sábado, 29 de junio de 2013

Noticias de un mundo nuevo

USA versus China
Una amiga mía que vive en California ha tenido hace poco un hijo. Ella es profesora, pero quiere criar a su niño con dedicación absoluta a él, fundidos los dos en una misma, entrañable criatura. Anteayer encontró por fin un trabajo que podrá realizar desde su casa. Quien la ha contratado ha sido Google. Su trabajo consiste en corregir el español al que se han traducido páginas web u otros textos que Google le envía por correo electrónico. Más que de corregir en sentido literal, se trata de enjuiciar la calidad literaria y significativa del español escrito en esas traducciones. Quizá Google vierta toda la información que ella y otros muchos produzcan en algún poderoso sistema informático que corrija y mejore las capacidades del traductor automático inglés/español que Google ofrece en su página. Este tema de las traducciones automáticas de calidad es uno de los que puede cambiar al mundo.

Sea como sea, las reglas de este trabajo son: le ocupará entre 10 y 30 horas a la semana, lo cobrará a 15 US$/hora, podrá realizarlo cuando le venga en gana a lo largo de la semana, en laborables o festivos, de día o de noche, y la garantía de continuidad se la dará la calidad de los resultados que ella produzca y, en definitiva, la libre voluntad de Google.

¿No es esto un mundo nuevo? Esta joven madre profesora podrá ganar más que un mileurista español (es decir, que la inmensa mayoría de los jóvenes españoles) haciendo un trabajo compatible con la intensa dedicación a su bebé, mediante una relación directa, individualizada, entre ella y Google. No hay ni contratos, ni sindicatos, ni trabajo fijo para siempre, pero sí hay una solución eficaz para que una persona en su situación pueda trabajar y ganarse la vida.

Nos quejamos de los chinos, a los que vemos como una amenaza para nuestro mundo laboral dada la competitividad que sacan de sus bajos salarios. Pero estos chinos, que hasta hace nada eran pobres como ratas, están saliendo gracias a esta competitividad de su miseria secular. ¿No os dais cuenta de que ya apenas se habla del Tercer Mundo?  Chinos, indios, otros asiáticos del Extremo Oriente, brasileños, muchos más, son llamados ahora Países Emergentes, porque salen a gran velocidad de la pobreza y empiezan a constituir poderosas clases medias, el único entorno éste en el que se haya demostrado que es posible la democracia. Como Tercer Mundo en sentido estricto ya solo nos queda África, ese maravilloso continente de gente maravillosa que no se merece la mala suerte histórica (es decir, la explotación inmisericorde) que ha venido padeciendo. Pero ya se la llama por su nombre, África a secas, que la identifica con la pobreza remanente en el mundo.

Nuestra verdadera amenaza está en sociedades avanzadas como ésta de California y Google que pongo aquí por ejemplo. Son sociedades basadas en el Conocimiento, que no tienen nada que temer a los chinos. ¿Por qué son una amenaza para nosotros los españoles? Porque nos están dejando miserablemente atrás, en otra galaxia. Nosotros seguimos con nuestros paleosindicatos megapoderosos que no tienen que rendir cuentas a nadie; con nuestros políticos más o menos corruptos, que han convertido la política en una profesión chimenea, en la que se entra casi de niño encuadrado para siempre en un partido, como los antiguos botones de los bancos que terminaban en banqueros, y de la que se sale hecho ya un viejo que no ha llegado a entender nada de la verdadera realidad social; con nuestra mentalidad de pagar los menos impuestos posibles a un Estado al que, no sin cierta razón, consideramos ladrón; con nuestros jóvenes indignados que a pesar del vacío con que los hemos rodeado quisieran para ellos ese mundo nuestro que los ha condenado; con nuestros sectarismos, nuestros chauvinismos, nuestros nepotismos, nuestra convicción, propia de un avestruz que ha enterrado la cabeza en el suelo, de que estamos en el centro del mundo. Cuando el riesgo es que, aplastados entre chinos y americanos, llegue un momento en que, además de no ser necesarios, tampoco se nos eche de menos.

Tenemos que reaccionar. No sé cómo, pero está claro que lo que necesitamos es una conmoción violenta, una revolución. No hablo de violencia física, sino moral. No podrá ser como las revoluciones que ya han tenido lugar. Lo que caracteriza a una revolución, en contraposición a una rebelión, es que se trata de un acontecimiento absolutamente nuevo en la historia, sin precedentes.

Una revolución implica inevitablemente echarse a andar a ciegas, para lo que se necesita ante todo valor, e inmediatamente después generosidad.


¿Los tenemos? 

Pues si no acabamos de tenerlos, habrá que irlos buscando.

sábado, 22 de junio de 2013

Vivir es jugar, entre otras cosas.

A mi perro Paco le encanta jugar, a pesar de que dejó atrás hace años sus tiempos de cachorro. Su juguete preferido es una pelota de tenis o squash, y lo que le divierte es que se la tire hacia el fondo del jardín, correr tras ella, atraparla, morderla como si fuera una pieza cazada y traerla a mis pies sin entregármela, retándome juguetón a que se la quite. Así una y otra vez hasta que uno de los dos, él o yo, se cansa.

Esta mañana salí al jardín a leer la prensa del día y allí estaba él. Enseguida me trajo su pelota, provocándome, pero yo estaba en mi lectura y no le hice caso. Tras esperar un poco por si yo me arrancaba, se decidió por fin a jugar solo.

Pero ese juego en solitario tenía que ser 
distinto al que jugaba conmigo, porque el no tiene una anatomía que le permita tirarse la pelota lejos. Tendido sobre la hierba, casi bocarriba, empujaba la pelota con sus patitas y se estiraba para alcanzarla.
Así estuvo un buen rato, ya echado sobre su flanco derecho, ya sobre el izquierdo, haciendo cabriolas y desplazándose sobre el gramón como un guijarro al que mueven de un lado para otro las olas que rompen en la playa. Hasta que se cansó o aburrió y lejos ya de mí, como indicándome que sabía que yo no iba a dejar el periódico, se  sentó en el otro extremo del pequeño jardín, limitándose a tomar el sol y observar a algunas mariposas blancas que volaban por allí buscando pareja.

Pero ¿tiene algo de particular esto tan cotidiano que acabo de describir?

En mi opinión, muchísimo.

Para empezar, la inocente belleza de mi Paco jugando, su candor, su ingenuidad. Intentaré explicarme. Paco tiene unos diez años, que en términos de madurez individual equivalen a los cincuenta ya pasados de un humano. Si con la imaginación invierto los términos y me convierto yo en la mascota de mi dueño Paco, a mí jamás se me habría ocurrido, con cincuenta años, revolcarme por el jardín dando pataditas a la pelota como él lo hizo. 

Pero su capacidad de jugar gratuitamente y disfrutar haciéndolo, ponía de manifiesto que todo aquello de lo que pretendió convencernos Descartes acerca de que los animales son máquinas y los humanos máquinas pensantes no puede ser cierto. Jugar como lo hace mi Paco es disfrutar de la vida, divertirse, y eso no hay ni habrá nunca máquina que sea capaz de hacerlo. Jugar es imaginar, crear un universo particular en el que se juega, anticiparse al futuro intentando adivinar los movimientos del que juega contigo, divertirse que significa descarrilar, salirte de la vía a la que te lleva tu lógica y tu ser razonable, trotar como un potrillo que se siente libre, volar como un canario que ha visto abierta la puerta de su jaula. Liberarse, en definitiva, de ese sentir el paso del tiempo como una responsabilidad que te hace mover el remo de tu vida como un galeote movía el suyo al compás que le marcaba con sus voces el capataz de esclavos.

