Vuelvo ahora a las conclusiones de la entrada nº 4 de esta serie: a lo largo del siglo XXI tendrá lugar una crisis de superpoblación en el África subsahariana. Entre el 2010 y el 2050, su población más que se duplicará hasta alcanzar cerca de los 2.000 millones de subsaharianos. La escasez de recursos tecnológicos locales y los efectos desfavorables del cambio climático harán muy difícil que puedan producirse in situ los alimentos necesarios. ¿Cómo se enfrentará el mundo de mis nietos con este gigantesco problema? Responder a esta pregunta es el objetivo de mi entrada. Me limitaré a considerar algunos posibles caminos de solución, sin pretender agotar el tema.
(1).- Antes que de otras amenazas, el África subsahariana tiene que ser capaz de salvarse de sí misma, para lo que necesita que no se la deje sola.
El África subsahariana rebosa de contradicciones. Es la tierra de la esperanza y la desesperación, la paz y la guerra, la vitalidad y la enfermedad, la generosidad y el latrocinio, la solidaridad y la corrupción. Su sombra es tan oscura y siniestra como luminoso y espléndido es su rostro. Para salvarse, tiene que empezar ganando una guerra contra sí misma, seguramente la más difícil de todas las que tendrá que enfrentar.
Durante años he acariciado el proyecto de repetir el viaje transafricano que hice en 1981, para comparar las situaciones y evaluar las diferencias. Pero eso se ha vuelto imposible, por la presencia del terrorismo islámico tanto en el Sahara argelino como a todo lo largo del Sahel.
Al Qaeda del Magreb Islámico ha plantado su pataza en todo el Sahara mauritano, maliano y nigerino, donde raptan a los occidentales que aparecen por allí, consiguiendo así importantes rescates, y si no los matan. Las guerras y otras confrontaciones violentas estallan continuamente en una u otra parte del África subsahariana, como relámpagos en una noche de tormenta. Esta violencia africana es consecuencia de la miseria y la desesperanza, que crecen continuamente, aunque el Banco Mundial y los países ricos presten o donen un dinero que en su mayor parte se convierte en armamento y corrupción.
No pretendo declarar inocentes a los subsaharianos de estas desgracias. Pero sus raíces se hunden en un pasado a lo largo del cual las relaciones de Europa y los árabes con el África subsahariana han sido explotadoras y corruptoras. Quiero decir con esto que nosotros somos también responsables de lo que pasa allí y tenemos una deuda que pagar, no necesariamente en dinero, sino en múltiples formas de apoyo.
Aun así, solo los subsaharianos podrán resolver finalmente sus propios problemas. Pero les será más fácil conseguirlo si no los abandonamos. Esto es lo que vienen haciendo las misiones cristianas y muchas ONGs, instituciones todas ellas donde abundan la generosidad y el heroísmo. Una forma de ayudar a África será la de apoyar y sostener desde Occidente a los nuestros que se han comprometido con ella.
Otra es, para los jóvenes, viajar por África. No de cualquier forma, sino en condiciones suficientemente seguras. Pero pisar sus caminos, convivir con sus aldeanos, hacer amigos allí, ser a la vuelta testigos de las grandezas africanas, no olvidarlos nunca. De modo que se creen unos lazos de amistad entre occidentales y subsaharianos que no se rompan nunca. Y permanezcamos junto a ellos, solidarios, como niños asustados que se quitan el miedo mutuamente, luchando juntos contra él, en la oscuridad.
El presidente Kennedy creó en 1961 un cuerpo de voluntarios jóvenes, el Peace Corps, soportado por el gobierno norteamericano, para desarrollar acciones de apoyo al desarrollo en todo lo que entonces se llamaba Tercer Mundo. Todavía existe (http://www.peacecorps.gov/). Conocí hace tiempo a una norteamericana que había formado parte del Peace Corps durante dos años, en Malawi; la experiencia la había marcado para siempre. Algo así podría acometer la Unión Europea en relación con el África subsahariana. Bastaría con que agrupara y consolidara a las numerosas ONGs que realizan ya acciones de cooperación allí, incluyendo entre estas a las misiones cristianas. Que les diera a todos ellos fondos suficientes, los cuales difícilmente se dilapidarían en circuitos de corrupción, y la garantía en cuanto a su seguridad personal de que el gobierno de la Unión Europea estaba detrás de ellos. Que ofreciera así, además, un cauce para que muchos jóvenes europeos pudieran adquirir una experiencia africana segura y profunda. Estoy convencido de que este nuevo Cuerpo de la Paz sería mucho más barato y efectivo que la mayoría de las iniciativas de ayuda al desarrollo que se ponen y se seguirán poniendo en marcha.
(2).- La emigración a Europa será una salida esencial para los africanos a lo largo del siglo XXI.
Fig.1 |
Haga lo que haga, tenga el éxito que tenga en la lucha contra sí misma, el África subsahariana no podrá resolver por sí sola todos los problemas que el exceso de población va a plantearle. Pero muy cerca tiene a Europa, que se va a enfrentar con un problema demográfico muy serio y complementario al de los africanos, el del envejecimientode la población. La población de la Unión Europea no aumentará entre el 2010 y el 2050 (Fig.1). Pero el ratio entre la segunda edad (gente en edad de trabajar, entre 15 y 64 años) y la tercera edad (gente mayor de 65 años) habrá pasado de 4 a 2 (Fig.2). Mientras que en el África subsahariana la población se habrá doblado y el ratio habrá pasado de 17 a 11.
Fig. 2 |
¿Cuántos subsaharianos necesitará la Unión Europea para resolver sus problemas de envejecimiento demográfico? No lo sé, pero me atrevería a decir que entre 200 y 400 millones de personas. Este influjo de sangre africana en Europa no solo resolverá los problemas europeos, sino que mitigará los derivados de la superpoblación africana, además de enviar todos los años a África un montón de dinero y de convertir a Europa, como ya lo es el continente americano, en una tierra mestiza, lo que nos aproximará hacia esa raza cósmica, mestiza y fraternal, a la que terminará llegando el mundo algún día.
(3).- África podrá ocupar el lugar que hoy ocupa China en cuanto a la producción de manufacturas.
Para el año 2050 China y todo el Extremo Oriente pueden haber evolucionado mucho en lo económico y lo social. En un mundo que probablemente se mantendrá en los modos de producción capitalistas porque, a pesar de sus miserias, el capitalismo es la única ideología que ha sabido mostrar una enorme capacidad de autocorrección, África podrá ofrecer mano de obra mucho más barata que ninguna otra zona del mundo. Esta mano de obra tendrá que concentrarse en zonas económicas especiales, similares a las que hoy proliferan en China con tanto éxito. Algunas de estas zonas podrán corresponderse con regiones muy urbanizadas alrededor de megaciudades ya existentes, como Dakar, Kinhassa, Luanda, Mombasa y otras. Se generará así un proletariado urbano que será un paso indispensable para que muchos campesinos africanos, huyendo del hambre y la miseria, salven sus vidas.
En estas zonas económicas irá consolidándose la urbanización que un África subsahariana superpoblada necesitará para sobrevivir. Grandes megalópolis donde un capitalismo con rostro humano, si es que ello es posible, pueda ir mejorando la vida de millones de subsaharianos. Que serán el complemento de un África subsahariana rural, en la que puedan conservarse los ecosistemas naturales y las culturas autóctonas. En la que el espíritu africano pueda reforzar sus raíces y sobrevivir.
Dakar, Senegal |
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