Palabras escritas en la arena de la vida, borradas por las olas del tiempo. |
Anoche tuve un sueño de los
clásicos míos. Asistía después de dos años de ausencia a la reunión de una
sociedad científica a la que pertenezco. Iba vestido, no sé por qué, muy informalmente, pantalones de pana, camisa
de cuadros y rebeca verde de lana. Los demás asistentes iban todos disfrazados a tono con
las circunstancias. Lo que me pasó lo estaba yo esperando, pero no por eso fue
menos doloroso. Ninguno de mis antiguos colegas me saludó, ni siquiera algunos
que además habían sido amigos míos. Pero no se trató simplemente de que no me
saludaran, sino que en apariencia ni siquiera me veían.
Un relámpago de inteligencia me hizo
comprender lo que estaba pasando: sencillamente… ¡me habían olvidado!
El olvido como un ensayo general
de la muerte. Cruel, realista, desmitificador.
Pero también, quizá por eso
mismo, como un instrumento liberador, como algo que puedes usar para dar dos
patadones en el suelo y salir volando, libre como una gaviota libre, sin un
rumbo preciso, al son del viento. Ni huyendo ni buscando, volando por el simple
placer de volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario