Mantengo desde hace tiempo la
teoría de que cuando una mujer ama de verdad a un hombre este amor, al menos en
una parte importante, es un amor de madre. Pero a la vez, sin pensarlo mucho,
casi como un corolario, creía yo que el amor de verdad con el que ese hombre
podía corresponderle tenía que ser un amor de hijo.
Hoy, pensándolo mejor, he
llegado a la conclusión de que estaba equivocado. Porque lo que he entrevisto
es que cuando un hombre ama de verdad a una mujer, este amor, al menos en una
parte importante, es un amor de padre.
Pero si ella lo ama a él con amor
de madre y él a ella con amor de padre, falta reciprocidad y el conflicto,
antes o después, es inevitable. Por eso el amor verdadero entre una mujer y un
hombre está inevitablemente atravesado por vientos tempestuosos.
Es una
aventura de alto riesgo, pero si entre los dos consiguen dominar los vendavales
inevitables, el resultado puede ser perdurable y maravilloso.
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