Los humanos, como animales que también somos, jugamos. Particularmente lo hacen los niños, quizá por eso yo, que no juego casi nunca, creo que la plenitud de la vida individual se alcanza cuando se tienen unos cinco años, no más, porque a partir de los quince los humanos ya estamos uncidos al pesado yugo de la perpetuación de la especie.

Hago un esfuerzo por revivir mi infancia y me doy cuenta de que la vida interior de un niño es inmensa, como lo es su capacidad de percibir la belleza del mundo, y la fealdad y el terror que son su inseparable negación, y los colores y los sonidos, ya melodiosos o ululantes, que lo llenan todo. La vida de un niño es un juego, una aventura permanente por un territorio desconocido lleno de toda clase de sorpresas. La relación que mis nietos pueden concebir con un abuelo como yo es y solamente puede ser a través del juego.

Porque, en definitiva, jugar es, si no lo más serio, sí lo más importante que se puede hacer en la vida y con la vida de uno mismo.  Diablos, esta afirmación me escandaliza. Y sin embargo, puede que sea cierta. Lástima no haber pensado antes en todo esto. 




viernes, 21 de junio de 2013

Una taxista madrileña me ilumina acerca del futuro de Chiloé.

Los taxistas de las grandes ciudades no son gente corriente. No se limitan a saber conducir un automóvil y conocer el callejero de una ciudad. La relación que mantienen con sus clientes es parecida a la del psicoanalista. Éste, con su paciente tendido en el famoso sofá freudiano, lo incita a desnudar su psique mirando al techo mientras que él  toma notas y hace preguntas. El taxista conduce y maldice al tráfico agobiante que lo rodea, pero a la vez escucha lo que su cliente le comenta/confiesa. Y emite sus propias opiniones. Muchos usuarios salen del taxi, en contraposición a lo que podía esperarse de un recorrido trepidante a través de unas calles llenas de conductores enfurecidos que parecen haber perdido la razón, mucho más relajados de lo que entraron. De  este modo algunos taxistas llegan a convertirse en verdaderos conocedores del alma humana, y viajar con ellos es como asistir a una clase en la universidad de la vida.

Por todo esto a mí me gustan los taxis. Llego a una ciudad nueva y para intentar conocerla mejor me meto en un taxi y sonsaco todo lo que puedo al taxista. Y cuando viajo de Santiago a Sevilla, en Madrid dejo definitivamente el avión, con trece horas de vuelo tengo suficiente, y cojo un taxi  que me lleva a la estación de Atocha donde tomo el tren de alta velocidad hasta Sevilla, que en sus 400 kilómetros de recorrido a través de pardas estepas quijotescas y grises olivares andaluces me reconcilia de nuevo con la piel de España.

Toda esta larga introducción es para llegar a que el martes 18 de junio de 2013, recién llegado a Madrid, estaba yo dentro de un taxi charlando con una taxista madrileña cincuentona y amable, parlanchina y filósofa, que a la vez que me llevaba de Barajas a Atocha me iba poniendo al corriente de la situación económica y social de España.  Demostraba tener un conocimiento bien digerido de esta realidad. De pronto dijo algo que me iluminó respecto a lo que es Chiloé: "La maldita crisis está acabando con muchas cosas, ¿sabe usted?", me hablaba a la vez que no dejaba de mirarme, a ráfagas, por el retrovisor, "mucha gente que es vieja o siendo joven ha desistido de encontrar trabajo, está volviendo a sus pueblos de origen. En un pueblo no hace falta tanto dinero  para sobrevivir como en Madrid, mucho de lo que necesitas te lo da el campo, unas papas, o la leche, o los huevos. Y además tus vecinos están siempre disuestos a ayudarte, lo mismo que tú a ellos. Porque, ¿sabe usted?, en una gran ciudad como Madrid él dinero te tiene presa, sin dinero no eres nada, te mueres de asco".

¡Exactamente! En ese momento sentí la lluvia fina y liberadora de la revelación cayendo sobre mí. ¡Exactamente!, ese es uno de los secretos de Chiloé, quizá el mayor de todos. La base social de Chiloé, quiero decir, la mayoría de su población, está constituida por el campesino que es a la vez agricultor, ganadero, leñador, carpintero, mariscador, marinero y buzo. Tiene una pequeña propiedad, poco más de diez o doce hectáreas, y unos vecinos de toda la vida muchos de los cuales son sus parientes y amigos, que practican unos con otros la solidaridad y el trueque. Este tejido social es tan fuerte, tan indestructible, como pueda serlo el espinillo que infecta los caminos chilotes, y lo es sobre todo porque, como en el espinillo, sus raíces son profundas, llegan a todos los rincones donde puede haber algo útil para la subsistencia.

Esta ha sido la fuerza de Chiloé a lo largo de su historia y lo sigue siendo. Por esto la economía de Chiloé es autosostenible. Una autosostenibilidad que tiene una contrapartida: la falta crónica de plata, de papel moneda, de capacidad de crédito y por lo tanto de compra en un mercado consumista.

La cultura de Chiloé es una cultura campesina en el sentido más auténtico de este término. Ahora recomendaría a aquellos de mis lectores que estén interesados en la reflexión estratégica sobre Chiloé la lectura del apartado (2), "Tradición y progreso en las islas Chauques", de mi segunda entrada sobre el Parque Eólico de Mar Brava. Los isleños de las Chauques abandonaron su cultura campesina tradicional y se echaron en los brazos de la industria salmonera, para encontrarse sin trabajo ni plata cuando a ésta le llegó la crisis. Lo que querrían los chauquinos, al igual que la mayoría de la base campesina de Chiloé, es mantener sus modos de vida pero teniendo más capacidad de compra, más liquidez. Este es posiblemente el único camino por el que la cultura de Chiloé, con todos sus valores y su belleza, podrá sobrevivir. ¿Cómo dar con él? Ese es el problema.


miércoles, 19 de junio de 2013

19 junio 2013.- Balance de un viaje a Chiloé

Cuando el lunes 17 volaba yo de Puerto Montt a Santiago, en mi viaje de vuelta a España, la cordillera se me mostró en todo su esplendor preinvernal. Vi en ella a Chile.  Allí estaban las fuerzas telúricas que explotan de vez en cuando en un gran terremoto, dando a los chilenos esa resistencia al desaliento que tienen como pocos pueblos. También estaba allí esa barrera a todas las plagas venidas de fuera que ha hecho del Valle Central un paraíso agrícola, y esos estratos revueltos por plegamientos gigantescos que han hecho aflorar el Cobre convirtiendo a Chile en una potencia minera. Como estaba esa larguísima configuración geográfica (igual que la distancia que separa Gibraltar de Laponia, escribía Subercaseux) que le ha dado a Chile casi todos los climas, desde el desierto de Atacama a los hielos antárticos, y a los chilenos una visión del mundo más amplia que la de otros pueblos. Chile es, en definitiva, un hijo de la Cordillera, que es su madre, y del Pacífico, su padre. Un punto de encuentro de dos fuerzas inmensas de la Naturaleza. Como resultado, los chilenos son un pueblo con la fortuna de tener y la responsabilidad de  proteger un maravilloso patrimonio natural.
La Cordillera vista desde la latitud de Chillán. El pico en el centro de la foto podría ser Sierra Velluda.

