A las 6:30 de la madrugada del martes 13 de septiembre de 2011, así lucía la Luna llena sobre el Pacífico, vista desde los barrancos de la punta Tilduco, en Duhatao.
Ajena a los afanes humanos, la misma Luna del Pleistoceno o de los tiempos grandes de los griegos, la misma que seguirá girando alrededor de nuestra Tierra dentro de cien o mil años, cuando todo lo que ahora nos conmueve no sea ya, quién lo sabe, ni siquiera historia.
Eso sí, esta madrugada había unos ojos humanos contemplándola, engloriados en su belleza. Y un dedo humano que oprimió con el mayor cuidado posible el botón del disparador de su cámara, trabajando en modo nocturno.
Esta madrugada, puedo atestiguarlo, la Luna no estaba sola.
1 comentario:
Por estas tierras, sometidas y renacientes tu luna es la misma que la mía. Al igual que tu humanidad y tu finitud.
Qué lindo es encontrar pares, en donde sea, como sea.
Un abrazo
Elena
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