Antes de entrar a considerar cuáles pueden ser algunos de los problemas con los que quizá se enfrente la generación de mis nietos, tengo que dibujar una situación de partida. ¿De qué premisas, conflictos, utopías, esperanzas y rencores arranca la que podemos considerar su época? Esta época suya, la de mis hijos y nietos, es una continuación natural de la nuestra, sus padres y abuelos. Tendría pues yo que empezar mostrando un esquema de lo que ha sido el mundo de mi época. Magna tarea, excesiva para alguien tan limitado como yo y en un espacio tan pequeño como la entrada de un blog. Poco útil además para mis nietos, aunque no sea más que porque el humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Los jóvenes quieren comprender su mundo por sí mismos, y así debe ser, porque no hay otra manera de que puedan prepararse para salvarlo.
Desde estas limitaciones, lo que puede tener un cierto interés práctico es que yo les predique a mis nietos que, para enfrentar de una forma creativa su propio futuro, les conviene tener una visión de partida, fraguada por ellos mismos, de ese mundo en el que van a vivir.
En cuanto a esta visión del mundo, cualquier persona tiene, sea o no consciente de ello, la suya propia, producto de la educación que ha recibido y de su experiencia de vida. En mayor o menor medida le ha sido impuesta por sus educadores y su ambiente. Por eso es importante trabajarla continuamente, internalizarla y repensarla para convertirla en una interpretación personal del mundo, continuamente revisada, actualizada y palpitante. Este fue siempre el quehacer de los filósofos, pero es un derecho y una obligación de cada individuo humano, por humilde y limitada que haya sido su vida. A esa tarea indispensable es a la que quiero yo animar a mis nietos.
¿Cómo hacerlo? El ejercicio que desarrollo en esta entrada es una muestra de las técnicas y abordajes mediante los que cualquiera puede irse trabajando su interpretación particular del mundo en que vive.
Para empezar, me he puesto en mi ordenador delante de una hoja en blanco del programa Freemind, un software libre (GNU General Public License) que se emplea para la construcción de mapas mentales. He ido trazando en esa hoja un mapa del estado del mundo a comienzos del siglo XXI, según mi leal saber y entender, es decir, pensándolo y retocándolo a la vez que lo escribía. Lo presento en la Fig. 1. Revela esta mapa mi concepción del estado actual del mundo tal y como lo tengo internalizado, se trata pues de un producto espontáneo, alejado del artificio y la manipulación. Este ejercicio, tan sencillo de hacer, se lo recomiendo a mis nietos, para cuando tengan la edad de hacerlo, como un preámbulo indispensable.
Fig.1.- El estado del mundo según Olo, trabajado y dibujado en Freemind. Picar con el ratón para obtener una imagen más grande. |
Lo primero que es importante establecer es de qué estado del mundo arranca la época que está naciendo. Yo creo que es de los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Mis nietos y la mayoría de la gente joven los desconocen “vitalmente”, aunque los hayan estudiado en las escuelas. Este conocimiento vital, “experimentado”, es lo que los viejos podemos aportarles.
¿Qué es lo esencial que transcurre en esos años? Empiezan con la II Guerra Mundial, que se prolonga en una Guerra Fría que no termina hasta finales del siglo, cuando cae el muro de Berlín y con él el comunismo soviético y cuando, tras los acontecimientos de la plaza pekinesa de Tian An Men, el comunismo chino renuncia a sus aspectos ideológicos y se convierte en una tecnocracia. En este medio siglo tiene lugar otro acontecimiento fundamental, la extinción definitiva del colonialismo, que afecta sobre todo a África pero que tiene un exponente de trascendencia planetaria en la India.
Este medio siglo se caracteriza por importantes descubrimientos científicos, que marcarán los rumbos más importantes de todo el siglo XXI; destaca entre ellos el cuerpo de conocimientos basado en la estructura del DNA que se integra en la llamada Biología Molecular y que supone un cambio de paradigma en Biología; pero la Física, la Química y las Ciencias de la Tierra también experimentan avances muy importantes, que resultan en una tecnociencia que no deja de generar innovación, apoyada en tres pilares fundamentales: la electrónica, la informática y los medios de transporte. Una consecuencia de todo esto son los avances técnicos de la Medicina, que aumentan muy notablemente la esperanza de vida en casi todos los países. Otra muy importante es que el mundo se hace uno; los terrícolas, gracias a las comunicaciones, el transporte y las migraciones, nos conocemos cada día mejor unos a otros.
