Ayer murió en Madrid a los 96
años José Luis Sampedro, economista y escritor.
Yo lo admiraba, me identificaba
plenamente con él. Fue un hombre lúcido y valiente que llegó a ser un viejo
feliz y sereno. Proclamó siempre su verdad, sabiendo que era nada más que la
suya, respetando con humildad esa VERDAD mayúscula que en nuestro mundo de
animales humanos nunca ha existido sino como una aproximación permanente, una
búsqueda.
Pero esa humilde verdad suya, a
la que él iba llegando día tras día sin ambiciones ocultas, la proclamaba con
todas sus fuerzas. Tenía obsesión divulgadora, escribía con la sencillez de un
hermano mayor, para que todos lo entendiéramos. De su obra escrita puede
deducirse que para él la misión más importante de un escritor es desmitificar,
contribuyendo así a liberar a los humanos de sus reflejos de animales
domésticos, de sus traumas de esclavos.
En sus últimas novelas,
particularmente en “El amante lesbiano”, escrita siendo él ya un anciano del
que puede presumirse la inocencia, se adentró en ese sinfín de pulsiones
sexuales a los que los bienpensantes llaman perversiones pero que viven sanas
en lo hondo de nuestros instintos, ésas respecto a las que no es de buen tono
escribir y que la vergüenza nos hace mantener escondidas. Lo hizo con
sabiduría, anticipándose a unos tiempos que ya están llegando en los que, para
bien y para mal como en todos los cambios de época, Internet nos obliga a compartir
los secretos sexuales más recónditos y convierte lo pornográfico en un paisaje cotidiano.
Él quiso facilitar esta transición derribando muchos tabúes sin ira ni rencor,
con espíritu de libertad.
Con la misma firme inocencia se manifestó desde hace años
cuando afirmaba lo más alto que podía que la civilización capitalista estaba acabada
y que los humanos nos encontrábamos a la espera de lo que vendría a sucederla,
que no sabíamos todavía qué sería.
Nunca fue sectario sino todo un hombre de espíritu irrenunciablemente
libre. Siendo un progresista, no admitía etiquetas, solamente era fiel a una
tarjeta de visita: Jose Luis Sampedro, escritor. Se nos muere en un momento en
que la carencia de intelectuales de su talla se siente agudamente en España.
Lo
echaré de menos, pero sobre todo procuraré no olvidarlo.
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