sábado, 2 de marzo de 2013

Intuiciones


Te gusta razonar, intentas tener una mente ordenada y tomar decisiones que tengan una consistencia lógica. Sin embargo… con todo esto no te es suficiente para resolver los problemas con que te reta tu vida, necesitas algo más.

A ese algo más se le viene llamando desde hace mucho tiempo intuición, también inspiración y sexto sentido. Es muy posible que al intuir tu cerebro actúe siguiendo las mismas reglas que cuando piensa, solo que sus operaciones permanecen ocultas. Intuir es dejar que tu cerebro piense sin verse sometido a la crítica constante de tu yo consciente. Es poner tu cerebro, esa máquina inconcebible por formidable, en piloto automático. Le propones tu problema, que es como si al piloto automático le marcaras tu rumbo, y lo dejas funcionar de modo autónomo. Tu cerebro extrae de sus gigantescas memorias todas las vivencias y experiencias que estén relacionadas con el problema a resolver, las combina y recombina, sopesa conclusiones, reduce, simula, contrasta, imagina, critica, compara, enjuicia, sintetiza. Todo esto lo hace con una potencia de computación que no hay todavía una máquina en el mundo que sea capaz de aproximársele, y posiblemente nunca la habrá. Como resultado final tu cerebro te propone una solución, que puede ser un juicio, una evaluación o un impulso, al que tú sientes emerger de tí con enorme potencia, desde lo más hondo, como si estuviera saliendo de tus mismísimas tripas (gut feeling) y que se te impone enseguida como la solución, en cuya certeza confías con una fé inconmovible.

Intuir es como soñar despierto, de hecho las intuiciones y los sueños están muy próximos. Un sueño, que puede ser una pesadilla, no es una solución para un problema, como las que la intuición propone, pero sí es la representación de una escena que de alguna manera oscura o diáfana te conmueve, te emociona o asusta, porque si no fuera así no lo recordarías. La representación de algo que, escondido en tu subconsciente, es importante para ti.

Dicen que las mujeres son más intuitivas que los hombres. Puede que sea así. Desde un punto de vista biológico, el animal hombre, que busca activamente una hembra que fecundar, caza para alimentar a sus crías, lucha para proteger a su familia de sus enemigos, trabaja para construir un refugio en el que quepan todos, es un animal de acciones y reacciones, más mecánico y newtoniano que el animal mujer, que dejándose fecundar por el macho que ha elegido, engendrando y gestando durante largos meses a sus crías, cuidando de sus hijos pequeños, enseñándoles a vivir, amándolos y mimándolos, es más un animal de pasiones, más biológico y darwiniano que el animal hombre.

Es posible que el animal mujer utilice más que el animal hombre esa inmensa parte del cerebro que produce intuiciones, capaz de actuar por su cuenta, sin que un conductor tenga que estar frenando, acelerando y cambiando las marchas de esos tejidos cerebrales enormemente complejos. Yo lo creo así. Yo creo que el animal mujer es más como un navegante que ajusta suavemente la vela de su barquito y corrige su rumbo con mínimos requerimientos a la caña del timón, haciendo uso de la fuerza del viento para conseguir sus objetivos. Mientras que el animal hombre es más como el conductor de un elefante asiático en una cacería de tigres de Bengala, que además lleva al maharajá en el lomo del paquidermo que él dirige, que por lo tanto cada minuto que pasa se lo está jugando todo en el cómo maneja su larga vara de domador, además de que el maharajá no deja de darle órdenes y contraórdenes. Ese maharajá es, a veces, su propia mujer.

El animal mujer es más una esperanza permanente, mientras que el animal hombre es más un constante agobio. Eso dicho como una arriesgada generalización, porque siempre hay excepciones que, sin embargo, confirman la regla.

Algunas quizá digan que soy un machista por esto que pienso, pero a mí me parece bastante razonable. Por otra parte, así también lo intuyo.

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