viernes, 8 de febrero de 2013

Don Quijote y Sancho Panza

Picasso (1955).- Don Quijote y Sancho

La novela de arte mayor es capaz de convertir sus personajes en arquetipos de lo humano, que el lector interioriza y no olvidará nunca. Ese es el caso clarísimo de la novela fundadora del arte de novelar, Don Quijote. Pueden hacerse múltiples interpretaciones de esta gran obra de arte, porque toda obra grande es como un diamante tallado con múltiples facetas, siendo su naturaleza mucho más compleja que la de un simple folletín. Pero hay una interpretación bastante obvia, la de que Don Quijote y Sancho representan los dos extremos de la personalidad humana, contrarios a la vez que complementarios. El idealista caballero frente al realista escudero, el visionario frente al prudente, el alocado frente al sensato, el arrojado frente al tímido, el ardiente frente al tibio, etcétera.

Expone aquí Cervantes, en el siglo XVI y aplicándola a la naturaleza humana, la visión que Heráclito, en el siglo VI AC, tenía ya de la naturaleza de las cosas: todo es si mismo y su contrario, todo lo que existe en el espaciotiempo es como un plano con dos caras, ésta y aquélla, la de aquí y la de allá, la de la izquierda y la de la derecha, la de arriba y la de abajo, dos caras que están condenadas a no verse nunca la una a la otra por estar, como lo están, inextricablemente ligadas, por ser, como lo son, inseparables. Esta visión heraclitea la construye Cervantes para lo humano con una gran maestría literaria, la dibuja con trazos geniales que nos facilitan su interiorización.

Porque, en verdad, la estructura psicológica de los humanos es así. Cualquiera de nosotros es simultáneamente eso (sea este “eso” cualquier trazo de nuestra personalidad) y noeso, es decir, su contrario. Muchas veces es el eso quien predomina, y se puede generalizar afirmando que la persona en cuestión es, por ejemplo, prudente. Pero el noeso está siempre allí, aportando la otra cara del plano que hace posible que ese plano sea real, una cara escondida pero viva y palpitante, que espera una oportunidad de expresarse, de trocar en este ejemplo la prudencia por la imprudencia más alocada e irreflexiva. Y así sucede que hasta la persona más generosa puede comportarse como egoista, hasta el más valiente puede dejarse llevar por la cobardía, etcétera.

Esta es la naturaleza humana (Cervantes) porque es la naturaleza de las cosas (Heráclito).

¿Lecciones prácticas, moralejas? Como mínimo dos. Que seamos tolerantes, por comprensivos, con aquellos humanos que nos fallan o decepcionan, porque muchas veces lo hacen ejerciendo su libertad de cambiar la cara del plano que nos ofrecen. Y que seamos vigilantes con nosotros mismos, que estemos preparados para que cualquiera de nuestros “esos” sea desplazado, como en una revuelta de palacio, por su “noeso”. De manera que, manteniéndonos alerta, lleguemos a ser, en la medida de lo posible, lo que con nuestra voluntad, que no nuestra libertad, queremos ser.

Dr Jekyll and Mr Hyde
Cabe añadir otra gran novela que varios siglos después se mueve bajo los mismos esquemas filosóficos que Don Quijote, el “Dr Jekyll and Mr Hyde” de Stevenson. Aquí se trata de los rasgos más extremos de una personalidad humana, la pareja bondad/maldad, cordura/locura, virtud/perversión, etc, rasgos que se mueven todos con los mismos esquemas cervantinos de plano/contraplano. 

Todos, sin excepción alguna, llevamos dentro un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, superpuestos a la vez que contrapuestos el uno con el otro. Así que no solo nos son necesarias la libertad y la comprensión para con nosotros mismos, tambien la disciplina y la vigilancia.

Inevitablemente.

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