Dentro de Chile, Chiloé es una avanzadilla hacia el océano, un territorio aislado dentro de un país aislado, dotado por ello de una cultura singular que no es sino un tesoro para todos los chilenos y que los chilotes tienen la responsabilidad de conservar.

Mi estancia en Chiloé ha sido corta, escasas tres semanas que han pasado en un instante y a la vez han sido muy largas. He tenido esa vivencia de la naturaleza dual del tiempo que acompaña todos los momentos importantes de mi vida.

He podido cumplir muchas de las expectativas con las que llegué. Ya he hablado en entradas anteriores de este blog de casi todas ellas. También conseguí una foto que refleja algo de la belleza de la Playa de Mar Brava, la cual presento aquí. Y fracasé en algo que me importaba mucho, reencontrar a mis chivos cimarrones. Quizá he querido imaginar que vi sus fecas frescas, pero ahora estoy seguro de que se han ido de dónde vivían, aunque también lo estoy de que no han muerto. Así es la vida, un fluir de encuentros y desencuentros que nunca acaba y que hay que aceptar tal como viene.
Playa de Mar Brava.- En primer plano la Piedra Run, donde dicen que está enterrado un tesoro.


En este viaje he tenido la sensación de que Chiloé está entrando en una etapa de cambios importantes. He percibido en su gente la tensión entre el Chiloé que fue y el que será. Muchos chilotes están inquietos, desconfían de lo que ven venir. Algunos acontecimientos recientes son más que anécdotas. El atropello que supone la construcción del Mall de Castro, en desprecio flagrante de la ley y que de persistir puede acabar con la belleza de la ciudad y convertirla en un caos urbanístico. La manifestación en Quellón por la mala asistencia sanitaria. La vuelta a la carga de los promotores del Parque Eólico en la Playa de Mar Brava. Los pasos dados por el gobierno chileno hacia la faraónica construcción del puente sobre el canal de Chacao.


El cambio es no solo necesario, sino inevitable. Todo fluye, πάντα ρει, que dicen que decía el viejo Heráclito. Pero debe ser un cambio que favorezca a los ciudadanos afectados y que suponga además una consolidación de lo que merece ser permanente, que en el caso de Chiloé es su cultura tan singular, sus mitos, su naturaleza y su indiscutible encanto. Confío en que la sensatez de los chilenos y en particular el coraje y la fe en sí mismos de los chilotes consigan un cambio así. 

domingo, 16 de junio de 2013

Imposible dormir sin calcetines de lana

Ayer, en mi penúltimo día aquí, intentaba dejarlo todo recogido. Entre otras cosas terminaba de lavar toda mi ropa chilota, que se quedará esperándome. Esto produjo una crisis de existencias, de modo que me acosté sin mis imprescindibles calcetines de lana, exorcistas del terror de las madrugadas. “Por una noche qué va a pasar”, pensé. Pues pasó.

Nada más dormirme llegó la primera pesadilla. Yo estaba en mi cabaña, alguien me acompañaba pero en segundo plano, una figura incógnita. Llamaban a la puerta, que yo abría y aparecían dos tipos mal encarados, con aspecto inconfundiblemente caucásico, europeo, hasta ario. Empezaban a decirme atropelladamente que habían sido víctimas de un asalto y solicitaban mi ayuda, pero algo indicaba claramente que mentían. Vi que llevaban pesados revólveres al cinto. Mi acompañante incógnito, que quizá fuera mi propia conciencia, me susurraba entonces en voz baja. “Quieren robarnos, y cuando nos roben, para evitar que los delatemos, nos van a matar”. Tuve enseguida la convicción de que en efecto iba a ser así. Y verme cordero destinado al sacrificio inmediato me aterrorizó.

Me desperté sobresaltado, pero enseguida me di cuenta de que mi único problema era la falta de calcetines de lana. Así que me eché a dormir otra vez. “Un poco de paciencia”, me dije.

Pronto llegó la segunda pesadilla. Me veía hablando con mi mujer en una llamada telefónica  intercontinental. Yo intentaba contarle atropelladamente un sinfín de cosas, como suele suceder en estos casos, porque el minuto de conexión es muy caro. Entonces ella me decía: “Por favor, deja de hablar ya, y no vuelvas a llamarme. ¿Es que no te das cuenta de que has muerto hace ya una semana?” ¡Diablos!, en ese momento recordé que sí, que había muerto no sé de qué hacía pocos días. Y el verme en ese empecinamiento de querer actuar como si estuviera vivo, estando muerto, me aterrorizaba, pero sobre todo me entristecía.

Así que ya no aguanté más. Me levanté, fui al armario y me enfundé un par de calcetines de lana recién lavados y secos. Dormí como un bendito hasta hace una escasa media hora, en que, como siempre a las seis de la mañana, me he puesto en marcha.

Ahora creo conocer el secreto de Stephen King, el escritor de novelas de terror más prolífico que haya existido. Mi hipótesis es que duerme con los pies desnudos, incluso fuera de las sábanas, ésta es su principal fuente de inspiración.

 ¡Lo onírico al poder, todo sea por el arte!

Stephen King

Adiós, hasta siempre.


Esta foto la tomé anteayer, 13 de junio de 2013, desde la terraza de mi cabaña, justo encima de los barrancos de la punta Tilduco, en Duhatao, Chiloé, Chile.

La traigo hoy aquí para que mi despedida de Chiloé por un tiempo indeterminado esté a la altura de su inmensa belleza. ¿Inmensa, no te parece que eres un poco exagerado? Inmensa, sí. Porque a la gran belleza natural que Chiloé tiene se añade siempre, o casi siempre, un componente mágico que sobredimensiona a la primera.

El Sol poniente se despide de mí con un rayo de oro que me conmueve. El cielo está tormentoso, como suele en el Chiloé invernal. La profunda tristeza plomiza que tiene siempre el mar en el ocaso, no solo en Chiloé, en todas las latitudes, es rota aquí por la alegría de ese rayo de oro, también por las espumas llevadas por las corrientes y que nacieron del choque de las grandes olas de la omnipresente mar de fondo con las rocas negras que siempre las esperan. Un choque que es un abrazo. Finalmente, más cerca, las sombras de la noche ennegreciendo el matorral y los árboles casi desnudos, trayendo con ellas el misterio que envolverá enseguida a todo lo demás.

Un paisaje así te lleva, por más que intentes evitarlo, a soñar. Te das cuenta de que la realidad derrama fantasía, de que ésta y aquélla no son sino las dos caras de la misma cosa, el mundo total. Comprendes que sin fantasía no podrías vivir, que además es la naturaleza quien te la regala, como te regala el aire o el agua, no menos necesarios.

Y cuando te vayas de aquí, que va a ser ya, te irás con el descubrimiento de este secreto y a la vez con la nostalgia de dejarlo atrás.


Mi despedida consiste en el compromiso de mi recuerdo. No te olvidaré, Chiloé mágico, querido Chiloé.

Futuros de Chiloé (6).- La verdad está en el todo.


He titulado esta entrada con la frase famosa de Hegel, “la verdad está en el todo”, queriendo poner de manifiesto que una reflexión estratégica nunca estará completa sin que  todos los puntos de vista, todas las perspectivas y posibilidades, se hayan tenido en cuenta. Debería por tanto implicar un diálogo gigantesco y democrático entre todas las partes interesadas. Sin que nadie intente imponer sus opiniones en base a argumentos de autoridad. Asegurándose de que hasta los más humildes e indefensos son escuchados. La consideración de todas estas tesis y antítesis dará lugar a una síntesis con valor estratégico, en la que todo, el pasado con el presente y el futuro, Chiloé con Chile y el resto del mundo, y todos, ricos y pobres, cultos e ignorantes, santiaguinos con afuerinos y chilotes, políticos con tecnócratas y con simples ciudadanos, han sido tenidos en cuenta o escuchados.

