España, mi patria, es un país dado a la calumnia y a las
delaciones. Durante siglos tuvimos que soportar la imborrable vergüenza
histórica de la Inquisición, en la que bastaba con denunciar anónimamente a un
presunto judaizante para que recayera sobre éste todo el peso de la sospecha
inquisitorial, seguida con frecuencia de la tortura y la cárcel. Esto no ha
cambiado. En este desgraciado país la buena fama sigue siendo más importante
que las buenas obras y el “calumnia que
algo queda”, una sentencia de origen latino, ocupa un sitio destacado en
nuestro refranero popular.
Aquí, en mi apaleada tierra, lo más importante no es lo que
eres, sino lo que pareces. La figura que vertebró durante varios siglos la
sociedad española fue la del “hidalgo”,
una contracción de "hijo de algo", aplicada al que tenía unos orígenes nobles, o
como mínimo, “limpieza de sangre”, no
estando contaminado su genoma con DNA de orígen judío o morisco. Y si no eras
hidalgo o no podías ejercer de tal por lo menos tenías que aparentarlo. Ya lo describía
así Quevedo en su “Buscón”: “Mi amigo iba pisando
tieso, y mirándose los pies; sacó unas migajas de pan que traía para el efeto
siempre en una cajuela, y derramóselas por la barba y vestido, de suerte que
parecía haber comido”.
Una tierra también venal y nepotista, donde
todavía, para tener éxito en la vida, es indispensable que te ayuden con sus
influencias tu padre o tu tío o el amigo del amigo de tu padre, que dejará
apuntado ese favor y se lo intentará cobrar en el futuro. Donde los
corporativismos están tan saludables como en los tiempos de los gremios
medievales, donde los médicos, los abogados, los ingenieros, cierran filas alrededor
de un colega que ha cometido un error en el ejercicio de su profesión, donde
hay un dicho que no deja de tener gracia para describir la forma de actuar respecto
a los ciudadanos de los funcionarios con poder: “a los amigos, hasta el
culo; a los enemigos, por el culo; a todos los demás, las disposiciones legales
vigentes”.
Picasso (1959).- Tauromaquia: Don Tancredo |
Digo todo esto por lo que está pasando ahora con
las acusaciones de corrupción de algunos políticos de primer nivel, empezando por Rajoy, el presidente del gobierno, que la prensa, o mejor, cierta prensa sin
escrúpulos, está difundiendo. Se lanzan acusaciones sin pruebas suficientes que
la gente, con ese candor de las masas, acoge como ciertas y probadas elevando
así su indignación hasta extremos paroxísticos. Mientras que se olvidan de los
verdaderos problemas del país: la crisis económica, la crisis política, la
crisis judicial, etc. Seguramente es este olvido lo que los calumniadores
buscan. Olvido y confusión, “en río revuelto ganancia de pescadores”,
que dice el refrán castellano. Se busca
el “pan y circo” de los romanos, diversión indignada para el pueblo
indignado, todos en la plaza vociferando desde las gradas mientras que el
matador y su cuadrilla lidian y sacrifican al toro.
Afortunadamente, no toda España es así. En España
el sol brilla con fuerza, luce casi siempre, despojado de nubes. Quema pero
también da vida. La luz del sol español ciega pero también descubre toda la
belleza de los mil colores posibles de las cosas. España es un país de pintores, de luces y
sombras, no es un civilizado país de grises, sino un apasionado país de blancos
y negros, de claros y oscuros, de cumbres celestiales y pozos abismales, de
gloria y de mierda.
En estos días la mierda ocupa la atención de
la mayoría. ¡Cuanta peste!...
Lástima. Ojalá esta peste deje paso pronto a las cosas buenas y bellas que también
están aquí, escondidas bajo las piedras del camino. A las tareas y desafíos por los que merece la pena luchar. Al patriotismo, esa virtud pasada de moda y sin embargo tan necesaria.
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