Cada colectivo humano tiene su jerga, que cambia con los tiempos. En el nuestro, que atraviesa una crisis financiera profunda, los medios de comunicación han adoptado una expresión, "los mercados", para designar a los poderes financieros que, habiendo escapado del control de los estados soberanos, hacen y deshacen gobiernos y deciden friamente sobre los destinos de muchos millones de ciudadanos de a pie. Con esta expresión no se refieren a los mercados genuinos, que son los de bienes y servicios y los de factores de producción, sino a los mercados de dinero, constituidos principalmente por bolsas y bancos.
El plural empleado para calificarlos los deshumaniza, pero para convertirlos en dioses paganos. Las decisiones y acciones de "los mercados" son inapelables, porque como dioses que son, siempre aciertan. Los ciudadanos las acataban sin escrúpulos en la época dorada del Capitalismo de la Abundancia, cuando "los mercados" impulsaban el consumismo y el estado del bienestar. Pero las cosas han cambiado. Ahora "los mercados" han condenado a Europa, por vieja y por derrochadora. Y los ciudadanos europeos empiezan a sentir cierto malestar, que delata el peligro.
"Los mercados" han empezado castigando a los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y Spain). Se trata de los locos irlandeses junto a los países mediterráneos, que nunca tuvieron las virtudes recias de los bárbaros del Norte. Pero que no se confíen los disciplinados germanos, los laboriosos flamencos y los brillantes galos. Están simplemente detrás en la fila de los condenados, pero también les llegará su hora del degüello. A no ser que, de una vez por todas, la vieja Europa decida unirse. Algo, por cierto, extremadamente difícil, ya que la historia de Europa es una turbulencia profundísima.
La visión que los ciudadanos tienen de lo que está pasando la expresan muy bien los chistes. Freud puso de manifiesto la relación estrecha que existe entre el chiste y el subconsciente. Los buenos chistes son intuiciones geniales. A la vez son como los sueños, que revelan a medias lo que la gente siente de verdad, por debajo de lo que aparenta. De manera que yo, para hablar de "los mercados" y los ciudadanos, he elegido unos cuantos chistes que me han parecido certeros .
Un lenguaje orwelliano.
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El Roto, que publica sus chistes en el diario "El Pais", de España, expresa muy bien en estos dos la dialéctica de "los mercados".
Se trata de un mundo orwelliano. "Los mercados" no se interesan por el lenguaje, lo suyo es la acción. Se les podría aplicar con justeza las palabras que estaban escritas en un letrero inmenso anclado en lo alto del Ministerio de la Verdad, en la novela "1984" de George Orwell:
<<La guerra es la paz, la esclavitud es la libertad, la ignorancia es la fuerza>>
Porque para "los mercados" lo que se dice tiene que ser siempre oportuno, y cuando se pueda, además, oportunista, es decir, creador de oportunidades. Las palabras deben estar siempre al servicio de la acción y de los resultados de las batallas financieras planteadas. Los números sí deben ser ciertos, con los números no se puede engañar, ese es el único pecado imperdonable por "los mercados". Pero las palabras pueden ser verdad o mentira, según convenga o sea posible.
La sumisión de los ciudadanos
Los ciudadanos empiezan a comprender, no sin cierta sensación de terror, que todo el poder está en manos de "los mercados".
"Los humillados solo aspiramos a lo que buenamente nos quieran dar", dice la mujer del chiste del Roto.
"La avaricia de los ricos rompe el saco de los pobres", se lamenta el ciudadano agobiado del chiste de Forges.
No hay nada que hacer, es el mensaje de ambos. Porque, ¿cómo vamos a rebelarnos contra los dioses?
La rendición de los políticos
En las democracias occidentales, los políticos eran los representantes libremente elegidos de los ciudadanos.
Pero ya no es así. En el chiste de Forges, los políticos (en este caso los españoles Zapatero y Rajoy) se han convertido en sacerdotes del Dios Dinero, que ofician en el altar de los sacrificios la inmolación del estado del Bienestar.
Y en el de Brieva, el ciudadano perplejo ya no sabe distinguir entre la izquierda y la derecha. "¿Quién soy, dónde estoy, y cómo demonios he llegado hasta aquí?", se dice
¿Quiénes están detrás de "los mercados"?
Pero los más sagaces de entre los ciudadanos saben que detrás de "los mercados", de estos dioses paganos, hay humanos de carne y hueso, con sus creencias, ambiciones y autojustificaciones.
Forges dibuja en su primer chiste a la Señora Merkel grafiteando el nombre de la Unión Europea, tachando de él lo de "Unión". Y en efecto, parece ser cierto que en la crisis financiera que martiriza a Europa los contendientes son en su mayoría europeos. Que son unos europeos los que están luchando contra otros. Esto, por otra parte, ¡es tan exquisitamente europeo! ¿Cuántas veces, en nuestra larga historia de grandezas y miserias, nos hemos los europeos desangrado unos a otros? Pues esta ocasión parece ser una más, de eso los ciudadanos empiezan a darse cuenta.
En su segundo chiste, Forges apunta como también responsables de lo que está pasando a los banqueros, es decir, a las grandes finanzas. El mantra del momento es "too big to fail". Los ciudadanos, en una aparente y terrible paradoja, ayudan con su dinero a que los Bancos se salven de sus propios errores.
En esta reminiscencia de "Las Mil y Una Noches", la cueva lo es de Alí Ba Bank.
El desencanto
Finalmente, ante lo que está pasando y dado el gran poder de "los mercados", a los ciudadanos no les queda otra que agachar la cabeza. Esto los instala en el desencanto.
El ciudadano del primer chiste de Forges va a la Oficina de Objetos perdidos en busca de su ilusión, que no tenía ningún nombre especial, era ilusión a secas. Nada menos.
El del segundo chiste se ve sometido a pruebas de stress análogas a las que han sido sometidos los bancos europeos. Solo que él, que no es más que un pobre hombre, se está desgarrando en dos al nivel del escroto.
En el tercer chiste, un ciudadano reflexiona sobre los contenidos reales de su libertad democrática. Se sabe condenado, pero tiene el derecho de elegir a sus verdugos. En este sentido, es libre, no puede negarlo, tan libre como ha venido siendo para elegir entre Pepsi y Coca..
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