sábado, 6 de abril de 2013

El olvido

Palabras escritas en la arena de la vida,
borradas por las olas del tiempo.
Anoche tuve un sueño de los clásicos míos. Asistía después de dos años de ausencia a la reunión de una sociedad científica a la que pertenezco. Iba vestido, no sé por qué,  muy informalmente, pantalones de pana, camisa de cuadros y rebeca verde de lana. Los demás asistentes iban todos disfrazados a tono con las circunstancias. Lo que me pasó lo estaba yo esperando, pero no por eso fue menos doloroso. Ninguno de mis antiguos colegas me saludó, ni siquiera algunos que además habían sido amigos míos. Pero no se trató simplemente de que no me saludaran, sino que en apariencia ni siquiera me veían.  

Un relámpago de inteligencia me hizo comprender lo que estaba pasando: sencillamente… ¡me habían olvidado!

El olvido como un ensayo general de la muerte. Cruel, realista, desmitificador.

Pero también, quizá por eso mismo, como un instrumento liberador, como algo que puedes usar para dar dos patadones en el suelo y salir volando, libre como una gaviota libre, sin un rumbo preciso, al son del viento. Ni huyendo ni buscando, volando por el simple placer de volar.

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