La línea directriz de todo lo que va aconteciendo en el mundo, o el hilo en el que se van engarzando todas las cuentas del collar de la historia, es la urbanización. Esto no es ninguna sorpresa, pues ha venido siendo así desde los comienzos de la actividad humana. El objetivo fundamental de los humanos ha sido desde sus principios independizarse de la Naturaleza, para así luchar mejor contra la muerte. Crear su propio mundo humano, que se ha ido estructurando poco a poco sobre un concepto básico: la ciudad, o congregación de humanos que ponen en común sus vidas. Pero los aportes tecnológicos de la segunda mitad del siglo XX han acelerado extraordinariamente este proceso. El modelo para el siglo XXI es ya la megalópolis, la conurbación inmensa donde los humanos viven sus fantasías muy lejos de la Naturaleza, encerrados en gigantescas ciudades en las que pasan, rodeados de artificios, la mayor parte de sus vidas. Este medio megaurbano es radicalmente diferente al natural. Requiere construcciones costosas, electrificación, comunicaciones, transportes. Entre estos últimos ocupa un puesto destacado el automóvil. En cuanto a las comunicaciones, empiezan a organizarse a fines del siglo XX alrededor de un concepto revolucionario, Internet y sus derivados.
Las dos grandes utopías que al desaparecer en la segunda mitad del siglo XX le dan entrada a la época actual son el nazismo y el comunismo. El primero, aunque es sobre todo una locura, también tiene mucho de utopía darwinista en cuanto a que propugna el dominio de una raza superior. Es finalmente vencido por la fuerza de las armas, en los campos de batalla de la II Guerra Mundial. El comunismo se había desintegrado moralmente cuando en los años 50 se conocieron los crímenes de Stalin, a los que se añadió en los 90 la revelación de los de Mao Ze Dong. Esta desilusión ideológica convirtió al comunismo soviético en una burocracia de estado, y al chino en una tecnocracia. La primera quebró en los años 90 por envejecimiento. La tecnocracia china se ha combinado con un capitalismo económico que hasta el momento está funcionando con éxito, y que quizá se constituya en la alternativa al liberalismo capitalista occidental durante el siglo XXI.
En Occidente se mantiene todavía viva la utopía capitalista y liberal, que constituye el soporte ideológico de todas las democracias. Pero habrá que ver qué pasa con ella. El liberalismo ideológico llevó al libremercado, que ha terminado en una globalización económica y financiera. Un capitalismo financiero cuyo único soporte ideológico ha sido la codicia se ha apoderado del mundo, llevándolo a la primera gran crisis del siglo XXI, gestada en Wall Street y que todavía no sabemos cómo puede terminar, pero que está arruinando a decenas de países y millones de personas. Algo tiene que pasar, una moderación a nivel planetario del liberalismo desenfrenado es indispensable para su propia supervivencia.
En estas circunstancias, lo que para mí está claro es que el desafío ideológico más importante al que se va a enfrentar la juventud del siglo XXI es el de decidir si inventan nuevas utopías o renuncian a cualquier utopía imaginable y apuestan por actitudes más pragmáticas. Lo que yo percibo como abuelo, es decir, como miembro de una generación cuyo momento ya ha pasado, es que los jóvenes actuales son mucho más pragmáticos de lo que fuimos nosotros o nuestros padres y eso, en principio, me parece una buena noticia. Siempre que ese pragmatismo venga asociado a unos valores que ya no van a poder ser simplemente humanistas, sino que tendrán que incorporar criterios éticos para salvar al Mundo entero de la acción depredadora y ecocida de nosotros los humanos.
Imposible resumir más una visión del mundo. Lo que yo recomiendo a los jóvenes es que no se dejen confundir por la complejidad y se esfuercen por construirse sus propias visiones del mundo con sencillez, de modo que quepan en unos pocos centenares de palabras (este texto, en lo que es pura descripción del estado del mundo, tiene novecientas). Porque los mapas que son demasiado complicados ayudan más a perderse que a encontrar el camino.
El siglo XXI ofrecerá la primera oportunidad que los humanos van a tener en su corta historia de construir, por fin, un mundo estable y sostenible, donde una razonable felicidad, basada en la justicia y el bienestar, sea posible para todos, incluyendo en este “todos” a los animales y el conjunto de la naturaleza. Esta es la buenísima noticia. Pero el camino hasta este equilibrio estará lleno de trampas y riesgos enormes. Será posible recorrerlo, pero nada fácil. Este es el desafío para los jóvenes. No alcanzarán su meta construyendo fantásticas utopías, sino con pragmatismo y valentía. En las entradas que seguirán en esta serie consideraré dos de los problemas más importantes con que se van a tener que enfrentar, el de la superpoblación y el del deterioro ambiental /cambio climático. Tienen solución, pero hay que buscarla, construirla y defenderla. Esta va a ser su tarea.
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