Picasso (1955).- Don Quijote y Sancho |
La novela de arte mayor es capaz de convertir sus personajes
en arquetipos de lo humano, que el lector interioriza y no olvidará nunca. Ese
es el caso clarísimo de la novela fundadora del arte de novelar, Don Quijote. Pueden
hacerse múltiples interpretaciones de esta gran obra de arte, porque toda obra
grande es como un diamante tallado con múltiples facetas, siendo su naturaleza mucho
más compleja que la de un simple folletín. Pero hay una interpretación bastante
obvia, la de que Don Quijote y Sancho representan los dos extremos de la
personalidad humana, contrarios a la vez que complementarios. El idealista
caballero frente al realista escudero, el visionario frente al prudente, el alocado
frente al sensato, el arrojado frente al tímido, el ardiente frente al tibio,
etcétera.
Expone aquí Cervantes, en el siglo XVI y aplicándola a la
naturaleza humana, la visión que Heráclito, en el siglo VI AC, tenía ya de la
naturaleza de las cosas: todo es si mismo y su contrario, todo lo que existe en
el espaciotiempo es como un plano con dos caras, ésta y aquélla, la de aquí y
la de allá, la de la izquierda y la de la derecha, la de arriba y la de abajo,
dos caras que están condenadas a no verse nunca la una a la otra por estar,
como lo están, inextricablemente ligadas, por ser, como lo son, inseparables.
Esta visión heraclitea la construye Cervantes para lo humano con una gran
maestría literaria, la dibuja con trazos geniales que nos facilitan su interiorización.
Porque, en verdad, la estructura psicológica de los humanos
es así. Cualquiera de nosotros es simultáneamente eso (sea este “eso” cualquier
trazo de nuestra personalidad) y noeso, es decir, su contrario. Muchas veces es
el eso quien predomina, y se puede generalizar afirmando que la persona en
cuestión es, por ejemplo, prudente. Pero el noeso está siempre allí, aportando
la otra cara del plano que hace posible que ese plano sea real, una cara escondida
pero viva y palpitante, que espera una oportunidad de expresarse, de trocar en
este ejemplo la prudencia por la imprudencia más alocada e irreflexiva. Y así
sucede que hasta la persona más generosa puede comportarse
como egoista, hasta el más valiente puede dejarse llevar por la cobardía,
etcétera.
Esta es la naturaleza humana (Cervantes) porque es la
naturaleza de las cosas (Heráclito).
¿Lecciones prácticas, moralejas? Como mínimo dos. Que seamos
tolerantes, por comprensivos, con aquellos humanos que nos fallan o
decepcionan, porque muchas veces lo hacen ejerciendo su libertad de cambiar la
cara del plano que nos ofrecen. Y que seamos vigilantes con nosotros mismos,
que estemos preparados para que cualquiera de nuestros “esos” sea desplazado,
como en una revuelta de palacio, por su “noeso”. De manera que, manteniéndonos
alerta, lleguemos a ser, en la medida de lo posible, lo que con nuestra voluntad,
que no nuestra libertad, queremos ser.
Dr Jekyll and Mr Hyde |
Cabe añadir otra gran novela que varios siglos
después se mueve bajo los mismos esquemas filosóficos que Don Quijote, el “Dr
Jekyll and Mr Hyde” de Stevenson. Aquí se trata de los rasgos más extremos de
una personalidad humana, la pareja bondad/maldad, cordura/locura,
virtud/perversión, etc, rasgos que se mueven todos con los mismos esquemas
cervantinos de plano/contraplano.
Todos, sin excepción alguna, llevamos dentro
un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, superpuestos a la vez que contrapuestos el uno con
el otro. Así que no solo nos son necesarias la libertad y la comprensión para
con nosotros mismos, tambien la disciplina y la vigilancia.
Inevitablemente.
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