En 1992 Francis Fukuyama, un brillante académico nipoamericano, publicó "El fin de la historia", un libro polémico cuya tesis era que tras la caída del comunismo, consecuencia y causa del triunfo del capitalismo neoliberal, éste sería el que gobernaría en adelante el mundo, acabándose por tanto todos los grandes conflictos politicomilitares que habían venido marcando, desde siempre, el acontecer histórico. Pregonaba Fukuyama, por lo tanto, una pax neocon para siempre jamás.
Fukuyama se equivocó, hasta el punto que después ha abjurado de su fe en el capitalismo neoliberal y defiende otras causas. Pero en el fondo, muy en el fondo de sus tesis, quizá diera en el clavo.
Digo todo esto porque hoy me ha cristalizado en visión lo que yo, como muchísimos otros ciudadanos, vengo rumiando desde hace tiempo: un mundo tan extensa e intensamente comunicado por Internet como ya lo está, más todavía como va a estarlo en el próximo futuro, irreconocible como llegará a serlo desde este punto de vista comunicativo nada más que dentro de treinta años, ese mundo que llega con el cambio de época,
no necesitará a los políticos ni tampoco a buena parte de los aparatos de los estados modernos para funcionar.
Además, en un mundo así, tan intensamente comunicado y con la posibilidad de reaccionar con decisiones casi inmediatas y acciones rapidísimas a los acontecimientos que así lo precisen,
no serán necesarias las fronteras, no solo las físicas, sino tampoco las políticas, fiscales y económicas, entre los diferentes estados, y si no son necesarias esas fronteras, los estados, que no las naciones, podrán desaparecer.
De hecho, para las actividades financieras y comerciales, donde la globalización ha sido casi completa, estas fronteras, en buena parte, ya han desaparecido.
Por supuesto que yo, aunque en estos asuntos sea un perfecto don Nadie, no quiero caer en declaraciones utópicas, que no sirven para nada. Lo que quiero poner de manifiesto es que:
1).- un mundo completamente unido es ya técnicamente posible.
2).- la mayoría de los pueblos del mundo están culturalmente preparados para aceptar dicha unión.
3).- estando los mayores obstáculos para conseguirla en los aparatos de los diferentes estados y en el resto de los poderes fácticos, es decir, en los que hoy día mandan en el mundo y tienen algo o mucho que perder con el cambio. Como siempre ha sido, por supuesto con toda lógica, porque estos aparatos también tienen la responsabilidad de que las cosas no se desmoñen irreversiblemente.
Yo creo que la solución de los problemas del mundo, y quiero significar que son los problemas que van a afectar de lleno a todos nuestros nietos, tiene que ir por este camino.
Naturalmente, estas cosas no pueden resolverse de un golpe de buena voluntad, tampoco mediante una revolución. Deberá ser un proceso progresivo, en el que las diferentes grandes áreas del mundo se conformen como confederaciones de estados, que ya van existiendo en muchas. Y en el que la gobernación de los estados se caracterice por una transparencia creciente, que vaya eliminando la corrupción y los abusos.
Termino ya. Yo creo que hoy, en la política del largo plazo, solo puede haber un objetivo compartido por todos los pueblos del mundo:
vivir de verdad en un solo mundo, cuyos habitantes humanos no sobrepasen los tres mil millones (algo menos de la mitad de los actuales) donde toda la biosfera, no solo los humanos, pueda aspirar a la erradicación total del sufrimiento.
Y creo que eso es ya técnicamente posible, sin necesidad de que haya víctimas, ni siquiera gente que salga claramente perjudicada de este proceso.
Siendo pues un asunto técnicamente posible, la gran batalla pendiente es una batalla cultural. Ganarla o perderla está en manos de los que hoy son todavía jóvenes. A mí me parece que ellos lo tienen claro, solo tienen que ponerse en marcha, pacíficamente, coordinados, con optimismo y tesón.
¿Necesitan un Marx que sea capaz de encuadrarlos ideológicamente? Yo creo que no, que lo que necesitan son unos cuantos o muchos o muchísimos Ghandis y la noviolencia como arma letal. O quién sabe, quizá la Segunda Venida. Cosas así.
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