Discutiré a continuación un par de ejemplos en los que se expone la necesidad de una discusión democrática entre todos los afectados para justificar y decidir las grandes inversiones. Y cuando menciono a “todos los afectados” debo indicar que el afectado más importante, el digno de mayor consideración, es el pueblo de Chiloé con sus valores culturales a cuestas, representado por sus autoridades y por el conjunto de su sociedad civil.


1).- El puente sobre el canal de Chacao.

(Tomado de La Tercera 2009)


Algunos piensan, y probablemente tienen razón, que este puente traería progreso a Chiloé. También piensan que los que se oponen a él argumentando que es una amenaza para el mantenimiento de la cultura chilota, no le hacen bien a Chiloé, porque si algo tan simple como un puente puede destruir nada menos que una cultura, bien endeble es ésta, poco arraigada está entre los chilotes, y si es así, ni con puente ni sin puente podrá sobrevivir.

El problema está en que los que argumentan así se dejan atrás muchos considerandos.

a).- El puente traerá progreso, sí. Pero ¿qué progreso? ¿Será ese el progreso que más necesita Chiloé? Esa inversión de casi 800 millones de dólares, ¿sería más rentable para Chiloé si aplicada en vez de al puente a mejorar las comunicaciones interiores, por ejemplo ensanchando la ruta 5 y circunvalando Castro, y/o multiplicando por 4 o 5 el número de kilómetros asfaltados en rutas secundarias? 

b).- Lo más probable es que el puente sea de peaje, y que las tarifas de cruce sean similares a las de los barcos actuales; en tal caso, ¿qué ahorros traerá el puente para sus usuarios chilotes? Ninguno en plata. No más de un 25% en tiempo de viaje hasta Puerto Montt, eso para los viajeros desde Ancud, porque para los que procediesen de Castro o Quellón el ahorro en tiempo no sería tanto y podría ser mucho mayor del 25% ensanchando la ruta 5 y haciendo una circunvalación de la misma en Castro que construyendo el puente. Un ahorro  que también lo sería en vidas humanas.

c).- Los valores culturales de Chiloé están amenazados no solo por el puente, pero también por éste. Los amenaza no necesariamente lo que el puente es en sí mismo, sino lo que significa darle precedencia a estas inversiones en grandes obras públicas sobre otras en educación, cultura, desarrollo agrícola sustentable, infraestructuras turísticas, etc, quizá más rentables y necesarias para el futuro de Chiloé.


2).- El parque eólico de Mar Brava.

Rompeolas de la playa de Mar Brava mirando desde su centro hacia el SSW (foto tomada hoy 15/06/2013)

Se pretende implantar este parque eólico sin haber dado argumentos suficientes que justifiquen la elección de un sitio tan bello y prístino como la playa de Mar Brava. ¿Por qué en ella y no, por ejemplo, en los cerros situados más hacia el interior, o en otros muchos lugares posibles en un Chiloé que si algo tiene abundante y fuerte por todo su territorio es el viento?

Quizá el argumento más poderoso, del que por cierto nunca se habla, es que la mitad de la superficie del parque eólico estaría en terrenos fiscales y todo él en cotas muy bajas próximas al mar, lo que abarataría los costes de instalación y mantenimiento. Es decir, sería una cuestión de optimización económica, objetivo que es totalmente respetable. Pero este pro debería poderse comparar con los contras que resultan de que no solo la playa de Mar Brava, sino todo el bellísimo golfo de Quetalmahue quedaría irreversiblemente condenado a la fealdad de unos molinos de viento gigantescos. Esa comparación no se ha hecho, pero lo que es peor, posiblemente es irrealizable, por lo heterogéneo de sus términos. Sería comparar los ahorros en pesos chilenos derivados de construir el Parque en la ubicación propuesta, con el daño producido al paisaje afectado. Peras con manzanas. Valores económicos contra valores culturales. Estos valores culturales tienen finalmente repercusiones económicas, porque en ellos se sustenta uno de los recursos naturales mayores de Chiloé, su belleza paisajística que atrae al turismo. Pero esas repercusiones no son fáciles de calcular y por ello no pueden compararse con valores económicos como la rentabilidad del parque eólico.

Unos valores estos económicos que pareciendo objetivos, al fin y al cabo de pesos chilenos y kilovatios hora va la cosa, se prestan sin embargo a innumerables manipulaciones, tanto en lo que se dice como en lo que no se dice. Se dice que la implantación del parque eólico creará centenares de puestos de trabajo, pero no se dice que son pocos centenares y que además solo lo serán durante el par de años que dure la construcción del parque, el resto del tiempo (un mínimo de 25 años, es decir, un compromiso a largo plazo), solo serán necesarios menos de diez técnicos de mantenimiento. O se dice que el parque dotará a Chiloé de autosuficiencia eléctrica, pero no se dice que en cualquier red eléctrica, la de Chiloé también, la electricidad de origen eólico no puede superar el 30% del total, porque el viento es por naturaleza fluctuante, de manera que la mayor parte de la energía eléctrica producida en el parque tendrá que ser exportada al continente. O se da el nombre de la empresa que va a acometer el proyecto pero no se dice que esta empresa quiere obtener la licencia de construcción del parque eólico y no otra cosa, porque en su proyecto no figura la construcción de la línea de alta tensión que lleve la electricidad eólica producida hasta el centro de conexión con la red eléctrica continental (concretamente el Sistema Interconectado Central), que está en Degañ, junto al control de Carabineros de la ruta 5, a casi 40 km en línea recta del parque eólico proyectado. Tratándose además de una empresa pequeña, con recursos de capital y posibilidades de crédito muy por debajo de los que requiere esta inversión, es posible que su objetivo sea revender la licencia obtenida a alguno de los gigantes transnacionales en producción de energía eléctrica.


3).- Conclusiones.

De manera que, así como en el ejemplo del puente sobre el canal de Chacao se presentaba un problema de asignación de los recursos financieros disponibles, en este ejemplo de construcción del parque eólico de Mar Brava el problema lo es de un conflicto entre valores culturales y rentabilidad económica. ¿Se defiende la cultura de Chiloé oponiéndose a la localización de este parque eólico en Mar Brava? Sin duda que sí. El argumento que citaba al principio, que aplicado aquí tendría el siguiente enunciado: “si la conservación de los valores culturales de Chiloé depende de la construcción o no de un parque eólico, poco vigor tienen esos valores culturales”, este argumento, se revela como falso. Porque la lucha lo es para que las decisiones de grandes inversiones en Chiloé se tomen con la aprobación de la sociedad civil chilota, y eso es luchar por la defensa de los valores culturales de Chiloé. Es hacerlo no solo contra un parque eólico teledirigido a ciegas desde Santiago, también contra un puente faraónico consumidor de recursos financieros tan necesarios para cosas más útiles, o contra una salmonicultura autogeneradora de sus propias crisis, o contra tantas otras iniciativas tomadas pensando solamente en la explotación de los recursos de Chiloé o como meros impulsos cortoplacistas.

Pero no basta con esto. La sociedad civil chilota, es decir, el pueblo de Chiloé, no solo debe exigir su derecho a participar en la toma de decisiones acerca de proyectos de inversión que condicionen a largo plazo su futuro. Sino que debe tener su propia visión estratégica de cuál puede y debe ser el futuro de Chiloé y a través de qué caminos llegar hasta él. Porque si no la tiene, de poco le servirá la participación reclamada.


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viernes, 14 de junio de 2013

Distraer al Trauco

La señora Marta me contó ayer una receta de sus abuelos para distraer al Trauco, haciéndole perder un tiempo que podría haber empleado en maldades: a la hora de acostarse, dejar en la puerta de la ruka o cabaña un  montón de arena.

La lógica que apoya este remedio es contundente. El Trauco es una criatura de los bosques, donde no hay arena, mucho menos en montones. La arena se acumula en las grandes playas abiertas, que el Trauco no visita nunca. Por otra parte, el Trauco sale del bosque a curiosear en las cabañas y pampas que habitan los humanos de noche, cuando estos duermen. Entonces puede acercarse más de la cuenta a una cabaña y sentirse travieso, de modo que con la sola potencia de su mente y a través de las paredes pueda inducir algún mal en los que en ese momento están sumidos en el sueño.

Pero el Trauco es también una criatura curiosa, que aburrida de las soledades boscosas en que vive, busca en el territorio de los humanos cosas nuevas, divertidas, que llaman su atención. Cuando se acerca a la ruka curioseando, se sorprende al encontrar ese montón de arena que nunca antes había visto. Entonces se sienta en el suelo y se pone a examinar y contar, uno a uno, los miles, decenas de miles, centenas de miles de granos que ese montón de arena tiene.

¿Y qué sucede? Que le sorprende el clarear del nuevo día contando todavía granos de arena, con lo que tiene que retirarse al bosque sin haber tenido ocasión de pensar males para los habitantes de la ruka así protegida.

-----o-----

¿A que es una historia preciosa? Un niño al que sus abuelos le cuenten esto verá la arena con ojos bien distintos a los de otro educado tecnológicamente. Verá el poder que puede tener la arena, ese poder que puede esconderse en cualquier cosa y que convierte el caminar por la vida en una aventura llena de sorpresas. No es un poder mágico, sino una capacidad de seducirnos para cambiar nuestras voluntades. Verá, en definitiva, lo maravilloso que puede ser el mundo. Lo seguirá viendo así, subliminalmente, durante toda su vida.


Mýthos frente a lógos, junto a lógos

Granos de arena

jueves, 13 de junio de 2013

Chiloé junio 2013: regalos de despedida.

Chiloé, en su cultura, su gente, sus paisajes, sus animales y plantas, su mar, su cielo estrellado, y muy particularmente en los amigos que me ha dado, ha sido siempre generosa conmigo. Me ha reservado para mis últimos días aquí algunos regalos de despedida de los que quiero dejar constancia en mi blog.

1).- El primero ha sido el de los picaflores que invernan en Duhatao. Solo he visto uno, pero éste ha venido a visitarme a las puertas de mi cabaña. Libaba los jugos de las flores de una Lía, en un verdadero prodigio de habilidad en vuelo, porque estas flores son muy alargadas y sus pétalos se mantienen cerrados hasta el último momento, cuando se produce la eclosión de los estambres y los picaflores son llamados para que procedan a su fecundación cruzada. El picaflor que vi era probablemente una hembrita, libaba algunas de las flores que ya se habían abierto pero había muchísimas más sin abrir, que irían dándole alimento durante un buen número de días.

El arbusto de espino de la foto tiene dos ramas.
En la de la derecha está creciendo una planta
parásita de Lía. En el recuadro, detalle de las
flores de Lía.
La Lía (Tristerix tetrandrus) es una planta parásita que crece directamente sobre algunos arbustos de Chiloé, sobre todo el espino y el chilco. Son los pájaros quienes comen sus apetitosos frutos y al defecar sus semillas éstas, recubiertas de una sustancia viscosa, pueden quedar pegadas a los troncos de los arbustos a parasitar donde desarrollan haustorios (raíces que penetran en los tejidos de la planta parasitada para succionar sus jugos) que permiten el crecimiento de hermosas plantas (como la de la foto) las cuales pueden llegar a ser tan grandes como el espino o el chilco parasitados.

En esta época del año y en Duhatao, las únicas flores presentes son las de la Lía (el espinillo, Ulex europaeus, verdadera plaga de los caminos 
Planta de Mechay con una 
inflorescencia que acaba de 
brotar, con lasflores todavía
 en el estadio de capullos
chilotes más concurridos, no ha llegado todavía a Duhatao y espero que no lo haga nunca; tiene durante todo el año vistosas flores amarillas que el picaflor podría libar, eso pienso, aunque no lo sé. No debe confundirse el espinillo con el espino, Raphithamnus espinosus, que es el parasitado por la Lía y sí es autóctono de todo Chile). De manera que los escasos picaflores que no abandonan Duhatao durante el invierno, pueden alimentarse con las flores rojas de la Lía hasta que empiezan aparecer las bellas flores amarillas del Mechay, de las que ya empiezan a verse por aquí los primeros capullos. Resuelto pues lo que para mí era un enigma: los picaflores pueden invernar e invernan en Duhatao sin renunciar a sus hábitos de vida.



2).- El segundo regalo es que los halcones peregrinos (probablemente la variedad cassini,
Halcón peregrino var, cassini (abajo)
con su cría en el estadio juvenil (arriba).
que no es leal a su apellido peregrino porque permanece todo el año en Chile) se han dejado ver por mí. Son abundantes por estos acantilados costeros, viviendo en parejas monógamas que suelen anidar siempre en el mismo sitio. Una de estas parejas reside en un peñón inaccesible muy cercano a mi cabaña, y ayer uno de los adultos se dejó ver en la percha de un árbol con uno de sus hijos, ya juvenil y volando a la perfección. Preciosa estampa, que presento en unas fotos que aunque no son de calidad permiten hacerse una idea
  de la belleza de estas aves, con sus enormes garras amarillas, sus anchas espaldas de atleta y sus larguísimas alas, que llegan a cubrir la cola, de velocísimos voladores en picado.

El mismo halcón adulto de la foto anterior
















3).- Ha habido más pequeñas sorpresas, pero no quiero resultar pesado. Solo decir que aunque no he visto a mis chivos si he encontrado sus fecas frescas, que me indican que al menos uno de los dos sigue por allí. Morir no debe haber muerto ninguno, porque nadie va a cazar a tiros unos chivos viejos que apestan a eso mismo; nadie, ni siquiera los mejores perros, habría podido alcanzarlos sin despeñarse por los riscos de vértigo en que viven; y, si hubieran muerto por causas naturales, los jotes lo habrían denunciado escandalosamente.




Se acerca el día de mi partida y lo hace a la velocidad de un cuerpo celeste. Ya no voy a moverme de Duhatao hasta entonces.

P.S. Un libro indispensable sobre la cultura de Chiloé y su relación con la flora: Cárdenas Alvárez, Renato y Villagrán Moraga, Carolina (2005).- Chiloé. Botánica de la cotidianidad.-  Consejo Nacional del Libro y la Lectura

lunes, 10 de junio de 2013

Futuros de Chiloé (5).- Preservar una forma de vivir



El tiempo pasa a una velocidad aterradora. Me queda una semana en este Chiloé que representa para muchos como yo una bocanada de aire puro. ¿Cuánto durará? Cuando hablo con la gente de aquí, percibo que ellos siguen estando comprometidos con la conservación de sus valores culturales. Me atrevería a decir que la mayoría de los chilotes lo tienen claro, pero los obstáculos con que van a tener que enfrentarse son formidables.

El Chiloé que yo conozco y amo, el de los campos, playas y bosques tranquilos y espirituales, las mujeres fuertes y los hombres serenos, las ciudades pequeñas totalmente integradas con su medio rural, necesitará resolver algunos problemas estratégicos para seguir siendo fiel a sí mismo. Enumero los que yo veo:

1).- Tiene que hacer sus valores culturales compatibles con una civilización consumista que, como casi todo en esta vida, tiene aspectos buenos y malos. Para ello necesita resolver el eterno problema que ha tenido el Chiloé campesino y marinero, ese que vive en una economía autosuficiente y sostenible, y que es el de la disponibilidad de papel moneda y tarjetas de crédito, es decir, de plata, para comprar tantas tecnologías que se han hecho ya imprescindibles en los hogares y para sostener la educación y la salud de la familia. Pero la economía campesina sostenible no se habla con el crédito financiero, hace falta creatividad para dotarla de medios de pago, en forma de cooperativas locales de crédito y otros resortes.


2).-Tiene que ser capaz de educar a sus hijos a la vez en los valores del mundo tecnológico que viene y en los del mundo mágico que ha desaparecido de casi todas partes pero que todavía persiste en Chiloé. No limitar las aspiraciones a que aprendan inglés y disciplinas técnicas, tan necesarios para estar a la altura de los tiempos. También, con el mismo énfasis, educarlos en la solidaridad, tan viva y sana en esos campos chilotes donde no hay clases sociales en lucha,  en el amor a la naturaleza y en el valor de lo mítico como exponente de la dimensión espiritual del mundo.


3).- Tiene que especializarse en determinadas fuentes de riqueza, compatibles con el mantenimiento de su riqueza principal, que es la propia cultura chilota. Ser en aquéllas tan competitivo como el que más. Hacerse fuerte en ellas, entre las que pueden estar el ecoturismo, la acuicultura sostenible, el cultivo de la papa con denominación de origen, cosas así, pero no dos o tres, sino muchas. Robustecer el movimiento cooperativo en las pequeñas comunidades locales, al fin y al cabo eso fueron siempre las mingas, bastaría con modernizarlas sin que perdieran su espíritu. Dotarse de gente que sepa de todas estas cosas.

4).- Tiene que organizarse para que su sociedad civil sepa neutralizar con eficacia a los que ven a Chiloé no como una cultura sino como un recurso, que desgraciadamente no dejarán de aparecer. Prepararse para las batallas que puedan venir, la mayoría de las cuales deberían ganarse en los Tribunales, no en las calles. Dotarse para ello de buenos abogados.


Sea como sea, cuando yo cruce en muy pocos días el canal de Chacao camino de Europa, empezaré a contar los que me falten para volver, seguro como estoy de que Chiloé sabrá seguir siendo fiel a sí misma y no permitirá que la asusten o la engañen. 

Punta Almanao, entre Puñihuil y Pumillahue, en la costa NW de Chiloé

sábado, 8 de junio de 2013

En el bosque nativo de Chiloé

Ayer pude cumplir uno de los objetivos de mi corta estancia en Chiloé. Me adentré con Francisco Altamirano en un pedazo de bosque nativo chilote del que es propietario con sus hermanos y que está muy cerca de Duhatao.

Distintas imágenes de grandes árboles en el bosque nativo
 que visité
El bosque nativo no nos maravilla porque sus árboles sean extraordinariamente grandes, que lo son. Sino porque es tan viejo que ha podido alcanzar su clímax, es decir, su equilibrio ecológico. Los árboles no son inmortales. La competencia entre los que forman el bosque para alcanzar la luz es implacable. Todos crecen sin parar para dominar a los demás, hasta que se alejan tanto sus copas de sus raíces que cada vez les cuesta más intercambiar nutrientes. El viejo y gigantesco árbol ha alcanzado su ancianidad y se  va debilitando para terminar muriendo por alguna de entre varias causas posibles: toda la flora de enredaderas parásitas y plantas epifitas, tales los bellísimos Poes, que pueblan su tronco como si éste fuera una gran ciudad, termina pudiendo más que él y lo ahoga; o sus un día potentes raíces se consumen de viejas hasta un punto en que cualquier golpe de viento fuerte arranca y vuelca un tronco que, todavía formidable, ha perdido sus anclajes; o un sinfín de causas más. El caso es que el paisaje interior de un bosque nativo se asemeja al de una gran batalla: grandes troncos muertos obstaculizan el paso, derribados en el suelo donde están sirviendo de alimento a muchos otros organismos, desde bacterias y hongos celulolíticos hasta hormigas como los chalilos y otras criaturas; arbolitos jóvenes de todos los tamaños inician su ciclo de vida, y una sucesión de árboles cada vez más grandes y altos, ulmos, canelos, tepas, lumas, arrayanes, suben y suben hacia la luz; de vez en cuando te topas con un verdadero gigante y te impresiona su imponente majestad, su tronco es una enciclopedia botánica, poblado como está de numerosas especies, parásitas o no, que lo aprovechan para ascender también, reptando sobre él, hacia la luz, siempre la luz gobernando los destinos de ese bosque que sin embargo está lleno de oscuridades.

Un ulmo gigantesco, con la imagen de
Francisco Altamirano para comparar
tamaños. La flecha amarilla marca el 
diámetro del árbol, estimado en 1,60 ms
por comparación con los 1,80 ms de
Francisco. A este diámetro le corres-
pondería una circunferencia de
5 metros.
En un verdadero bosque nativo, es decir, uno que no ha sido tocado nunca por los humanos y que por eso ha tenido tiempo de llegar a ser un ecosistema en equilibrio, el sotobosque no es demasiado denso y permite el paso, lo que raramente sucede en un renoval. Tienes que ayudarte con el machete y seguir un curso zigzagueante para ir orillando los obstáculos de grandes árboles caídos, quilales espesos que aunque no son abundantes existen también en estos bosques e impiden absolutamente el paso, algún que otro grupo de arbustos jóvenes tan tupido que tampoco te deja pasar, etc. El caso es que si no tienes experiencia de bosque y si tampoco llevas una brújula que te guíe (el GPS no sirve en el bosque), te desorientas y te pierdes muy pronto, de modo que ya no sabes ni puedes salir de allí. Es como si el mar te hubiese tragado, porque el gran bosque nativo es eso, un mar de leña, verdes y sombras. Mucha gente en Chiloé ha desaparecido en los bosques para siempre. Quizá por eso la cultura de Chiloé reverencia y teme a los bosques como reverencia al mar. Quizá también por eso el Trauco, independientemente de otras consideraciones espirituales, ha sido utilizado por los padres para asustar a los niños de modo que no penetren en un bosque donde podrían perderse para siempre.

Tallos de Quilineja tapizando el tronco de
un árbol. Entrelazándose unos con otros de
modo natural a medida que crecen, llegan 
a formar una especie de tejido basto.
Por cierto que me tropecé con un árbol cuyo tronco estaba cubierto por un tapiz de la famosa Quilineja, esa planta trepadora de cuyos tallos dicen que se viste el Trauco. Presento aquí una foto con su aspecto, como una especie de tejido muy basto hecho de fibras verticales, pues los numerosos tallos independientes de Quilineja crecen entrelazándose unos con otros. Viéndola puede uno imaginarse al Trauco vestido con ella. Más todavía, puede uno comprender como determinados árboles de tamaño pequeño y formas retorcidas, revestidos de Quilineja, pueden haber sido confundidos con una suerte de humanoide que asuste tanto como si fuera un Trauco de verdad. Los bosques, es decir, sus troncos y sus ramas retorcidos en busca de la luz, son antropomórficos; con un poco de imaginación, incluso sin ella, puedes ver multitud de formas que para tu sorpresa te parecen humanas y que por eso, al tropezarte con ellas en aquella inmensa soledad, te asustan.

