viernes, 12 de abril de 2013

En el sillón del dentista

Mi dentista, además de un magnífico componedor de dentaduras y un buen médico, es un hombre inteligente e imaginativo. Su universo profesional no se reduce a lo que su paciente tiene entre labios y tráquea, gestiona también, y de qué manera, lo psicológico, es decir, el miedo de su paciente a que le duela lo que va a hacerle. Pocos miedos hay peores que el del sillón del dentista, donde los nervios que llenan las raíces de tus dientes pueden gritar en cualquier momento hasta volverte loco de dolor y tú no puedes prevenirlo ni evitarlo.


¿Qué hace mi dentista para neutralizar este miedo? No solo es muy cuidadoso con su intervención mecanoquirúrgica y maneja además la anestesia con destreza, sino que hace sonar permanentemente una música de fondo bien relajante cuyos discos prepara él mismo, gran aficionado a toda clase de melodías. Y mientras que te está interviniendo, sentado él en una silla baja al lado del terrorífico sillón de tortura en que te ha sentado a tí, no deja de
hablarte. ¿De qué te habla? Te cuenta historias producto de su imaginación que se mueven en la frontera entre lo disparatado y lo real, pero como los buenos narradores de cuentos hace creíble lo disparatado. Tiene mi dentista mucho sentido del humor, así que te hace sonreír con sus fantasías, incluso reír, pero en las circunstancias en que te encuentras, con tu boca abierta y llena de sus instrumentos de tortura, solo puedes reírte con los ojos. Tan cerca como están estos del cerebro, es con éste con el que terminas riéndote, y esa risa que nace y crece en tu materia gris arrincona a la niebla de miedo que empezaba a empaparla, la disuelve en claridad solar, nada menos. Él sigue con lo suyo, manipulando tus dientes y encías, limando con el maléfico torno, extrayendo, pinchando, encajando, contándote sus cuentos sin abrumarte, porque intercala silencios en los que tararea esas canciones que suenan suaves en sus altavoces y que él se sabe de memoria. De este modo el tiempo va pasando, lleno como está de sueños que te llevan lejos de la dolorosa realidad, haciéndotela soportable.

España, sumida en su crisis política, económica y social, está también en el sillón del dentista. Pero este dentista, que son sus políticos y más en general todos sus poderes, no lo está haciendo bien. Ignora los aspectos psicológicos, descuida la comunicación, desprecia lo más
elemental del liderazgo, consistente en convencer al pueblo de que se está en un camino que además es el único posible en las actuales circunstancias. En cuanto al Partido Popular que gobierna, convierte su mayoría absoluta en tecnocracia; sus motivaciones y comportamientos son nada más que instrumentales, olvida lo comunicativo, actúa como aquél dentista que me acosaba con sus pinzas cuando yo era un niño hasta que, reculando para alejarme de él, llegué a romper el maldito sillón/potro de tortura. En cuanto al PSOE y otros partidos de la oposición, que son de izquierdas o nacionalistas, se limitan a intentar llevarse el ascua a su sardina, los socialistas practicando un populismo demagógico que puede estallarle algún día en las manos, los nacionalistas pregonando que España es una mierda pinchada en un palo y que más vale librarse cuanto antes de ella.  Pero no son solo los políticos, todo el sistema de liderazgo de un país tan complejo como España y que se encuentra prácticamente en estado de guerra económica y social desentona, no coordina sus esfuerzos, es incapaz de definir objetivos comunes. De modo que para el conjunto de los españoles la situación se hace más penosa, el dolor de muelas se torna insoportable, el miedo a lo desconocido aumenta peligrosamente.

¿Cuándo serán capaces de ponerle un poco de música a esta batalla, contando historias divertidas, cantando coplas románticas, descubriendo aventuras aleccionadoras, inspirando confianza, acordándose de verdad de los más necesitados? Se echan en falta líderes así.


No hay comentarios: