.com es un ejemplo de este tipo de cocinas, que todavía existen en Chiloé. El blog citado, cuyo nombre es “Descubriendo el archipiélago williche”, proporciona, con sus excelentes fotos y textos, una inmersión profunda en la gente y la cultura de Chiloé.

(3).- Yo he comido un pan parecido en pleno desierto del Sahara, solo que en vez de cenizas se usaba la arena calentada por el fuego y en vez de harina se usaba sémola de trigo. Sale un pan excelente, que cuando comido recién hecho está delicioso y no necesita haber sido amasado previamente.


(4).- La paja ratonera es el Anthoxanthum altissimum, una gramínea herbácea muy alta que crece en verano en las pampas de Chiloé. Hay una referencia a ella en un libro esencial para el conocimiento de Chiloé: Cárdenas, Renato y Villagrán, Carolina (2005).- Chiloé. Botánica de la cotidianidad. Tendré que citar más de una vez este libro indispensable y lo haré como Cárdenas/Villagrán 2005. 



No hay comentarios: