jueves, 14 de febrero de 2013

Chiloé en el siglo XXI

Playa de Mar Brava, en la isla grande de Chiloé

Una semana en Chiloé me ha bastado para verificar que sigue manteniendo su encanto, ése que atrae a tanta gente de afuera, desde los jóvenes universitarios chilenos que puestos en el camino con sus mochilas, tienen en esta isla mágica la meta de su viaje iniciático, hasta muchos europeos que la visitan todos los años atraídos por la fama de su belleza.

¿Tiene un secreto Chiloé? Tiene muchos, pero ese conjunto de secretos puede sintetizarse en uno: su autenticidad, su ausencia de artificios. Lo que ves y vives en Chiloé nace allí, de sus costas, sus tierras, sus bosques, la autosuficiencia de su gente, el encanto tranquilo de sus pequeñas ciudades, su propia historia, hecha del ensamblaje armónico entre una cultura ancestral huilliche que es bellísima en su mitología y está integrada con la naturaleza,  y una colonización jesuítica que, como en el Paraguay, no pretendió la explotación de los sometidos sino la construcción de una utopía cristiana que solo perseguía hacerlos felices.

Toda esta autenticidad ha podido preservarse intocada gracias a su lejanía. Le quedan muy distantes todos los grandes focos de progreso tecnológico, no tiene ni siquiera un puente que la una al continente. Chiloé es un archipiélago, con una de las islas más grande de Sudamérica y hasta cuarenta que se extienden  por su lado oriental,  protegidas de los embates del Océano Pacífico (que no lo es) por la isla grande, formando así un habitat isleño apacible, aldeano, en el que la vida se vive al ritmo de las estaciones, sustentada por una agricultura y un marisqueo apenas mecanizados. Todo esto ha permitido la conservación de una naturaleza bellísima, con unas playas inigualables, unos fiordos que en su tranquilidad reflejan el cielo como espejos, unos arcoiris espléndidos, capaces de mostrar todos los colores del espectro y a veces dobles y hasta triples, unos bosques nativos nunca sometidos a la explotación humana, en cuyo seno puede uno sentir el misterio que llevó a sus primeros poseedores, los amerindios, a llenarlos de espíritus. Todo esto y mucho más, regado continuamente por unas lluvias abundantes y oreado por unos vientos del Oeste que le llegan incontaminados después de miles de millas de viaje oceánico.

¿Qué le espera a este Chiloé extraordinario a lo largo del siglo XXI que empieza? Sufrirá sin duda las amenazas de fuerzas gigantescas que intentarán desvirtuarlo. Están ligadas estas fuerzas  al progreso tecnológico en dos versiones diferentes: un progreso que invade a Chiloé con sus novedades y otro que solo quiere explotar sus recursos. Ejemplo del primero es la televisión satelital, que con sus decenas de canales llenos de malas noticias y de las banalidades de una sociedad megaurbanizada, llega hasta el rincón más rural y virginal de estas islas. Y del segundo es el intento de explotación de sus vientos con la implantación masiva de parques eólicos, destructores del paisaje, un recurso natural éste mucho más precioso e irrecuperable que el del viento. Pues así como el viento es un recurso global, generado por los gradientes de presión oceánicos, el paisaje es un recurso genuinamente chilote, que puede serles arrebatado a los habitantes de Chiloé de un modo irreversible.

Ojalá lo que termine pasando dependa exclusivamente de la voluntad de los chilotes y no les venga impuesto desde fuera como una ola más (un tsunami) de conquista y colonización. Y ojalá los chilotes, a través de la educación y del desarrollo de una sociedad civil fuerte y segura de sí misma, se sientan con el ánimo para defender lo que tienen.

Eso es lo que yo espero. En cualquier caso Chiloé empieza a configurarse como un campo de esa batalla implacable entre las fuerzas del progreso y las de la gente humilde que quiere preservar sus valores, su cultura y la naturaleza que han heredado. 

Quede claro, y con esto termino, que el progreso tecnológico ha dejado de ser ese mantra que cualquier mentalidad ilustrada tenía que invocar incansablemente. Ese progreso tecnológico es desde hace tiempo una amenaza para todo el planeta. Hace falta otro, un progreso tecnológico que respete la naturaleza y los valores ancestrales, permitiendo una evolución tranquila de la Tierra hacia su futuro. Para lo cual ese progreso tecnológico nuevo deberá ser mucho más sofisticado e inteligente que el que actualmente, con su voracidad y su adicción al crecimiento económico, gobierna al mundo. 






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