Me quedan pocos días en Chiloé, que serán luminosos porque los pasaré con mis hijos y nietos.
Del Chiloé de mis soledades, mi íntimo amigo, quiero despedirme ahora. Ayer tarde estaba en Punta Tilduco mirando al mar, a sus encuentros con la tierra y el cielo, a las rocas, las olas, las nubes y el viento. Todos ellos en su pureza, desde su inocencia, sin más contaminación en aquellos instantes que la que aportaba mi miserable presencia.
Mi despedida es muy corta:
Gracias Chiloé por todo lo que me has dado. No te olvidaré.
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