Eso es todo. La contemplación de un bosque nativo es una experiencia maravillosa que a nadie que ame Chiloé debería faltarle. 

En la educación de los niños, no solo de Chiloé sino del mundo entero, deberían incluirse como obligados tres componentes esenciales: conocer el mar en su inmensidad, conocer el cielo estrellado sin luces artificiales que lo oscurezcan y conocer el bosque nativo, o para los niños de las zonas áridas el desierto. Es decir, conocer la naturaleza intocada por el hombre. Sin este conocimiento directo y vivido, jamás seremos capaces de respetarla lo que, además de amenazarla a ella, compromete nuestro propio futuro.


jueves, 6 de junio de 2013

Un trauco emerge del bosque

Esta historia me la ha contado Rosa Herminia Ampuero, hermana mayor de mi amigo Nelson Ampuero, vigilante nocturno del garaje de La Cruz del Sur en Ancud y constructor de maquetas de barco. Rosa Herminia tiene 74 años, pero cuando tenía 17, en 1956 y viviendo en Puchilcán con sus padres y hermanos, vio a un Trauco en persona y de cerca, así lo atestigua ella.

Puchilcán era por entonces, todavía lo es, un sitio apartado, lleno de inmensos bosques nativos, que quedaba a la derecha del camino viejo entre Ancud y Chepu y a la izquierda del camino entre Tehuaco Alto y las Huachas. Allí vivía poca gente, casi pioneros que empezaban a desbrozar el bosque para abrir pampas en las que criar su ganado. Ese era el caso de la familia Ampuero, que vivía en solitario, pues sus vecinos más próximos eran difícilmente alcanzables, separados como estaban unos de otros por los bosques.

Su cabaña estaba rodeada por una pampa totalmente desbrozada en la que criaban sus vacas y terneros. Alrededor de ella, la separaba del bosque un roce, es decir, toda una zona en proceso de desbroce, con árboles quemados, troncos ya caídos, tocones con sus raíces a medio desenterrar, todo un caos, resultado de esa batalla que los hombres habían emprendido contra la naturaleza. Más allá, el bosque los envolvía como una pared verde, impenetrable, y detrás de ella toda una misteriosa oscuridad interior. Ese límite del bosque era como la orilla del mar, el comienzo de otro mundo con otras leyes y otras criaturas.

Una tarde que hacía bueno Rosa Herminia sacó a pasear a su hermana pequeña. Atravesaron la pampa, tan monótona, y entraron en la zona de desbroce, más variada y divertida. Pastaban cerca seis o siete terneritos, a los que también les atraía el roce con sus sorpresas. Estando allí, Rosa Herminia vio cómo salía del bosque un extraño personaje que caminaba directamente hacia ella.

Su aspecto era absolutamente singular. Iba vestido de los pies a la cabeza con el mismo extraño tejido. Zapatos, pantalones, chaqueta y poncho, más un sombrero de anchas alas como los que usan los huasos (ganaderos de a caballo) pero más flexible y ajado, eran todos de una tela de color anaranjado, apagado y sin brillo. Cuando aquel extraño individuo se acercó más, Rosa Herminia pudo verificar que lo que lo cubría eran las hojas y tallos secos de la Quilineja, una planta trepadora que crece en los bosques al amparo de los troncos de los grandes árboles y que se usa para fabricar escobones. Es sabido que de Quilineja se visten los Traucos.

A medida que aquel extraño individuo se iba acercando, ella podía ver más detalles de su persona. Era bajito pero no enano, por lo demás su complexión era normal. Pero lo que sorprendió definitivamente a Rosa Herminia fue que la larga barba que lucía y las espesas cejas que poblaban su frente ¡eran también de Quilineja seca! Esto le daba ya un aire absolutamente sobrenatural a aquella figura, y Rosa Herminia empezó a asustarse de verdad, aunque estaba como alobada, hipnotizada por aquella extraña presencia, incapaz de moverse.

El Trauco avanzaba decididamente hacia las dos niñas. Su hermanita ni siquiera había reparado en lo que estaba pasando. Así fueron transcurriendo unos momentos terribles hasta que, estando ya a unos treinta o cuarenta metros de ellas, el Trauco desvió su rumbo y dando una vuelta de amplio radio se volvió hacia el bosque.

En desapareciendo el Trauco tras los grandes árboles, empezó a oírse como una sonajera de troncos y ramas que entrechocaban unos con otros, como si un vendaval muy localizado estuviera teniendo lugar allí dentro. ¿Una manifestación del poder del Trauco? Quién lo sabe, pero no fue algo imaginado por Rosa Herminia, porque los terneritos que andaban cerca también se asustaron, chocando unos con otros y brincando mientras corrían de vuelta hacia la pampa.

Liberada de su parálisis, corrió la joven con su hermanita hacia la cabaña. Allí le contó a su padre todo lo que había pasado. Ella, aterrorizada todavía, no tenía ninguna interpretación del suceso, y fue su padre el que le hizo ver que tenía que tratarse de un Trauco, esas criaturas de los bosques cuyo comportamiento, como pertenecientes que son a otra esfera de la realidad, es siempre imprevisible.

A la mañana siguiente, cuando su padre abrió la puerta de la cabaña para iniciar un nuevo día, había dos cacas de Trauco, así lo dijo su padre, en la misma entrada. De aspecto gelatinoso, aproximadamente circulares y del diámetro de un huevo frito, amarillas como la miel o la yema de huevo y con un olor tan extraño como fétido. Rosa Herminia, que las vio aunque no osó olerlas como su padre hizo, puede atestiguarlo (ver Nota al pie).

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Hasta aquí la historia contada por Rosa Herminia. Es una historia cierta, aunque no sabemos si real o imaginada. Cabe señalar aquí que lo imaginado nunca es falso, aunque puede no ser real. Pero lo irreal, la fantasía, lo mágico, son un constituyente esencial de nuestra naturaleza humana, al menos lo han venido siendo durante los últimos treinta o cuarenta mil años.

Quizá el hombrecillo que salió del bosque no era un Trauco, sino un vagabundo o un loco que andaba perdido por aquellas soledades. ¿Quién lo sabe? Fue el padre de Rosa Herminia, el viejo Ampuero, quien sin haberlo visto lo interpretó como un Trauco. Puede que lo hiciera para asustar a su hija de modo que jamás se le ocurriera meterse en el bosque, porque este bosque inmenso, con Traucos o sin ellos, era un peligro de muerte para una niña, que como tantas veces ha pasado podía hundirse en aquel océano de árboles y malezas para no volver a salir de él. En esto consiste el mitos, ese que los antiguos griegos definieron como opuesto, si no complementario, al logos. El mitos es la imaginación, la fantasía. El logos la razón, la lógica. Mitos y logos nos son indispensables a los humanos para llevar una vida digna, plenamente humana, también para protegernos de todos los peligros y amenazas que nos rodean desde el misterio que siempre es el mundo. Del mitos nació la religión, para trascender eso tan terrible que es la muerte. Del logos la ciencia, para vencerla o al menos retrasarla, permitiendo además neutralizar el dolor físico y llevar una vida al menos soportable.

