Este es el
número 43 de los grabados que el genial Goya publicó en 1799, bajo el título
común de “Caprichos”. El pintor dejó junto a ellos un manuscrito que explica
sus significados y que se conserva también en el Museo del Prado. Para el grabado
43 escribió: La fantasía
abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de
las artes y origen de las maravillas.
Razón y fantasía, componentes
esenciales de nuestra naturaleza humana.
La imaginación es la capacidad de representarse vivencias que no están aquí o que ya fueron o que nunca han sido. La fantasía es la imaginación
llevada a su grado supremo.
Lo opuesto a
la imaginación es la reducción, donde lo considerado por la mente se va
reduciendo a sus componentes más elementales en el aquí y el ahora, olvidando a
veces que el todo puede ser más que la suma de sus partes.
La reducción está en la base de la
ciencia, la imaginación en la del arte, la fantasía en la de las artes más
extremas, como la poesía. La imaginación es también un combustible
indispensable para mantener vivo al amor. La fantasía es la versión de la
imaginación aplicada a los afanes imposibles, también el engaño indispensable
para sustentar las esperanzas desesperadas.
La razón es lo que puede llevar a
un juicio recto acerca de lo que se está analizando, a una decisión coherente
sobre el conflicto que se está dirimiendo. Lo opuesto a la razón es la sinrazón,
con la que uno se obstina por formular juicios equivocados o adoptar decisiones
erróneas. La sinrazón es una forma de suicidio mental.
Para el buen vivir, es
indispensable una mezcla equilibrada de razón con imaginación. También lo es para
la ciencia, el arte y el amor. Para las artes extremas, los afanes imposibles y
las esperanzas desesperadas, la mezcla tiene que serlo de razón con fantasía.
A veces, como dibuja Goya en su
Capricho 43, la razón duerme y la fantasía vuela libre, pudiendo llegar a
tropezarse con la sinrazón, que nunca le está lejos, y a integrarse con ella. La
combinación de fantasía con sinrazón lleva siempre al peor de los desastres, a la
desintegración de la poesía, la esperanza o el amor. Monstruos ahora
imaginables, de esos que solo vemos de cerca en las pesadillas, ocupan ese
espacio nuestro que hasta entonces había sido habitable.
No queda otro remedio que salir corriendo. Luego,
cuando ya se está lejos de la quema, siempre es posible volver a
empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario