Tus arquetipos los
llevas dentro, te han marcado desde que eras muy pequeño, quizá algunos desde antes que
nacieras, son tus compañeros más íntimos en el largo viaje de la vida, pero no son tus amigos.
Unos van
delante tuya y corres para alcanzarlos. Otros van detrás y corres para que no te alcancen. Así te encuentras siempre entre dos fuegos, ese es tu sino.
Nunca te permitirán que llegues hasta ellos los arquetipos que huyen de tí, ni los que te persiguen dejarán que los pierdas de vista, poderosos como son regularán
el ritmo de sus pasos para tenerte siempre entremedio. Y tú, que llegas
a irritarte porque este comportamiento de tus arquetipos te parece una tomadura
de pelo, también te das cuenta en tus raros
momentos de lucidez que sin ellos emparedándote no llegarías nunca a ninguna parte.
Si así es tu vida, ¿dónde se queda tu pretendida libertad? Lo piensas largamente
y concluyes que tus arquetipos, aunque no sean tus amigos y te mantengan
prisionero para siempre, forman una parte inseparable de ti mismo. Son tú
huyendo de ti o persiguiéndote. De esa huída y esa persecución inacabables obtienes tu consistencia de ser humano, tu
esqueleto moral, ese que te hace ser algo más que un amorfo pedazo de
carne.
A ti y tus arquetipos la libertad os rodea, pero siempre se queda por el lado de fuera de vosotros
mismos. Si
quieres alcanzarla tienes que ser tú mismísimo, ése que está en medio, quien deje
de huir de los que le persiguen y de perseguir a los que huyen de él, y
haciendo un rápido quiebro de noventa grados
hacia la derecha o la izquierda, según lo intuyas, correr en solitario.
Verás cómo, cuando lo hagas, tanto los que te perseguían como los que huían de ti correrán como locos detrás tuya, desconcertados,
descompuesta su formación, intentando llevarte de nuevo al orden. Pero tú irás delante, galopando
como un caballo loco, sin ver otra cosa que la pradera de la libertad, ahora toda para ti.
Esto no durará mucho, tus arquetipos volverán a meterte en su fila, pero ahora caminaréis todos en la dirección que tú libremente has marcado. Ya que los arquetipos, si alguna debilidad tienen, es su incapacidad para cambiar por sí mismos de rumbo, solo saben ir por delante o por detrás de tí. Por eso, ahora ya lo sabes, eres tú mismísimo, finalmente, el que lleva el timón. Por eso eres libre.
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