Bandera del Consejo de Todas las Tierras de los Mapuches |
Otra vez estoy a punto de dejar Chiloé por una temporada. En este viaje he tenido la oportunidad de contactar más de cerca con el mundo mapuche, no en Chiloé sino en Temuco. Lo que quiero decir aquí es que esta experiencia me ha ayudado a comprender muchas cosas, que por ahora tienen que quedarse para mí.
Puedo declarar, lo he visto bien claro, que Chile, Chiloé y más en general toda la América Latina tienen un inmenso tesoro en las culturas de los que se han llamado Pueblos Originarios, es decir, los Amerindios, los primeros pobladores humanos del continente americano. Estas diversas culturas, todas con un tronco común, persisten en Latinoamérica con fuerza, como un árbol cruelmente talado pero con renuevos vigorosos. ¿Por qué son un tesoro? Por lo que encierran de diversidad cultural, de puntos de vista radicalmente diferentes a los de Occidente respecto al cómo y por qué estar en el mundo.
Concretando más: la cultura mapuche, bastante bien definida; lo que queda en Chiloé del alma williche; y posiblemente muchos otros renovales de culturas amerindias, representan una aproximación holista al cómo afrontar ese “estar en el mundo” que es el vivir. En contraposición a la aproximación reduccionista que ha imperado en Occidente desde los griegos (inventores del átomo, ese “ya indivisible” que es la culminación del reduccionismo), los cristianos (inventores del individuo, ese átomo social portador del libre albedrío y que puede salvarse o condenarse él solo) y los romanos (fundadores del Occidente imperialista, ese “divide y vencerás de Julio César, precursor en lo político de Maquiavelo y en lo filosófico de Descartes y de toda nuestra Ciencia).
Ese holismo, vivido hoy todavía por muchos amerindios, representa una fuente de inspiración para encontrar caminos nuevos que ofrezcan soluciones a un Occidente que se está muriendo de viejo y de poderoso. En la perspectiva amerindia, individuo y comunidad son una misma cosa, cuerpo, psique y espíritu forman parte del mismo todo, el humano y la naturaleza son inseparables. ¡Diablos!, pero si por ahí precisamente es probable que discurran los caminos que estamos buscando…
Conocerlos, respetarlos, escucharlos, comprenderlos, todo eso como mínimo, es lo que tenemos que empezar a hacer con nuestros queridos Amerindios indispensables.
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