Al hilo de lo que ha narrado Rosa Herminia, se me ocurren algunos comentarios adicionales:

1).- El Trauco aparece aquí como una criatura cuya naturaleza es distinta a la humana. Es un espíritu, una criatura de los bosques. Así como en las religiones monoteístas los espíritus han perdido ya su libre albedrío y solo pueden ser buenos o malos, ángeles o demonios, en el shamanismo la mayoría de los espíritus pueden ser buenos y malos, teniendo en su comportamiento toda la incertidumbre que, como a nosotros los humanos, les da el libre albedrío. Un Trauco, según la tradición popular en Chiloé, puede ser bueno o malo contigo cuando te lo tropiezas en el bosque. Es bueno si restringe su poder y te deja en paz. Malo si te hace daño, y para eso le basta con mirarte con mala intención, induciéndote así “los siete males”, que dado el simbolismo de totalidad que tiene el número siete, puede significar todos los males posibles para ti, en tus circunstancias.

2).- La extraña caca del Trauco que aparece en esta narración la he conocido asociada al Trauco en otros casos. Mi amiga la señora Marta la ha visto en muchas ocasiones, aunque nunca haya llegado a ver un Trauco (pero sí lo ha olido o entrevisto sus sombras en la noche); estas cacas las depone el Trauco encima de troncos viejos y muertos en el suelo, para que se vean bien, quizá queriendo marcar su territorio, haciéndoles así ver a los que pasan que el bosque es suyo. Un amigo mío, que es afuerino y letrado, vio una vez una de estas cacas en la escalera de una cabaña, y los chilotes iniciados que estaban con él quedaron aterrados por la proximidad de un Trauco que esa caca delataba. Yo mismo he visto algo parecido en mitad de un sendero en Duhatao; era gelatinoso, con forma y aspecto de excreta de perro o zorro, pero su color era verde jade más que amarillo. ¿De qué podía tratarse? Soy incapaz, quizá para mi desgracia, de creer en los Traucos, la prueba está en que no siento miedo de ellos cuando ando por el bosque (la señora Marta no sale jamás de su casa sin un diente de ajo chilote en el bolsillo de su falda, porque se dice que el olor del ajo espanta a los Traucos). La caca que yo vi podía ser la de un zorrito que había ingerido, qué sé yo, algo extraño o lo había digerido mal; también una babosa, aunque no se movía; o algún hongo (quizá un mixomiceto) que crezca en volumen muy rápidamente al amparo de la gran humedad reinante. Sería interesante que algún naturalista experto lo investigara.

3).- Muchas realidades de naturaleza inmaterial solo pueden ser percibidas por los elegidos para ello. Así, dos enamorados presentes en un salón lleno de gente se miran a los ojos y pueden transmitirse, sin que nadie sea capaz de percibirlo, todo el amor y el deseo que siente uno por el otro. Con las presencias de espíritus como los que recoge la mitología chilota puede pasar algo parecido. Yo puedo estar viendo un Trauco, o la Pincoya o la Fiura, que para ti, que estás en ese momento junto a mí, son invisibles. Yo los veo porque ellos se dejan ver por mí y no por ti. Rosa Herminia me contó otra historia que recoge esta situación. Volvía una noche con su marido hacia Ancud por la misma orilla de la playa de Lechagua, cada uno con una pesada carga de papas a la espalda. Pararon un momento a descansar y en mirando hacia el mar vieron muy cerca, no más lejos de veinte o treinta metros, es decir, en la mismísima orilla, un gran barco con altos mástiles y muchísimas luces encendidas de colores tan variados como maravillosos, del que salía una música bellísima y en cuya cubierta danzaban a su son muchos hombres y mujeres. Ella se asombró, esa Rosa Herminia siempre ingenua, y su marido le explicó que tenía que tratarse del Caleuche. Pero si esa aparición del Caleuche hubiera sido sin restricciones tenía que haberla visto mucha más gente en Ancud, lo que no fue el caso, solo lo vieron ellos.

¿Dónde está el límite entre la alucinación y una aparición espiritual? Imposible saberlo. Los lógicos siempre se inclinarán por una explicación alucinatoria, los míticos por una espiritual. ¿Quién tiene razón? Las experiencias con fármacos psicodélicos, descritas por shamanes o producidas en un laboratorio con todo el rigor científico, ponen de manifiesto que dentro de cada uno de nosotros, en los rincones más ocultos de nuestros cerebros, se esconde una realidad mítica y mística que con la ayuda de los alucinógenos puede sacarse fácilmente a la luz, revelando características similares en muchos individuos diferentes. Lo que probablemente suceda en la realidad es que los humanos tenemos dos formas bien diferentes de visión. Por una parte vemos con nuestros ojos de fuera para dentro, hacia el cerebro. Pero también somos capaces de ver del cerebro para fuera, a través de los ojos; no quiero decir que pueda producirse una inversión óptica del camino que los rayos de luz siguen, sino que nuestro cerebro es capaz de hacer pasar los impulsos nerviosos que la luz ha inducido en nuestros ojos a través de filtros que cambian totalmente la imagen que finalmente el cerebro construye.

Termino ya. Lo maravilloso que tienen lugares como Chiloé es que todavía mucha gente es capaz de vivir y ver tanto el logos como el mitos, este último en toda su plenitud, con toda su riqueza. A eso les ayuda mucho el contacto con una naturaleza tan hermosa y a la vez misteriosa como la que Chiloé tiene. Los bosques nativos inmensos que todavía no se han perdido, con toda la riqueza de estructuras antropomórficas que un bosque tiene. El mar con su misterio tan cercano aquí. Las playas prístinas. Los roquedos y acantilados a cuyos pies se mecen las melenas hermosas de mil Pincoyas. Los arcos iris magníficos de los que puedes ver su final en el mar. El viento tronante o ululante, siempre presente. El cielo estrellado desnudo en toda su belleza, sin rastros de esa luz artificial cegadora que ha hecho que los niños de ciudad no hayan tenido nunca la oportunidad de conocerlo. El calor y el olor que emanan de un fuego de leña en una cocina chilota. Tantas otras cosas.

Pero la situación está cambiando. La televisión, ese gran invento que tantas esperanzas despertó en su día pero que tan rotundamente ha fracasado, convirtiéndose en el principal instrumento entontecedor de nuestra época, ha invadido Chiloé, desmitificándolo. Ya no hay largas noches en que los viejos puedan transmitirle sus historias mágicas a los jóvenes. Ya incluso la gente mayor está olvidando la tradición oral que recibió. Uno lo observa cuando habla con ellos. Es difícil encontrar a alguien que tenga una visión amplia de la mitología chilota. Unos, como mi vecina la señora Blanca, no creen en el Trauco pero sí vieron un día a la Pincoya huyendo hacia el mar. Otros han visto el Caleuche pero no saben nada del Invunche de los brujos. Visiones parciales, limitadas a aquello que quedó grabado en la memoria particular de cada una de sus vidas. Y pese a todo, por lo auténticamente vividas que son, entrañables y maravillosas.

El día que Chiloé pierda su riquísima tradición mitológica, la entera Chiloé se habrá perdido para siempre. Espero que ese día no llegue. No deberíamos olvidar que la evolución biológica no es siempre progresiva, también puede ser regresiva. Perder el mitos, que no es aparentemente necesario para vivir en las megaciudades, nos convertiría en esclavos irreversibles de las megamáquinas. Tenemos que evitarlo.

Nota: estas estructuras gelatinosas y amarillentas han sido vistas más de una vez por personas totalmente escépticas respecto a la existencia de los Traucos, que así me lo atestiguan.