jueves, 29 de septiembre de 2011

Atrapado

 Experimentando una cierta sensación de vacío. Parecida a la que puede tener un hombre en cuyo sueño ha salido de una habitación, lo sabe, abrió y atravesó su puerta, para entrar en otra a la que sin embargo no ha conseguido todavía llegar. Como entre las dos habitaciones no hay otra cosa que el vacío de esa puerta, este hombre está en ningún sitio. Comprende su situación, sabe que en los sueños casi todo es posible. Pero también teme que esa desposesión absoluta salte desde lo onírico hasta lo real, apoderándose de su vida.


Este hombre quedó atrapado por un susto que se dio estando en el espacio, sobre el Paraguay, cuando vio las huellas gigantescas que los zapatones de unos alienígenas habían dejado marcadas en el suelo del Chaco. La mayoría de los que estaban con él dormían y ahora, cuando quiere contarlo, teme que no lo crean.  De momento se dedica a investigar el asunto, pero cuanto más profundiza en los datos disponibles más lejos se siente del final de su búsqueda. Esto lo agobia, teme no llegar a tiempo. Caen sobre él paletadas de cifras, de estadísticas y datos importantes, capaces de justificarlo todo, hasta las injusticias más obvias. “Hay que ir a lo esencial”, se dice, “buscar dónde están el sufrimiento humano, la desesperanza, limitarse a eso”. Pero las cifras y los datos, tan sólidos como eran, se están convirtiendo ahora en un viento que no lo deja avanzar ni retroceder.

El hombre pide paciencia a sus amigos y a él mismo. Un poco más de tiempo. Es indispensable no precipitarse.

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