domingo, 11 de septiembre de 2011

Crisis de fé

Angelitos en un cuadro de Murillo

Fui un niño precoz en muchos aspectos. La precocidad está casi siempre ligada a la ingenuidad, el niño precoz suele ser, a la vez, inocente, aunque a primera vista esta afirnación pueda parecer un contrasentido. Por ser precoz tuve mi primera crisis de fé a los cinco años. Esto es notable, porque una crisis de fé es siempre una experiencia metafísica, y se supone que eso se queda para las personas mayores.

Las cosas sucedieron así. Yo era un niño especialmente bueno y religioso, aunque no por ello dejaba de tener mis demonios dentro. A veces se me ocurría pensar que podía morirme en cualquier momento. Razonaba que si me moría, siendo yo como era, tendría forzosamente que irme al cielo. Ya me imaginaba allí. Como era un crío, mi sitio estaba junto a los angelitos que, en las pinturas que yo veía en las iglesias, rodeaban a Dios entre nubes. Hasta aquí estupendo, ¿acaso podía aspirarse a más? Pero entonces entraba en acción mi despiadada lógica infantil. Yo hacía una simulación temporal: el primer año, sublime; el segundo, fantástico; el tercero, ¿habría novedades?, el cuarto, el quinto...…  el estupor me invadía… enseguida me daba cuenta de que la posibilidad de estar como un angelito en el cielo, durante toda una eternidad, me resultaba insoportable. Esto me escandalizaba, rompía todos mis esquemas, no podia aceptarlo, algo de lo que me habían contado sobre el cielo tenía que estar equivocado… porque si no lo estaba… A partir de aquí la crisis de fé irrumpía en mi sensibilidad como un tropel de caballos locos.

No duraba mucho, al fin y al cabo yo era un niño, y los niños tienen demasiada vitalidad para aguantar mucho tiempo junto a lo inexplicable.


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