Trabajé ocho años de mi vida para una gran
empresa británica y mis colegas escoceses e ingleses me enseñaron a ser puntual. La
puntualidad tiene una receta bien simple: organizarlo todo para llegar a tu
cita entre diez minutos y media hora antes de la hora fijada para la misma.
Diez minutos cuando puedes prever con bastante seguridad el tiempo que vas a
tardar en llegar, media hora cuando la indeterminación, porque el tráfico sea denso o porque dependas
de un medio de transporte público que tú no controlas, sea grande.
Si aplicas esta receta serás puntual, sí, pero a costa de tener que esperar casi siempre a que llegue la hora fijada para un encuentro. Estas esperas pueden llegar a ser desesperantes, unas veces porque tus ánimos están turbios y otras porque quien está citado contigo sigue sin ser puntual.
Pero lo sorprendente, que quiero tratar aquí, es que el que practica la puntualidad se encuentra frecuentemente en estas esperas con su tiempo interior, ése que no tiene nada que ver con los relojes. Eso es lo que descubrí ayer y quiero presentar aquí.
Si aplicas esta receta serás puntual, sí, pero a costa de tener que esperar casi siempre a que llegue la hora fijada para un encuentro. Estas esperas pueden llegar a ser desesperantes, unas veces porque tus ánimos están turbios y otras porque quien está citado contigo sigue sin ser puntual.
Pero lo sorprendente, que quiero tratar aquí, es que el que practica la puntualidad se encuentra frecuentemente en estas esperas con su tiempo interior, ése que no tiene nada que ver con los relojes. Eso es lo que descubrí ayer y quiero presentar aquí.
1).- Descripción de los fenómenos que tuvieron lugar:
Estaba
citado ayer a las 12:00 PM con el sacristán de la parroquia de San Román para concertar la fecha en que se bautizarán dos de mis nietos. Llegué
como me es habitual 10 minutos antes, a las 11:50. Las oficinas de la parroquia
estaban todavía cerradas, no abrían hasta las 12:00, así que tuve que esperar en la
calle. Mis ánimos estaban un poco
revueltos, porque a continuación tenía que ir al otro extremo de la ciudad para visitar a un
amigo enfermo, el tiempo me apremiaba. La calle a la que se abren estas
oficinas de la parroquia es muy estrecha, solitaria y tranquila, situada en lo hondo
del barrio más antiguo de Sevilla. Apenas
pasan autos ni personas. Yo esperaba arrimado a la puerta y no había nada en aquel silencio solitario que pudiera llamar mi
atención.
La
primera vez que miré el reloj habían pasado tres minutos de tiempo físico, la segunda vez que lo hice habían pasado nada menos que cinco más, en ambos casos me sorprendí,
el tiempo estimado por mí (mi tiempo interior) había corrido más despacio es decir, era más corto que el tiempo físico.
Enseguida, sorprendiéndome también, empezaron a sonar en la torre de la iglesia las
campanadas de las doce, llamé al timbre y el sacristán me recibió.
2).-
Por qué mi sorpresa.
Porque mi reloj del tiempo
interior había corrido más despacio que el reloj físico, cuando en general,
ante circunstancias análogas, me sucede lo contrario. En mis esperas típicas de
10 minutos hasta la hora puntual de una cita, que suelen ser en sitios públicos
y ruidosos, mi reloj del tiempo interior corre más deprisa que el tiempo
físico, de manera que cuando yo siento que han pasado ya los 10 minutos de
espera de tiempo físico, muchas veces han transcurrido menos de 5, lo que me impacienta.
3).- Una hipótesis
explicativa.
El tiempo interior se mide
en el cerebro por los acontecimientos diferentes que éste capta a través de los
sentidos y cuyas vivencias retiene en sus memorias. Cada acontecimiento
vivenciado se corresponde con un ciclo del péndulo de ese reloj interior. Para
un mismo intervalo de tiempo físico, a más acontecimientos vivenciados más
pendulazos del reloj interior y por tanto más tiempo del reloj interior
transcurrido. De manera que en estas circunstancias el reloj interior adelanta
respecto al reloj físico. Si por el contrario los acontecimientos vivenciados
son muy pocos, el reloj interior va disminuyendo la frecuencia de sus ciclos
pendulares (sus pendulazos) y hasta puede llegar a atrasar con respecto al
reloj físico.
4).- Significado teórico
de este hallazgo.
El tiempo interior es
relativo. Depende de la frecuencia con que se van encadenando acontecimientos
sucesivos perceptibles por mí como distintos. Un día de mi vida lleno de cambios
y sorpresas puede parecerme larguísimo, mientras que otro en el que apenas ha
pasado nada escapárseme como un instante, sin dejar apenas rastros en mi
memoria. (Advertencia: larguísimo no significa necesariamente aburridísimo, puede ser interesantísimo).
5).- Significado práctico.
Para que, cuando esperamos
algo o alguien que no acaba de llegar, no nos domine la impaciencia, concentrar la
mirada en una imagen estática suficientemente rica en contenido y dejar que esa imagen vaya entrando en nosotros poco a poco, sin pretender capturarla agresivamente con nuestros ojos.
6).- Referencias.
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